Heridas de la infancia: tipos, consecuencias y qué hacer
En ocasiones, los modos de pensar, sentir y actuar están asociados a heridas de la infancia que las personas no han sanado. Estas marcas del pasado aparecen una y otra vez en el presente y afectan de manera negativa las relaciones interpersonales e intrapersonales.
Conocerlas es crucial para provocar un cambio significativo en la vida y en los vínculos afectivos que se establecen con los demás. En este artículo, presentaremos una definición clara de estas heridas, sus diferentes tipos, las consecuencias que tienen y cómo sanarlas.
Qué es la herida de la infancia
Es una lesión traumática o dolorosa que perdura a lo largo de la existencia de un individuo como consecuencia de haber vivido experiencias negativas. Algunas de las vivencias que la producen son las siguientes:
- maltratos
- violencias
- abandonos
- negligencias
- conflictos familiares
- pérdidas significativas
- abuso emocional, físico o sexual
Existe una alta probabilidad de que un niño quede afectado de forma significativa y profunda cuando esos sucesos se repiten con mucha frecuencia e intensa. Vale la pena aclarar que no todas las personas están heridas, ni todas las experiencias estresantes generan estas lesiones.
Tipos de heridas de la infancia
Existen diferentes formas en las que se manifiesta una herida de este tipo y cada una influye de manera particular en las creencias, sentimientos y actitudes. Estas son las heridas de la infancia:
Abandono
La herida de abandono es el daño emocional producto de experimentar la ausencia de vínculos significativos. En la vida adulta, motiva al sujeto a la independencia para no revivir el abandono o puede empujarlo a buscar la aprobación y aceptación. Entre las características de esta persona destacan:
- Su gran miedo es el pánico.
- Las emociones la abruman.
- Percibe que es alguien incomprendido y aislado.
- Se siente insatisfecha consigo misma y percibe que no vale nada.
- Le asigna poco valor a lo material y aprecia lo intelectual y espiritual.
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Rechazo
Se produce como consecuencia de la falta de pertenencia o aceptación. Ser excluidos por los grupos de pares o por la propia familia es una experiencia representativa de esta herida. Algunas actitudes del sujeto herido por el rechazo son las siguientes:
- Empatiza con facilidad.
- Le gusta llamar la atención.
- Su mayor miedo es la soledad.
- A veces, es dramático al expresarse.
- Necesita ser apoyado por los demás.
Humillación
La herida por humillación se origina cuando los cuidadores u otras personas denigran, desdeñan, insultan o menoscaban al pequeño. Estos niños crecen con baja autoestima y no se cuidan a sí mismos. Entre las cualidades de este individuo sobresalen:
- Piensa que Dios lo juzga.
- Tiene actos de misionero.
- Su gran miedo es la libertad.
- Le da prioridad a las necesidades de otros.
- Teme pasarse de la raya o a sentir vergüenza.
Traición
En este caso, el niño logra tener una relación cercana con alguien, pero, por algún motivo, ese individuo quebranta su confianza y lo traiciona. Ante esta experiencia, es normal que crezca con desconfianza y una percepción negativa de los demás. Algunos rasgos de esta persona son:
- Busca mostrarse fuerte siempre.
- Le gusta tenerlo tono bien planeado.
- Desea ser importante y muy especial.
- Usa sus dotes de jefe para imponerse.
- Es demasiado exigente con los demás.
- Es rencoroso, intolerante e impaciente.
- Su mayor miedo es que lo repudien o la separación.
Injusticia
Esta herida nace al vivir situaciones donde la autoridad se impone de manera poco justa. También, cuando al niño se le exigen cosas que sobrepasan sus recursos. Algunas actitudes de la persona con esta herida son:
- Le teme a la frialdad.
- Es optimista, dinámica y vivaz.
- Se controla para aparentar ser perfecta.
- Se autosabotea cuando todo marcha bien.
- Cree que los demás la aprecian por lo que hace o por su apariencia.
Consecuencias de las heridas de la infancia
Las consecuencias de una herida no se pueden predecir con precisión, ya que cada historia de vida es diferente y cada sujeto cuenta con determinados recursos que pueden, en mayor o menor medida, cambiar los efectos de una experiencia dolorosa. Sin embargo, existen algunas secuelas generales.
- Problemas interpersonales: el individuo herido desde su infancia puede sentir temor al rechazo o al compromiso en sus relaciones parejas, lo cual puede ser problemático a la hora de establecer vínculos valiosos.
- Falta de confianza y autoestima baja: quienes están heridos suelen dudar de sus talentos y habilidades. Se sienten inseguros y tienen dificultades para amarse a sí mismas.
- Dificultades de autorregulación afectiva: las heridas de la infancia afectan la capacidad de la persona para gestionar las emociones y procesarlas de modo saludable. Además, produce dificultades para expresar lo que se siente de manera responsable ante los demás.
- Comportamientos disfuncionales: otra posible consecuencia son las conductas autodestructivas, la búsqueda excesiva de aprobación y la tendencia a establecer relaciones tóxicas.
Estos efectos adversos no necesariamente se presentan en todos los tipos de heridas. De hecho, cada una de las huellas antes mencionadas deja consecuencias particulares según el modo en que se manifiesta.
Cómo sanar las heridas de la infancia
Un pasado difícil no debe condicionarte para alcanzar un presente pleno. Pero ¿cómo hacerlo? ¿Cómo afrontar todo lo sucedido? ¿Cómo dejar a un lado todas esas cicatrices de nuestra niñez que solo nosotros vemos?
Aceptar la herida
El primer paso para superar las heridas es reconocerlas y acogerlas sin oponer resistencia. La cicatriz está ahí y luchando contra ella no desaparecerá, más bien persistirá. Por eso, el mejor camino para afrontarla es la aceptación, la cual te permitirá ver el problema y comprometerte con un cambio basado en los valores y el bienestar.
Desarrollar un autoconcepto sano
Un buen autoconcepto te servirá para sanar esas heridas que traes de la infancia. Para desarrollarlo, escribe sobre tus fortalezas, recursos, virtudes y habilidades; así sabrás mejor quién eres. Luego, fomenta tu optimismo y evita ser autodestructivo al intentar mejorar. Alégrate de tus esfuerzos y celebra las pequeñas victorias que consigas. No olvides cuidar tu cuerpo y tu mente.
Aprender a resolver problemas
La cotidianidad te va a traer, sin duda, situaciones en las que siempre van a emerger los recuerdos de esas heridas y donde la inseguridad te hará creer que no eres capaz de afrontar algo. Por eso, es importante conocer técnicas de solución de problemas, saber anteponer prioridades, establecer metas, aprender habilidades de comunicación, etc.
Fortalecer la autoestima
Aprende a valorarte, a tener en cuenta tus potencialidades y habilidades. Eres capaz de muchas más cosas de las que imaginas, y lo último que debes hacer es compararte con otros, o decirte a ti mismo que no eres capaz. Debes levantarte cada día con la seguridad suficiente como para afrontar las dificultades que puedan presentarse, si confías en ti, si tienes bien establecido tu autoconcepto, tus valores y tus metas, no dejes que la inseguridad te atrape.
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Las cicatrices del pasado
Las heridas del pasado vuelven como problemas, conflictos y tensiones externas e internas. Son capaces de atenuar el bienestar y de obstaculizar la autorrealización. Por eso, en este artículo nos hemos enfocado no solo en describirlas, sino también en cómo afrontarlas mediante la aceptación, el autoconcepto, la autoestima y la resolución de problemas.
Estas cicatrices tienen consecuencias negativas que determinan, hasta cierto punto, la calidad de los vínculos y de las relaciones que se tienen con las propias emociones. Afortunadamente, las heridas no tienen que ser una condena para toda la vida, a decir verdad, pueden ser una oportunidad para crecer y ser más fuerte.
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- Bourbeau, L. (2017). La sanación de las 5 heridas. Sirio.
- Bourbeau, L. (2014). Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. OS Stare.
- Orihuela, A. (2019). Transforma las heridas de tu infancia. Debolsillo.