Estrés emocional: qué es, síntomas y cómo combatirlo
El despertador suena y ya sientes la presión del día que viene. Es como empezar una carrera antes de salir de la cama. El estrés emocional es moneda corriente en un mundo que te exige hiperproductividad, donde parece que ya no hay tiempo para el ocio y la pausa.
Pero la vida es mucho más que una lista interminable de problemas por resolver. Es posible aliviar la tensión, y todo comienza por reconocer que te sientes exhausto y necesitas abordar la situación. ¿Te resuenan estas palabras? Acompáñanos a profundizar en el tema.
¿Qué es el estrés emocional?
En esencia, el estrés emocional es la respuesta natural de nuestro cuerpo y mente ante situaciones que percibimos como abrumadoras. Se trata de la tensión que experimentamos frente a una sobrecarga emocional, cuando sentimos que las demandas (externas o internas) superan nuestra capacidad de afrontarlas.
Esta reacción puede surgir debido a una acumulación emocional producto de exigencias y eventos desafiantes, como enfrentar plazos laborales ajustados, conflictos en las relaciones interpersonales y preocupaciones económicas, entre otras. En este contexto, los problemas de salud derivados de tal estado son inminentes.
Niveles del estrés
Esta tensión no debe ser excluida de nuestras vidas, ya que cumple la función de alertarnos ante conflictos. Pero cuando su intensidad supera ciertos límites, las consecuencias son significativas. A continuación, exploraremos sus diferentes niveles para comprender mejor sus manifestaciones y repercusiones.
Estrés ocasional
Este tipo se expresa en situaciones puntuales y temporales, como dar un discurso en el trabajo, decirle a tu pareja que quieres terminar la relación o lanzarte desde un acantilado. Tiene un comienzo y un final bien definidos, lo que implica que, una vez que la situación concluye, la adrenalina disminuye. Aunque puede generar malestar significativo, es manejable y transitorio.
Estrés moderado
Surge cuando las tensiones se vuelven más persistentes, pero regulables. Enfrentar conflictos personales con frecuencia, responsabilidades que se acumulan o cambios relevantes que requieren ajustes constantes. En este caso, puede aparecer la sensación de estar haciendo malabares en la frenética vida diaria.
Estrés crónico
Si la exposición a situaciones de sobrecarga emocional se prolonga en el tiempo, puede dar lugar a un estrés crónico, provocando estragos en la salud física y mental. Abordarlo se vuelve esencial para preservar el bienestar a largo plazo, y es precisamente sobre este tema que nos centraremos en este artículo.
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Síntomas del estrés emocional
Es clave prestar atención a las señales que emite nuestro cuerpo, las emociones y las conductas; estos síntomas actúan como indicadores tempranos de que algo no marcha como debería.
Físicos
Cuando nuestras emociones están en desequilibrio, el cuerpo, a menudo, se convierte en un reflejo del caos. El exceso de cortisol, hormona del estrés, puede desencadenar diferentes respuestas como las siguientes:
- Dolores de pecho
- Tensión muscular
- Cefaleas o migrañas
- Problemas de sueño
- Problemas gastrointestinales.
Además, son posibles las complicaciones médicas de diversas índoles. Por ejemplo, se reconoce como uno de los principales factores de riesgo de las convulsiones psicógenas no epilépticas (PNES, por sus siglas en inglés). Por otro lado, algunos estudios sugieren que el estrés producto de las emociones y la tensión muscular asociada contribuyen con el dolor lumbar y ciática o los empeoran.
Emocionales
Como es de esperar, este tipo de estrés se expresa también a nivel psicológico y de las emociones, trayendo consigo distintas manifestaciones y consecuencias. Entre ellas se incluyen las que mencionamos a continuación:
- Preocupación excesiva e irritabilidad
- Cambios bruscos en el estado anímico
- Problemas de concentración y atención
- Sensación persistente de estar viviendo en «piloto automático»
- Dificultad para encontrar placer en actividades que solían disfrutarse
Posibles causas
Para saber qué provoca el estrés emocional hay que considerar distintas razones, las cuales varían de una persona a otra. Pero dos factores que suelen estar presentes son la autoexigencia desmedida y la falta de habilidades para gestionar las emociones de forma adecuada.
Asimismo, las expectativas poco realistas, la dificultad para manejar la frustración, la intolerancia a la incertidumbre y los problemas para establecer límites son elementos clave en este cóctel explosivo. Por lo tanto, las estrategias para combatirlo deben centrarse en mejorar estos aspectos.
¿Cómo aliviar el estrés emocional?
A esta altura del partido, puede sentirse como si vivir sin estresarse fuese solo una utopía. En este mundo vertiginoso, donde las exigencias se acumulan como montañas y los conflictos interpersonales parecen no dar tregua, es comprensible sentirse agotamiento.
Pero aquí viene la buena noticia: hay formas prácticas de recuperar la calma. Eso sí, aprender a lidiar con el estrés no significa eliminar todas las tensiones de tu vida, pero desarrollarás herramientas para reducir su impacto.
1. Reconoce que tienes que hacer un freno
No hay que vivir a una velocidad supersónica. Si sientes que la tensión se apoderó de tus días, es crucial detenerte, dar unos pasos hacia atrás y observarte desde otro ángulo.
Sobreestimar tu habilidad de afrontamiento y decirte «no pasa nada, yo puedo» o «ya habrá tiempo para descansar», solo aumentará la sensación de agotamiento. Aunque parezca crudo, a veces no puedes, ¡y eso está bien!
2. Identifica tus principales estresores
Es común atribuir el estrés a problemas laborales o familiares, mudanzas o dificultades financieras. La realidad es que cada persona reacciona de manera única ante tales factores externos.
¿En el trabajo te exiges más de lo que puedes dar? ¿Las noticias del mundo te afectan más de lo que deberían? ¿Notas que la comunicación con tu pareja va en declive? Sea lo que sea, hazte las preguntas necesarias para ubicar tus mayores estresores y trabajar en ellos.
3. Establece límites tanto para ti como para el resto
Saber decir «no» es una habilidad valiosa. Comienza contigo: reconoce que no puedes abarcarlo todo. De este modo te otorgas la libertad de priorizar lo importante de verdad y preservar tu bienestar emocional.
Por otro lado, aprende a establecer límites de forma asertiva y respetuosa con los demás. Ten presente que este acto no implica egoísmo, sino más bien, una forma de autocuidado.
4. Cuida tus hábitos (son más importantes de lo que crees)
No subestimes la importancia de los hábitos en la gestión del estrés. Sabemos de memoria la fórmula: dormir lo suficiente, llevar una alimentación equilibrada, hacer ejercicio. Podemos recitarlas juntos, pero ¿la aplicas?
Si detectas que tu rutina actual contribuye al estrés, es momento de desmantelarla. Considera hacer ajustes y reconstruir cada elemento en función de tu bienestar. Además de los aspectos básicos, incluye prácticas como la meditación, el yoga o la respiración consciente, que pueden ser pilares esenciales de esta nueva estructura.
Es fundamental que te propongas una rutina realista. Hacer cambios poco a poco contribuye a bajar el estrés a corto plazo y mantener una armonía a largo plazo.
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Enfrentar el estrés puede ser un viaje desafiante, en especial cuando lo hacemos sin compañía. Contar con la guía experta de un profesional resulta conveniente para marcar la diferencia.
Un terapeuta capacitado te brindará una perspectiva objetiva, herramientas prácticas y estrategias adaptadas a tu situación particular. Cultivar una vida más tranquila es posible.
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- Parreira, P., Maher, C. G., Steffens, D., Hancock, M. J., & Ferreira, M. L. (2018). Risk factors for low back pain and sciatica: an umbrella review. The Spine Journal, 18(9), 1715-1721. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29792997/