Jeffrey Dahmer, el caníbal de Milwaukee

Jeffrey Dahmer fue un caníbal y asesino en serie estadounidense, famoso porque agredió sexualmente y descuartizó a 17 hombres.
Jeffrey Dahmer, el caníbal de Milwaukee
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Vanessa Viqueira

Última actualización: 10 septiembre, 2024

En la oscura y perturbadora lista de los asesinos en serie más famosos de la historia, pocos nombres resuenan con tanto horror como el de Jeffrey Dahmer. Conocido como «el caníbal de Milwaukee», Dahmer se convirtió en uno de los criminales más notorios de la historia de Estados Unidos.

Sus crímenes no solo horrorizan por su brutalidad, sino también por la frialdad y la precisión con la que fueron cometidos. Desde su infancia en una familia aparentemente normal hasta sus aterradoras prácticas de necrofilia y canibalismo, la vida de Dahmer es una crónica escalofriante.

Infancia y juventud de un asesino serial

Jeffrey Lionel Dahmer nació el 21 de mayo de 1960, en Milwaukee (Wisconsin, EE. UU.) en el seno de una familia que, a primera vista, parecía encajar en el molde de la vida suburbana estadounidense. Su padre, Lionel Dahmer, estudió química y más tarde se convertiría en profesor, mientras que su madre, Joyce Dahmer, era una ama de casa que se dedicaba tiempo completo al hogar.

En sus primeros años, el ambiente familiar de Dahmer no parecía tan disfuncional a simple vista. Sin embargo, su madre, sufría de problemas de salud mental, incluyendo ansiedad y depresión. Esto generaba tensiones en el hogar que llevaron a frecuentes discusiones entre Joyce y Lionel, lo que creó un entorno volátil para Jeffrey y su hermano menor, David.

Pese a ello, la infancia de Dahmer, en muchos aspectos, se desarrolló en un entorno que podría considerarse normal para la época: una casa unifamiliar en un vecindario tranquilo y una familia que se esforzaba por mantener una imagen de estabilidad.

Tal como declararía en numerosas ocasiones, en su infancia no hubo sucesos fuera de lo común que justificaran en lo que se convertiría. No hubo malos tratos, ni tampoco abusos sexuales, como en otros casos, por ejemplo, el de Ed Kemper.

Intereses tempranos y comportamientos alarmantes

A medida que Jeffrey Dahmer crecía, se empezaron a notar comportamientos inusuales. Desde una edad temprana, mostró un interés perturbador por los animales muertos. Su fascinación comenzó con la recolección de cadáveres de animales atropellados, que desmembraba y almacenaba en frascos. Este comportamiento, aunque alarmante, fue en un principio atribuido a la curiosidad infantil.

Jeffrey siempre fue un chico tímido y solitario, al que le costaba relacionarse con otros niños. Le encantaban los animales, pero con el paso del tiempo comenzaría a aficionarse a la disección de animales muertos «para ver cómo eran por dentro».

A los seis años, Dahmer comenzó a mostrar signos de desinterés en las actividades sociales y una creciente inclinación hacia la soledad. A menudo se le veía aislado, pasando tiempo solo en su habitación o en el bosque cercano, un preludio inquietante a sus futuros actos.

Fantasías sexuales recurrentes

En Bath (Ohio), el pueblo en el cual pasó su adolescencia, la homosexualidad era tabú. En esa época, Jeffrey comenzó a ser consciente de su inclinación sexual hacia los hombres, pero el problema era que entre sus fantasías, los hombres estaban inmóviles e inconscientes. Además, había establecido una asociación entre violencia y sexo, lo cual marcaría su conducta y acciones futuras.

Jeffrey era consciente de que ese tipo de pensamientos no eran normales, por ello comenzó a beber grandes cantidades de alcohol, lo cual provocó su expulsión de la universidad y del ejército (en donde se había alistado por indicación de su padre).

Sus impulsos eran demasiado fuertes, por lo que ni el alcohol ni tampoco los maniquíes que guardaba en el armario para simular a personas inertes lograban aplacarlos. Quería llevar la fantasía a la realidad.

Poco a poco fue madurando su gran deseo en el que disponía de un amante sumiso. Consciente de que no podría lograr esto de forma consensuada, y ampliando su fantasía, se propuso captar a un hombre para llevarlo a su casa, drogarlo, matarlo, tener relaciones sexuales con el cadáver (una parafilia conocida como necrofilia) y comer partes del mismo. Y así lo hizo.

Primeros crímenes: la génesis de un caníbal

El primer asesinato lo cometió en 1978, con 18 años, cuando se quedó solo en la casa familiar durante semanas. Recogió en una autopista a Steven Hicks y lo llevó a casa. Allí bebieron y fumaron marihuana, pero cuando Steven quiso abandonar la casa, Jeffrey lo impidió asestándole golpes con una barra de hacer pesas. Al día siguiente, despedazó su cuerpo, lo metió en su coche escondido en bolsas de basura e intentó deshacerse de él. 

Mientras llevaba las bolsas con los restos hacia un basurero, la policía lo detuvo por exceso de velocidad. Por suerte para él, los agentes no revisaron las bolsas, así que solo le dieron una multa y lo dejaron ir. Esta negligencia le costaría la vida a otros 16 hombres. Asustado, Dahmer regresó a su casa y escondió las bolsas en una tubería del sótano.

Nueve años más tarde, en 1987, cometería su segundo asesinato en la habitación de un hotel. Había conocido a Steven Tuomi en un bar gay de la zona, fueron al cuarto y le dio somníferos en la bebida para dejarlo inconsciente. A la mañana siguiente, Jeffrey se encontró con el cadáver de Steven y siempre afirmó no recordar lo que había sucedido durante esa noche.

Luego de esto, compró una maleta con ruedas, metió el cadáver en ella para llevarlo hasta el sótano de la casa de su abuela (con quien vivía) y deshuesó el cadáver, en un proceso similar al de su primer crímen. Después decidió conservar el cráneo como recuerdo.

El baño de sangre en Milwaukee apenas comenzaba

Luego de sus primeros asesinatos, Dahmer se dejó llevar por sus deseos oscuros. Solía frecuentar clubes para atraer hombres, con quienes luego acabaría cometiendo terribles crímenes.

Su tercera víctima fue Jaime Doxtator, un joven de 14 años a quien drogó y estranguló en enero de 1988. Mantuvo su cuerpo durante una semana, mientras cometía actos de necrofilia. No fue hasta que el cuerpo comenzó a descomponerse y a emitir un fuerte olor, cuando decidió desmembrarlo.

Con su cuarta víctima, Richard Guerrero, Dahmer siguió un patrón similar. Durante este tiempo, abandonó la casa de su abuela y alquiló un apartamento propio, lo que facilitó que continuara con sus crímenes sin ser descubierto. En 1989, su espiral de asesinatos casi se detiene cuando un joven de 13 años logró escapar de sus manos y avisó a las autoridades.

Aunque Dahmer fue condenado a diez meses de prisión por agresión sexual, la verdadera naturaleza de sus crímenes no salió a la luz. Tras cumplir su sentencia volvió a Milwaukee, donde cometió cuatro asesinatos en 1990 y ocho en 1991, sin que nadie lo vinculara con las desapariciones de numerosos jóvenes.

Jeffrey Dahmer solía guardar objetos y partes de los cuerpos de sus víctimas para masturbarse mientras rememoraba los asesinatos. En varias entrevistas concedidas, confesaría que se comía partes de los cuerpos de sus víctimas «para que formaran parte de él». En total, asesinó a 17 hombres:

  1. Steven Hicks, de 18 años, en 1978.
  2. Steven Tuomi, de 28 años, en 1987.
  3. Jaime Doxtator, de 14 años, en 1988.
  4. Richard Guerrero, de 25 años, en 1988.
  5. Antonio Sears, de 24 años, en 1989.
  6. Ricky Beeks, de 33 años, en 1990.
  7. Eddie Smith, de 28 años, en 1990.
  8. Ernest Miller, de 24 años, en 1990.
  9. David Thomas, de 23 años, en 1990.
  10. Curtis Straughter, de 18 años, en 1991.
  11. Errol Lindsey, de 19 años, en 1991.
  12. Anthony Hughes, de 31 años, en 1991.
  13. Konerak Sinthasomphone, de 14 años, en 1991.
  14. Matt Turner, de 20 años, en 1991.
  15. Jeremiah Weinberger, de 23 años, en 1991.
  16. Oliver Lacy, de 23 años, en 1991.
  17. Joseph Bradehoft, de 25 años, en 1991.​


Pudieron arrestarlo más de una vez

Fueron varias las ocasiones en las que tuvo contacto con la policía, pero nunca fue motivo de sospecha. En una ocasión, en 1991, tras drogar y abusar sexualmente de una de sus víctimas (Konerak Sinthasomphone), Dahmer decidió ir a un bar por bebidas.

Mientras Jeffrey estaba en el bar, Konerak, aún aturdido, recuperó la conciencia y logró salir del apartamento. El caníbal le había hecho una trepanación, un agujero en la cabeza con un taladro y había vertido ácido directo a su cerebro. Entre las fantasías que había incorporado, se encontraba la de mantener con vida a sus víctimas para mantenerlas a su lado como zombis.

Cuando Jeffrey se disponía a volver a su apartamento, se encontró con el chico desnudo y sentado en la acera, sin casi poder pronunciar palabras. Estaba rodeado de policías asombrados ante la situación que tenían ante sí. Dahmer se acercó y logró convencer a los agentes de que era su amante y estaba ebrio. Le creyeron, y no solo eso, además le ayudaron a llevarlo nuevamente a su apartamento.

Tal vez si hubieran prestado más atención al hedor del apartamento, del cual quedó constancia en el informe de inspección posterior, o lo hubieran inspeccionado, habrían visto que en el dormitorio yacía un cadáver. Al final, Konerak quedó a merced de su verdugo, quien lo estranguló minutos después.

El descubrimiento del temible caníbal

Las víctimas que escaparon de las garras de Jeffrey tras sufrir abusos sexuales no fueron una ni dos, fueron varias. Cuando las víctimas acudían a denunciar lo sucedido, la policía no prestaba interés. De esta forma, Jeffrey mostraba cierta condescendencia a las fugas de sus presas, pues no le causaban muchos problemas.

Pero en julio de 1991, Tracy Edwards, quien había sido esposado por Jeffrey, consiguió escapar de su apartamento y paró a una patrulla de policía en las inmediaciones. Cuando registraron el lugar, no sabían la magnitud del descubrimiento.

Hallaron más de 80 fotografías de cuerpos mutilados y restos humanos de once personas. Jeffrey escondía cabezas en el frigorífico, órganos en el congelador, cráneos en los armarios y un bidón de 215 litros con ácido y torsos humanos en descomposición.

Tras este descubrimiento, tuvo lugar una enorme conmoción en la sociedad norteamericana. Lo más inquietante era que todos esos asesinatos se habían producido en el más absoluto anonimato e indiferencia popular, pues nadie prestaba atención a las familias de sus víctimas, lo cual complicaba aún más la posible relación de Jeffrey con tales crímenes.



Condena y muerte de Jeffrey Dahmer

Jeffrey se declaró culpable de los diecisiete asesinatos, las pruebas contra él eran indefendibles, pero aun así alegó locura. Debido a esto, la cuestión que más se planteó durante el juicio era si Dahmer sufría algún tipo de trastorno mental o no. La defensa no lo tenía fácil, pues Jeffrey había dado suficientes muestras de saber a la perfección lo que hacía, así como de las implicaciones legales o morales de sus actos.

Por diez votos contra dos, en el año 1992 fue declarado culpable sin enajenación y condenado a 937 años de prisión (quince cadenas perpetuas). Fue enviado a la prisión de Columbia (Wisconsin) donde concedió varias entrevistas de gran valor forense.

Robert Ressler, quien en su día acuñó el término asesino en serie, recoge en su libro Dentro del monstruo una amplia entrevista a Jeffrey con motivo de una petición de la defensa para que testificara durante el juicio. Ressler sostuvo que una persona con tales impulsos no debería ir a prisión, sino a un hospital psiquiátrico.

Últimos años en prisión y muerte

Durante su estancia en prisión, Dahmer se mostró relativamente tranquilo, aunque su reputación le hacía blanco de constantes amenazas y agresiones por parte de otros reclusos.

Aunque pidió la pena de muerte en su juicio, el estado de Wisconsin no la aplicaba, así que lo sentenciaron a cumplir su condena en aislamiento para protegerlo. Sin embargo, con el tiempo, solicitó que lo trasladaran a la población general de la prisión, lo que aumentó su vulnerabilidad.

El 28 de noviembre de 1994, mientras realizaba trabajos de limpieza en la prisión, Dahmer fue atacado por otro recluso llamado Christopher Scarver. Utilizando una barra de metal, Scarver lo golpeó brutalmente, causándole heridas fatales. Dahmer murió poco después de ser trasladado al hospital. Y así terminó la vida de uno de los asesinos en serie más infames de la historia, cuyas acciones siguen estremeciendo al mundo.

En una entrevista para el New York Post, Scarver explicó que acabó con la vida de Dahmer no solo por sus crímenes, sino también porque fabricaba extremidades con la comida para burlarse de los otros reclusos. Además: «se pasó de la raya con algunas personas: presos y personal penitenciario. Algunas personas que están en prisión están arrepentidas, pero él no era uno de ellos», afirmó.



Desde una perspectiva forense, el caso de Jeffrey Dahmer continúa siendo muy estudiado por criminólogos y psicólogos para comprender mejor la mente de los asesinos en serie.  Los expertos han analizado sus patrones de comportamiento, el desarrollo de sus impulsos, y las posibles influencias de su infancia y adolescencia en su eventual transformación en un criminal.

Se especula que la necrofilia y el canibalismo en los crímenes aumentó su deseo de control absoluto sobre sus víctimas, lo que ha sido un tema de interés en el estudio de la psicopatía y los trastornos de personalidad.

En cuanto a su legado en la cultura popular, Dahmer ha sido retratado en numerosos documentales, películas, series de televisión y libros. Su historia fascina y horroriza a partes iguales, lo que ha convertido su figura en una representación extrema del mal en la sociedad.

A lo largo de los años, su caso ha suscitado debates sobre temas como la seguridad pública, la vigilancia de la salud mental, y las deficiencias del sistema judicial que permitieron que sus crímenes continuaran sin ser detectados durante tanto tiempo. Sin duda alguna, uno de los peores asesinos seriales en la historia de la humanidad.


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