Victimismo crónico: por qué algunas personas viven en el papel de víctima
¿Te quejas con frecuencia de lo injusta que es la vida? ¿O tienes un amigo con un papel de víctima tan interiorizado que cualquier conversación se centra en sus preocupaciones personales? El victimismo crónico afecta la vida de muchas personas y convivir con ellas resulta muy desgastante.
Desde una mirada psicosocial, más que una manipulación consciente, este patrón puede ser una respuesta emocional ante la carencia de afecto. Alguien con esta mentalidad piensa que no tienen ningún control sobre las dificultades, por lo que es incapaz de reconocer sus errores o tomar acción para solucionar sus problemas.
Son muchas las razones que llevan a una persona a sentirse víctima de las injusticias de la vida: maltrato psicológico, bullying o un entorno familiar en donde se enseñó que el sufrimiento garantiza la cercanía de los demás. Profundicemos en las causas.
1. Experiencias en la niñez
Acorde con un estudio publicado en la revista académica Personality and Individual Differences, la tendencia a la victimización interpersonal puede tener su origen en experiencias durante la infancia con los padres o figuras de apego; en especial si estas fueron inconsistentes o marcadas por el abandono y el dolor emocional.
Cuando un niño crece sintiéndose invalidado por quienes debían protegerlo y amarlo, puede desarrollar un patrón de victimización donde el mundo se percibe como una amenaza constante, lo que suele ocasionar falta de empatía y necesidad de reconocimiento.
2. Maltrato familiar o bullying escolar
Hay quienes desarrollan una mentalidad victimista como consecuencia del maltrato o acoso durante la niñez. Situaciones de abuso verbal o físico en la familia o el bullying escolar pueden generar una profunda sensación de indefensión que acompaña a las víctimas hasta la edad adulta.
Una investigación publicada en la revista Development and Psychopathology sugirió que los niños que son objeto frecuente de acoso o maltrato por parte de sus compañeros, tienden a desarrollar ansiedad social y conductas reactivas. Además, pueden adoptar el rol de víctima persistente como una forma de protegerse emocionalmente.
3. Baja autoestima
No confiar en nuestro propio valor y capacidades nos vuelve incapaces de asumir responsabilidades y enfrentar los desafíos de la vida. Una baja autoestima puede hacernos sentir inferiores o inadecuados para triunfar, inclinándonos a buscar de manera constante la compasión y validación externa.
Dejar atrás esta mentalidad victimista y hacernos cargo de las riendas de nuestra vida es uno de los primeros pasos para superar la autocompasión excesiva y centrarnos en alcanzar las metas que nos propongamos.
4. Necesidad de validación
Las personas con victimismo crónico sienten una gran necesidad de ser escuchadas y de expresar su malestar. Por ende, suelen llamar la atención para que otros reconozcan su sufrimiento y les den la razón. Esta necesidad de validación externa les ofrece un poquito de atención y, aunque eso las hace sentir mejor un rato, siguen firme en su papel para que los demás se compadezcan y les digan: «Tienes toda la razón, pobre de ti».
5. Beneficios de hacerse de la víctima
Quienes se victimizan saben bien que al manipular a los demás con sus historias es posible que encuentren simpatía y cercanía emocional. En su mundo, asumir un rol de víctima trae diversos beneficios: obtienen consuelo, pueden ser el centro de atención y evitan asumir responsabilidades.
Ser víctima es una gran excusa para no cuestionar los problemas difíciles de la vida. Podemos permanecer pasivos y no asumir la responsabilidad de nuestras acciones. Podemos refugiarnos en el victimismo para acusar a otros del comportamiento del que realmente somos responsables.
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Rasgos de las personas con victimismo crónico
A diferencia del victimismo ocasional que experimentamos ante situaciones injustas concretas, el crónico es una manera de interpretar el mundo y relacionarnos con los demás. Es como si le pusiéramos un filtro negativo a nuestra vida, donde nada parece estar bien nunca y siempre hay una razón para lamentarnos. Las siguientes son algunas actitudes características de este patrón.
Quejas constantes
Para las víctimas crónicas, ni la felicidad ni la tranquilidad hacen parte de sus vidas, y tienden a enfocarse en los aspectos negativos como una forma de expresar su malestar o pedir ayuda. Pero más allá de las quejas comunes, no se preocupan en buscar soluciones, sino en resaltar su mala racha:
- «Siempre me pasan cosas malas».
- «A nadie le importa lo que pase conmigo».
- «Me merezco todo lo malo que me sucede».
- «Debo aceptar que mi vida está llena de desgracias».
- «Yo no nací para amar, para ser exitoso o para ser feliz».
- «No puedo hacer nada para cambiar lo que está pasando».
Autocompasión excesiva
Debido a sus experiencias pasadas, las personas con victimismo crónico suelen verse a sí mismas como seres indefensos ante la crueldad de la vida. Además, solo desean recibir compasión y que otros les ayuden a resolver sus responsabilidades. Esto las hace caer en un agujero de pesimismo donde pueden sentirse estancadas y sin herramientas para tomar acción.
Falta de responsabilidad personal
Cuando se presenta cualquier conflicto o una situación incómoda, las personas con victimismo se precipitan a culpar a los demás o a la mala suerte, sin mirarse a sí mismas o responsabilizarse de sus acciones.
Para ellas es más fácil decir: «Yo no tengo la culpa» o «si él hubiera hecho eso, yo no estaría así»; en lugar de reconocer su parte en los problemas. Esta actitud es perjudicial a largo plazo, porque puede interpretarse como una justificación para no asumir sus obligaciones.
Dificultad para aceptar críticas
Al contar una de sus tantas desgracias, quienes sufren de victimismo interpretan cualquier comentario que las cuestione como un ataque personal. No toman la opinión de los demás como una crítica constructiva, sino que se sienten heridas.
Por ejemplo, si un amigo les dice «tal vez pudiste actuar de otra manera», sus respuestas podrían ser «claro, ahora resulta que todo es culpa mía» o «nunca eres capaz de ponerte en mi lugar». Esta actitud evade el aprendizaje y genera peleas innecesarias.
Relaciones conflictivas
Una persona que por culpa del trauma o las carencias afectivas vive en su papel de víctima constante es difícil de tratar. Convivir con alguien que solo sabe quejarse por «x» o «y» razón, y que no asume sus responsabilidades es agotador, sobre todo cuando los intentos por ayudar son recibidos como quejas o reproches.
Consejos para relacionarte con una víctima crónica
Una vez que identificas a ese amigo o familiar que siempre se hace la víctima, puede ser extenuante escucharlo quejarse de nuevo. Pero en lugar de reaccionar con sarcasmo o impulsividad, hay formas más compasivas y empáticas en las que puedes manejar la situación y evitar el drama:
- No te involucres de más: en lugar de preguntar por detalles e indagar en cosas que no te competen, sé empático y mantén tu postura.
- Recuérdale que es fuerte: no refuerces el papel de víctima, mejor dile que cuenta con todo lo necesario para superar sus adversidades.
- Cambia de tema con sutileza: si la conversación gira a uno de los muchos problemas de tu amigo, redirige la charla sin sonar grosero.
- No te hagas su salvador: apoyar a un amigo cuando lo necesita es un acto de amor sincero, pero si es algo recurrente y unidireccional, desgasta.
- Sugiere ayuda profesional: si las escenas de victimismo son frecuentes y pesadas, desde el cariño, anima a esta persona a buscar atención psicológica.
- Asume tu responsabilidad: en el caso de que tú seas la víctima y quieras dejar de serlo, toma acción para cambiar tu presente y mejora tu amor propio.
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Dejar atrás el papel de víctima es posible
Vivir la vida bajo un filtro de pesimismo y negatividad impide que entre la luz y reconocer nuestras capacidades. Y aunque puede ser difícil romper con el rol de víctima, cambiar la mentalidad y llenarnos de autoestima y determinación son pequeños pasos hacia una vida más plena. No dejes que el victimismo te impida ver tu valor.
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