Los tipos de agresividad que existen y sus efectos

La agresividad es directa, cuando actuamos desde la ira. También es física, si usa la fuerza. O desplazada, si pagamos la rabia con quien no la provocó. Estas conductas acaban en lesiones, ansiedad y resentimiento. Conoce más.
Los tipos de agresividad que existen y sus efectos
Macarena Liliana Nuñez

Revisado y aprobado por la psicóloga Macarena Liliana Nuñez.

Escrito por Luz Marina Carpio

Última actualización: 29 junio, 2025

En cualquiera de sus tipos, la agresividad es la inclinación que tiene una persona de actuar violentamente, ya sea para dañar a otros o sí misma. La Revista de Humanidades y Cultura la define como esa tendencia o predisposición que provoca el acto propio de la agresión o la reacción posterior a este.

Las características de alguien agresivo, entre otras, tienen que ver con la irritabilidad, la impulsividad, actitud autoritaria, el sarcasmo y los problemas para relacionarse. No obstante, estos factores no son excluyentes; antes de tildar a una persona como «agresiva», es fundamental valorar las situaciones individuales y los contextos en los que se da el comportamiento.

Partiendo de ello, es posible clasificar estas conductas para entender por qué se producen y cuáles son sus consecuencias.

Según la naturaleza

Atendiendo a la forma en que se presenta, la agresividad puede dividirse según su naturaleza. El foco de esta clasificación no es la intención, sino el modo en que se expone dicho comportamiento.

Física

Una agresión física se vale del uso de la fuerza para provocar daño al cuerpo de una persona. Se manifiesta en golpes, bofetadas, uso de armas, inmovilización que cause dolor, patadas, empujones, mordiscos, etc.

Dependiendo de la intensidad del ataque, las lesiones corporales podrían dejar secuelas a largo plazo, incluso permanentes, en la salud física de la víctima. Del mismo modo, podría experimentar sensación de miedo y desarrollar estrés postraumático.

Verbal

Cuando alguien agrede verbalmente, usa palabras para humillar, gritar, amenazar y descalificar. Puede presentarse sola o escalar hacia otros tipos de agresividad. Cuando esta es continuada, la víctima socava su autoestima, se siente menos y se llena de resentimiento, lo que pudiera derivar más conflictos con el agresor.

Se manifiesta en expresiones como «no sirves para nada», «te dejaré sin trabajo», «te vistes como un payaso», «o te callas o te callo», «eres torpe», etc.

Psicológica

En esta clase de agresividad, la manipulación es el método para producir daño emocional, controlar e intimidar. Quienes la sufren pueden tener sentimientos de inutilidad, baja autoestima y culpa, lo que a la larga impacta su salud mental. Algunos de sus recursos son el ataque verbal, las amenazas, el gaslighting y la victimización.

Por ejemplo, la relación de Carlos y Sara está desgastada; abundan los problemas y el maltrato hacia ella. Pero él siempre la manipula y amenaza diciéndole «si me dejas, me mato».

De acuerdo con la dirección

En esta división se basa en si el daño va a lo que provocó la rabia o a un objetivo distinto, pues no siempre se orienta hacia la fuente inicial. Entonces, la agresividad puede ser de los siguientes tipos.

Directa

Una investigación de Psicogente indica que la agresión directa es perceptible en su expresión. Aquí la víctima sabe quién la ataca. Se manifiesta de forma verbal o física y los efectos de esta en quien la sufre abarcan ansiedad, miedo, lesiones y resentimiento. En casos graves, quien es agredido pudiera tener pensamientos autolesivos e inconvenientes para regular las emociones.

Se presenta a cualquier edad: desde confrontaciones entre niños, hasta problemas entre adultos. Por ejemplo, Lina, de 5 años, muerde a Ana por quitarle una muñeca. O Juan, un taxista, persigue e insulta al conductor de una motocicleta que le rayó el carro.

Indirecta

También es conocida como agresividad encubierta, porque quien comete la acción lo hace sin que la víctima se dé cuenta. Es más sutil y busca dañar sin asumir la responsabilidad. Es decir, hiere indirectamente manipulando las relaciones con terceros. Se expresa esparciendo rumores, provocando el rechazo de un grupo o avergonzando en un ambiente social, como ejemplifica una publicación de la revista Educación y Futuro.

Quien es blanco de esta forma de agredir experimenta frustración, porque no puede confrontar al causante de su malestar. Asimismo, se vuelve más precavido y desconfiado, al mismo tiempo que ve perjudicada sus relaciones con otros. Cuando es prolongada, podría causar dificultades para gestionar las emociones y una imagen distorsionada de sí mismo.

Veámoslo en el caso de Armando, quien es blanco los chismes sin fundamento sobre su persona, difundidos por José en la oficina. O Cristina, quien hace un chiste durante el almuerzo, ridiculizando a Sofía frente a sus compañeros.

Desplazada

Existe una provocación inicial, pero el daño final se dirige a alguien diferente a quien lo ocasionó. En síntesis: se agrede a un objetivo aparentemente inocente. Y esto puede hacerse con plena conciencia, por saber que el agresor original es más intimidante o es más difícil devolverle un ataque. Ocurre, sobre todo, en entornos donde quien agrede al principio detenta autoridad, pero el agredido no.

Como efecto, la víctima de una agresión desplazada se culpa y siente confusión, ya que desconoce por qué la agredieron. Por ejemplo, María fue regañada por su jefe y cuando volvió a casa pagó la rabia con sus hijos, porque a su jefe no le puede reclamar.

Autoagresividad

La agresión es hacia uno mismo y el daño puede ser tanto físico (lesiones, abuso de sustancias, conductas riesgosas, etc.) como psicológico (autocrítica, autosabotaje, diálogos negativos, etc.). Las consecuencias se evidencian en sentimientos de culpa, desesperación, problemas de salud física y mental, además de poner en peligro la vida (según sea el caso).

Por ejemplo, Luisa no se siente a gusto con su cuerpo y siempre que se mira al espejo se repite «soy fea, por eso nadie me quiere». En el caso de Paula, recurre a las autolesiones porque sus compañeros de clases se burlan de ella.



A partir de la intención

Separar la agresividad por la intención tiene como propósito comprender qué llevó al agresor a actuar de la manera en que lo hizo. Se basa en la razón subyacente del acto.

Reactiva o impulsiva

Aquí la principal motivación es dañar a otro. La reactividad es la respuesta a la frustración o la provocación. Se vincula con altos niveles de hostilidad, impulsividad y déficits en el procesamiento de información, refiere el Anuario de Psicología Jurídica. No consiste en algo planificado, sino en una forma de desquitarse o bajar la tensión emocional. Por ejemplo, ser ofendido verbalmente y responder a ello iniciando una pelea física.

Instrumental

La agresión instrumental es usada como vía para conseguir un objetivo o beneficio. De acuerdo con el Anuario de Psicología Jurídica, es entendida más como una estrategia fría y organizada. No necesita una provocación para que ocurra, tampoco una carga emocional que se busque drenar.

Se evidencia, por ejemplo, en una persona que extorsiona a otra para no revelar un secreto. O en la intimidación a un compañero de clases para que no se postule a delgado. Entre sus efectos podemos nombrar a una persona que desconfía de sí misma o una que prefiere pagar una extorsión para no sentirse expuesta. Los traumas psicológicos también surgen de este tipo.

Rechazo interpersonal

Vivir el rechazo interpersonal es ser excluido por una o varias personas; aparte, hay un sentimiento de no valoración. Esto lleva a experimentar emociones como soledad, celos, culpa, vergüenza y ansiedad. Podría darse un ciclo de ira, debido a que la víctima quizás desarrolle resentimiento y active la rabia por sentirse marginada. Al respecto, Aggresive Behavior compartió un metanálisis en el que sugieren que el rechazo social potencia las conductas agresivas.

Agresividad sexual

Atendiendo a su especificidad clínica, social y legal, la agresividad sexual se considera una categoría independiente dentro de los tipos de agresión. Abarca «ataques como la violación o intentos de violación, así como cualquier contacto sexual no deseado», de acuerdo con una reseña de Safe House Center.

También se consideran dentro de ella los toqueteos, incluso por encima de la ropa, siempre que la persona no esté de acuerdo con estos actos. Y como destaca una publicación de la Biblioteca Nacional de Medicina, un ataque de este tipo siempre es culpa del agresor sexual; su prevención depende de todas las personas que conforman la comunidad.

Conocer y comprender los distintos tipos de agresividad ayuda a esclarecer conflictos, precisar sus orígenes y establecer abordajes cuando se necesita intervención profesional.

¿Qué hay detrás de los tipos de agresividad?

Como señala un artículo del Anuario de Psicología Jurídica, las conductas agresivas pueden surgir de repente o también aparecen como reacción con rabia y hostilidad a una provocación percibida; esto último ejemplifica algunos instigadores sociales que detonan dicha actitud, así como el bullying, la presión social, la violencia intrafamiliar, etc.

El ambiente también tiene incidencia en los tipos de agresión, pues está lleno de estresores: estar en un espacio pequeño con música a un volumen que retumba y que puso otra persona por su propio placer o pasar horas en una fila bajo el sol, son escenarios en los que podrían presentarse comportamientos violentos.

Dentro de las causas de la agresividad es importante considerar los factores biológicos y psicológicos. El cortisol es la hormona del estrés que, en niveles crónicos o ante a una amenaza, pudiera vincularse con una reacción violenta. En cuanto a lo psicológico, no saber controlar las emociones, arrastrar experiencias del pasado y los problemas de autoestima aumentan la propensión a la hostilidad.



Muchas veces, la agresividad es algo que se puede controlar

A veces, la impulsividad le gana al sosiego y es posible caer en alguno de los tipos de agresividad que te explicamos. Pero hay que tener claro que no siempre la persona es agresiva por voluntad propia. Como vimos, puede que ciertos elementos biológicos o incluso las circunstancias del día a día provoquen una reacción violenta.

Sin embargo, es posible que alguien consciente de su actitud decida dar paso o no a la agresión. En todo caso, se puede aprender a manejar la ira y la agresividad con intervención psicológica y técnicas de autocontrol.

Ten presente que, después de un mal día, es común pagar la rabia con algún amigo, familiar, compañero de trabajo o vecino. Pero si esta reacción es frecuente, desproporcionada, se prolonga en el tiempo o afecta tus relaciones, pide ayuda. No permitas que las actitudes agresivas te sobrepasen; gánales el paso, toma el control.


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