10 razones por las que un hijo adulto rechaza a su madre

Recurrir a las mamás, por lo general, se hace en busca de apoyo. Sin embargo, hay familias en las que los hijos en la adultez rehúyen a ello. Conoce las principales causas y qué se puede hacer al respecto.
10 razones por las que un hijo adulto rechaza a su madre
Gloria Redondo

Escrito y verificado por la psicóloga deportiva Gloria Redondo.

Última actualización: 18 julio, 2024

Las relaciones paterno-filiales son los vínculos más tempranos y profundos que establecemos. Estos marcan y condicionan los diversos nexos que creamos en cada etapa de la vida. Aunque esta influencia suele ser especial desde la niñez, a veces no pasa así, derivando en casos como el de un hijo adulto que rechaza a su madre.

Y es que si bien para algunos parece imposible no contar con la figura materna, en ocasiones, esta se percibe como algo negativo.

¿A qué se debe esta rabia? Tal vez a adversidades del pasado, conflictos que no encuentran solución o un resentimiento. A continuación, exploraremos estas y más razones, aparte de ver qué podemos hacer para recuperar el lazo.

1. Traumas y situaciones adversas en la infancia

Las experiencias que vivimos en la niñez llegan a marcarnos en la adultez, sobre todo si son eventos muy intensos o negativos. Por ejemplo, sucesos que abarcan negligencia parental o abusos en el ámbito de la familia, provocan una profunda herida que es difícil curar.

Si el maltrato fue perpetrado por la madre, o esta lo sabía, pero no hizo nada al respecto, la reacción más habitual al crecer es rechazar cualquier tipo de contacto. Al final, es una forma de protección frente a un hecho y una persona que causó mucho dolor.

2. Problemas de salud mental

Los problemas de salud mental tienden a limitar las relaciones con los demás. Esto se manifiestan con mayor probabilidad en aquellas personas que son más cercanas, como la mamá u otros familiares.

El aislamiento y la aversión hacia los demás es algo que se expresa con frecuencia entre las personas que padecen un trastorno mental, como la depresión, ansiedad o psicosis. Aplicado al caso de un hijo adulto con un diagnóstico, se evidencia el rechazo hacia los cuidados y la ayuda que le pueda ofrecer su figura materna.

3. Dificultades para establecer una comunicación fluida

La comunicación dificultosa es una de las disfunciones más prevalentes en las familias. Es posible que ocurra entre todos sus miembros, pero cuando se da entre padres e hijos, suelen resaltar determinadas consecuencias.

Por ejemplo, mientras los hijos sienten que sus madres no les comprenden o que contarles las cosas no sirve de nada, ellas lo viven en la idea de que sus hijos son rebeldes, desconfiados o indiferentes. Sea como fuere, estos problemas tienen, en la mayoría de los casos, solución mediante un proceso de terapia o mediación. 

4. Conflictos no resueltos

Si los problemas no se tratan, se enquistan y su resolución se complica. Los inconvenientes de celos, las actitudes posesivas o controladoras hacia los hijos son algunos ejemplos de conflictos familiares que están detrás del desprecio y rechazo hacia la madre.



5. Sentimientos de enfado o resentimiento

Los sentimientos negativos hacia otra persona hacen más difícil establecer una relación. En especial, emociones como el enfado, la rabia o el resentimiento provocan un fuerte rechazo y una actitud defensiva.

Es normal que un hijo se enfade de manera puntual con su mamá, de la misma manera que sucede a la inversa. Aun así, estos momentos suelen ser pasajeros, para luego darse la reconciliación. Pero si el conflicto se dilata por un largo tiempo, se convierte en un asunto a tratar. De hecho, estos sentimientos resultan un motivo de consulta frecuente en las terapias de familia.

6. Percepción de falta de apoyo

En momentos difíciles nos orientamos hacia aquellos que sabemos que nos ayudarán a estar mejor. Cuando somos pequeños buscamos, en primer lugar, a nuestros padres, ya que son las figuras de referencia. Y a medida que crecemos vamos considerando a otras personas, sin dejar de lado a los progenitores.

Sin embargo, si el niño no percibe a su madre como una figura de apoyo, es probable que, al crecer, la rechace y busque a otras personas siempre que necesite ayuda. Incluso, también es posible que se muestre reacio a socorrer a su mamá si ella lo necesita.

7. Saltos generacionales

Entre padres e hijos existen diferencias generacionales imposibles de remediar. Aquellas, en sí mismas, no son malas, pues cada uno tiene un punto de vista diferente en función de la época vivida.

Partiendo de ello, los hijos pueden sentir que los problemas a los que se enfrentan, no tienen nada que ver con los de sus madres. Es verdad que cada generación enfrenta unas circunstancias diferentes, pero la experiencia de los años otorga un conocimiento que, si se sabe apreciar, resulta de gran ayuda.

8. Expectativas no cumplidas

Todos los padres tienen expectativas respecto al desarrollo y logros que alcanzarán sus hijos. Si estas son ajustadas y realistas, potencian la motivación y el cariño; pero si son demasiado exigentes, provocarían el efecto contrario. Además, imponer metas arriesga a generar sentimientos de desprecio y deteriorar la relación con los hijos.

Lo que ocurre, según un artículo de la Universidad Nacional de Colombia, es que las expectativas de los padres sobre sus hijos están influidas por sus propias experiencias. A modo de cascada, las creencias sobre cómo debería ser una persona se va transmitiendo de generación en generación. Y, a veces, para romper el patrón, esta es una de las causas por las que un hijo aleja a su mamá.

9. Necesidad de autonomía

En ocasiones, cuando el hijo adulto rechaza a su madre, se sugiere que debajo de este accionar se encuentra una necesidad de ser independiente. Al final, lo que prevalece es una forma de reivindicarse y separarse, en especial, cuando la dinámica tiene altas dosis de sobreprotección y control por parte de la figura materna.

Ten en cuenta que el proceso de individuación es positivo, ya que así aprendemos a ser adultos maduros. Sin embargo, este no consiste en rechazar o negar a nuestros padres, sino en apoyarnos en ellos de forma más autónoma. Cuando dicho proceso se da en forma de rechazo, la reacción habitual de la madre es aumentar el control y la vigilancia.

10. Triangulación o alineación con el otro progenitor

La separación es un acontecimiento de impacto sobre los hijos. Si los papás saben gestionarlo, el hijo demostrará afecto por ambos y tendrá una buena relación con ellos. Por otra parte, también es posible que los padres contribuyan a que el hijo desarrolle una relación desigual, y este prefiera en exceso a uno y devalúe al otro.

Dentro del contexto de las separaciones conflictivas se conoce como el síndrome de alineación parental. Aun así, hay que tener cuidado con ese término. Con la denominación de síndrome se pueden enmascarar situaciones de maltrato o conflicto familiar, como si fuese un problema individual que desarrolla el menor.

Cómo mejorar la relación entre una madre y su hijo adulto que la rechaza

Aunque hayas sentido que tu hijo adulto te rechaza, la buena noticia es que la relación no está perdida. Es posible intentar arreglarla con pequeños cambios. A continuación, te sugerimos qué hacer al respecto.

  • Realizar actividades de ocio juntos: encontrar espacios comunes en los que hacer una actividad entretenida es una maravillosa idea para acercarse a los hijos. Esta no tiene que ser extraordinaria, es suficiente con cualquier plan que sea agradable para ambos.
  • Tener una comunicación abierta: intenten mejorar la cantidad y la calidad de la comunicación. No se trata de obligarle a que te cuente todo, sino estar disponible para tratar temas incómodos que afecten a los dos. Para ello es imprescindible potenciar la empatía y la escucha activa.
  • Validar los sentimientos: en todo conflicto hay dos posturas y cada parte tiende a mantener la suya de forma rígida. No obstante, esta actitud lleva a perpetuar la dinámica dañina y no favorece la relación. Por el contrario, esforzarse por empatizar e intentar comprender las razones del otro es una manera más adecuada de mejorar el vínculo.
  • Permitir el espacio y la distancia: en ocasiones, cuando un hijo se distancia es porque existe una necesidad de intimidad o de tiempo para conectar consigo. Aunque aquello pueda resultar molesto para algunas madres, hay que respetar esta decisión. Además, en estos casos, presionar al hijo aumentará la distancia y el rechazo hacia la figura materna.


Si todo esto falla, siempre se puede dar una oportunidad a la terapia

Las relaciones con los hijos es un tema complicado, más si estos son adultos y desde pequeños arrastran problemas con sus padres. No obstante, los vínculos se pueden reparar realizando esfuerzos para mantener una comunicación abierta y respetando los espacios de cada uno.

Y si los consejos aquí expuestos no son suficientes, siempre está abierta la posibilidad de acudir a terapia de familia guiada por un experto. Ten presente que cuando un hijo adulto rechaza a su madre es porque existen aspectos a los que se debería prestar atención. No hacerlo, tan solo complicaría el acercamiento y acentuaría la desconfianza.


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