Ser para ti y no para los demás
“Si a nuestros deseos les quitáramos los que pertenecen a los demás, nos sombraríamos de la insignificancia del número. Lo mismo pasaría con nuestros miedos… incluso con nosotros mismos”
En el mundo en el que vivimos, nos vemos asaltados continuamente por un movimiento de sobre-exposición comunicativa y de ensalzación sistemática del ego.
Todas las personas quieren tener grandes teorías acerca de las cosas, cualquier acto de lógica bondad o altruismo se ve reflejado en las redes sociales o en algún portal de internet, como si la bondad y una actitud cívica debieran ser reconocidas públicamente, como si una acción de esas características no pudiese quedar en el ámbito de lo privado como disfrute individual del que lo ha llevado a cabo.
Muchos profesionales del deporte, la política y el arte se muestran cada vez más interesados por lo que se conoce como “carisma”, “creador de followers” o simplemente, “personas de relevancia pública”.
Hace unos siglos entre los griegos el deseo de inmortalidad se planteaba como realizar una acción heroica que traspasase los tiempos. Pero estaban interesados en la acción en sí, y el ego no era alimentado hasta que no se reconociese su valía legítima por haber desarrollado una actividad intelectual o estratégica que lo mereciese.
Hoy, a todo el mundo le interesa el reconocimiento público, de sus pensamientos, acciones o de los más normales procesos de la vida humana (la boda más espectacular, la maternidad más tierna) y un escaparate de amigos y seguidores que, ni aun teniendo una semana libre no se alcanzaría a hablarles de algo privado, de cómo estamos realmente, de qué nos causa dolor.
“Es el tiempo del parecer ser, no del ser por sí mismo”
La felicidad, dicen que no es real si es compartida, pero cada vez se comparte con más gente y curiosamente parecemos tener menos vida y estar alejados de las relaciones de tú a tú, del disfrute de una compañía y una buena conversación en la que no se citen continuamente actos heroicos, sino una intimidad cálida, con secretos del corazón, de una intimidad deliciosa que tan sólo puedes compartir con ciertas personas.
Algunas personas se ven abrumadas por todo este falso escaparate de apariencias, de ego, de pronunciar las palabras que el resto quiere escuchar y optan por un arte en desuso: el de la insignificancia.
No es insignificancia forzada, simplemente ciertas personas llegan a una fase de su vida en las que están cansados de impresionar y que les impresionen, y desean compartir de verdad.
Eligen informarse por ellos mismos, cultivar los pequeños detalles diarios que les causan satisfacción, sin ansiedad o anhelo de estar en otro sitio y en otro tiempo, quieren formarse, quieren leer, quieren ver películas que no son recomendadas hasta la saciedad, quieren tener sus propias costumbres llenas de fineza y firmeza.
Se preocupan en ser, no en parecer
Son personas que no solemos encontrar con frecuencia pero que cuando estamos con ellas no necesitamos compartir lo vivido, pues la experiencia es tan intensa que no hay tiempo ni interés en mostrarlo a los demás. La galería no les parece atractiva.
Solo la miran cada vez de una forma más perspicaz desconfiando de todo el halo de “perfección “ que desprenden. Les gusta escuchar, y pensar. El placer de la insignificancia ya está hecho literatura con el genial escritor Milan Kundera, que tantas maravillas literarias nos ha dado.
Una vez más, este autor llama a la calma, a la levedad del ser, hasta para tratar los problemas más complejos.
Una lectura recomendada para aquellos que se sienten abrumados por tanta información, sobretodo de tanta información sin relevancia en su propia vida.
Quizás sean unos pocos, pero encontraran calma y mayor diversión en que su vida tenga algo de privado, y de que su persona no haya perdido por completo su esencia ante tanta insistencia de contemplar el ego de los demás.
Guárdate para ti algunas cosas, quizás cuando esa relación tú a tu que tanto esperabas ya no tendrá magia, ni misterio, pues ya has ofrecido a los demás todo y te has quedado sin nada para compartir realmente.