Amarte para enriquecerte, no para llenar el vacío de mi soledad
La soledad no es una maldición ni una condena para el alma. Hay quienes ven este estado como un suplicio o como un fracaso personal, ahí donde la desesperación puede llevar a muchos incluso a buscar cualquier persona, a cualquier pareja que llene ese vacío o miedo existencial a pesar de que el amor no sea sincero.
Toda relación que busca ante todo cubrir el vacío de la soledad, estará basada en un afecto inmaduro, dependiente y tóxico, ahí donde se vulneran libertades, derechos y el crecimiento personal de cada uno.
La soledad es una dimensión de la que hemos de aprender desde muy pequeños y que, a su vez, todo padre o educador debe fomentar aclarando importantes matices.
No debe entenderse como un “rechazo social”, se trata, en esencia, de un valor mediante el cual, aprender a ser nosotros mismos, a aceptarnos, a conectar con nuestras emociones y sentimientos evitando a su vez la dependencia de los demás. No obstante, sabemos que no siempre es fácil conseguirlo. Hablemos hoy de ello, aprendamos unas sencillas e importantes dimensiones.
La sutil sabiduría de la soledad
La sabiduría de la soledad no se aprende de un día para otro. Se entiende desde la infancia, se conecta con ella ya desde esos primeros momentos en que buscamos nuestros rincones particulares para pensar, para observar el mundo desde la lejanía intentando entenderlo mejor.
Aquellos padres que fomentan la sobre-protección, están germinando en la mente del niño el miedo a la soledad y unos vínculos basados en el temor al abandono.
Esto, sin duda, es algo que debemos evitar. La madurez emocional se promueve desde la más tierna infancia, puesto que todo niño que es capaz de aprender a avanzar con valentía, de enfrentarse a la incertidumbre sin un “apego ansioso o dependiente” que le marque qué debe hacer en cada momento, el día de mañana será un adulto maduro que ha aprendido de la sabiduría de la soledad.
La obsesiva necesidad de sentirse amado
Quien evita la soledad buscando sólo la necesidad de sentirse amado, manifiesta un apego dañino con el cual sentirse reconocido y valorado, sometiendo a su vez al otro a las cadenas del sometimiento.
Seguro que te has encontrado con este tipo de personalidades en alguna ocasión. Son personas capaces de enlazar una relación tras otra, coleccionando fracasos sin detenerse un momento en analizar la auténtica realidad del problema:
-Son personas con una baja autoestima que casi nunca llegan a reconocer. Sólo sienten el “vacío”, una angustia vital que les hace temer la soledad de un modo exagerado. Para ellos, la palabra “soledad” es sinónimo de fracaso y de abandono.
–En el momento en que inician una relación y cubren ese abismo de la soledad, se vuelven exigentes y egoístas. Son personas con muchas necesidades personales, con miedos, con ansiedades y que buscan continuamente sentirse reconocidos.
-Pocas veces son capaces de ofrecer una auténtica felicidad a quien tienen a su lado. ¿Cómo hacerlo? El miedo a ser abandonados y sentir de nuevo las garras de la soledad es para ellos una obsesión, una fobia, y desplegarán cualquier estrategia para evitar que esto ocurra. De ahí que sea frecuente que apliquen la manipulación emocional, el chantaje, el victimismo… Tenlo siempre en cuenta.
Aprender de mi soledad para saber amarte mejor
No entiendas la soledad como un rechazo. Es un espacio donde aprender a quererte, donde conectar contigo mismo y a su vez, conectar mejor con aquellos que amas.
Suele decirse que todos aquellos que desarrollan un pánico particular ante la dimensión de la soledad, lo que hacen en realidad es trasformar ese miedo en una “autofobia”, es decir, en el miedo hacia uno mismo.
Temor a encontrarse con los propios pensamientos, con la esencia de lo que uno es, ahí donde se hallan, seguramente, los auténticos “fantasmas personales”. No obstante, nunca es tarde para establecer nuevas estrategias y alejar estas sombras de ansiedades y miedos.
Toma nota de lo que siempre deberíamos hacer:
1. Aprende a disfrutar de tus instantes de soledad del mismo modo que disfrutas estando en compañía de otros.
2. Concibe, entiende y acepta, que la soledad no es dañina, deja a un lado esa concepción tan común de que la “soledad es aislamiento social o rechazo”.
3. En la soledad se encuentran todas esas preguntas que deberías hacerte cada día para entenderte mejor. También hallarás las respuestas si sabes escucharte. No es difícil.
4. Establece nuevos hábitos en tu vida donde puedas entender y disfrutar mejor de la soledad. Pasea, escucha música, escribe, toma conciencia del “aquí y ahora”.
5. Si aprendes a entenderte, a escucharte y conectar contigo mismo en esos instantes de soledad, aprenderás también a querer mejor a los demás.
La soledad es un valor del que todos deberíamos aprender, al fin y al cabo, todos llegamos a este mundo en soledad y nos vamos del mismo modo, pero lo que siempre nos envuelve, lo que siempre queda, es el amor.