Bruno Reidal: viaje a la mente de un asesino

La película "Bruno Reidal" nos acerca a una historia real de un joven seminarista que decapita a un niño de 12 años. En un intento por comprender ese acto brutal y salvaje, los médicos le piden que escriba su historia...
Bruno Reidal: viaje a la mente de un asesino
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 10 octubre, 2022

Bruno Reidal es una producción brillante y cruda que nos propone una inmersión en la mente de un asesino. También es un testimonio de esa Francia rural de principios del siglo XX, en la que la ciencia se esfuerza por comprender la sinrazón, la violencia más sádica y primaria. Para ello nos traslada hasta un hecho real acontecido en la región de Cantal el 1 de septiembre de 1905.

Bruno, un joven seminarista de 17 años, asesina a un niño de 12, decapitándolo. A partir de aquí se intenta encontrar el porqué. Y lo que descubrimos tiene sin duda la misma oscuridad, la misma cadencia espantosa. Un comité médico es el encargado de decidir si el muchacho debe ser internado o juzgado. A partir de aquí, una voz en off, y del todo deshumanizada, traza un relato incómodo, pero también necesario.

La maldad es una compleja conjunción en la que el contexto social, la educación, la familia y determinados componentes biológicos orientan la conducta. La del sadismo y la psicopatía. La de la curiosidad morbosa que anhela dañar, torturar y matar. Bruno es ese eslabón que se desliga de la sociedad y quien, sabiendo que hay algo turbador en él, no puede reprimir sus violentas necesidades…

Melancólico, taciturno y astuto y acostumbrado a ocultar sus sentimientos. Así describió el comité médico a Bruno Reidal en 1905.

Bruno Reidal
Bruno Reidal estuvo desde niño en constante lucha consigo mismo.

Bruno Reidal, ¿cuál es el origen de la maldad?

“A veces me siento atormentado por las ideas de un asesinato, pero no estoy enfermo, no estoy loco. No quiero estarlo”. La voz y los pensamientos del protagonista nos guían a lo largo de toda la película. Bruno Reidal: Confesiones de un asesino es la destacable ópera prima de Vincent Le Port, un cineasta influenciado por Michael Haneke y Robert Bresson.

La película causó un gran impacto en el Festival de Cannes del 2021, donde se presentó en una proyección especial. A partir de aquí, las buenas críticas no dejaron de crecer. El modo en que sondea los abismos humanos del tormento y la pulsión de la violencia nos deja fascinados, pero también confusos. Porque nunca es fácil de entender el retrato de un criminal.

“Haga lo que haga, las escenas del crimen estaban llenas de encanto para mí”.

La lucidez detrás del sadismo

En el momento en que el comité médico le pide al joven Bruno Reidal que relate su historia de vida, descubrimos algo. La voz del muchacho es clara, fluida y con una exquisita belleza literaria. Estamos ante una mente brillante educada en un escenario opresivo. No tardamos en quedar imbuidos por la psicología del mal y sus mecanismos, por los eternos conflictos entre la razón y el impulso orquestado por la neurosis y la psicopatía.

La reconstrucción que hace el director de la historia originaria es impecable. No estamos ante un simple true crime. Aquí, nos dejamos llevar por los pensamientos y la conciencia del protagonista principal en todo momento. No hay un juicio externo y se opta en todo momento por una distancia ética. El espectador actúa de testigo y también de juez, de este relato sádico detallado con descarnada lucidez.

La disección de un crimen en la mente del asesino

El relato de su corta vida que Bruno Reidal desgrana ante el comité médico roza lo psicoanalítico, lo filosófico y lo escabroso. Nos adentramos en una infancia marcada por demasiados hermanos y un padre afectuoso que muere de manera temprana. Su madre, alcohólica y violenta, actúa como catalizador para una mente ya de por sí empapada por el odio, los celos, la frustración y el aburrimiento.

Siendo un niño ya detestaba a sus compañeros de clase. No tardó en querer huir de su entorno de pobreza aprovechando sus altas capacidades intelectuales. Se convierte en becario de un seminario y allí alimenta un odio aún profundo hacia esos otros alumnos de clase acomodada. La retórica religiosa es otro elemento con el que se debate, con el que libra sus propios conflictos entre la culpa y la fe.

La violencia y el deseo de hacer daño no solo actúan como fantasía catártica en él. La idea del asesinato lo ronda y lo arrastra de manera continuada, despertando en él un profundo deseo sexual. Algo que no tarda en descubrir ante su fascinación en la matanza de un cerdo. La masturbación es, de hecho, ese elemento repetitivo con el que se evidencia el placer ante la idea de hacer sufrir a los demás…

La película busca hacernos entender cómo se gestan los asesinos. En este caso, logramos estar más cerca que nunca del criminal gracias a la verbalización de sus sufrimientos, del retalo de una madre violenta, de una agresión sexual y la imposibilidad de poder desarrollarse emocional e intelectualmente en un escenario poco propicio.

Bruno Reidal, verdugo y víctima de sus abominables impulsos

La producción de Vincent Le Port es más que un biopic. Bruno Reidal es una radiografía del terror, un retrato exquisito y trágico de la mente psicopática que se debate contra sí misma. El joven demuestra una gran lucidez en su relato de vida, logrando que lo monstruoso confluya con lo humano.

Porque aunque de nada le sirviera luchar contra sus instintos abominables, su desesperación por tener que convivir con ese otro yo trastornado resulta épica. También comprensible. La belleza visual de la película es inmensa. No importa que las escenas ahonden en la crudeza de un crimen y que muy a menudo sean ásperas e incómodas.

Hay cierta poesía en cada detalle, en cada paisaje, gesto y razonamiento del joven. Y el hecho de que veamos un atisbo de hermosura en la anatomía del trauma y de la sinrazón produce aún más impacto en el espectador. Estamos ante una ópera prima de visión obligada para quienes deseen comprender un poco más cómo nace un asesino.

De algún modo, nos recuerda mucho también a series como Mindhunter. Son viajes a la oscuridad, trayectos de los que salimos a menudo, con más preguntas que respuestas…

Imágenes pertenecientes a la película Bruno Reidal: confesión de un asesino (2021)


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