Heridas emocionales de la infancia, tipos de apego y la elección de pareja

Las heridas emocionales en la infancia nos motivan a generar máscaras que camuflen nuestra vulnerabilidad. Hablamos de puntos de dolor que condicionan prácticamente todo lo que hacemos.
Heridas emocionales de la infancia, tipos de apego y la elección de pareja
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Support MContigo

Última actualización: 04 julio, 2022

Suena duro, pero la mayoría de nosotros tenemos en nuestra piel emocional heridas que necesitan ser aceptadas y sanadas. Puntos de dolor que parecen haberse vuelto crónicos. ¿Quieres conocer cuáles son tus heridas emocionales y el impacto que tienen en ti? ¿Te gustaría saber qué relevancia pueden tener en tu elección de pareja? A continuación, te damos información para que construyas tus propias respuestas.

Piensa en lo interesante de clarificar los patrones que subyacen en nuestras actuaciones, de manera que podamos trabajar con ellos. Con un mapa claro de nuestro territorio emocional será más sencillo movernos por él con acierto, pudiendo llevar a cabo cambios más efectivos. De forma más particular, en el campo social nos permitirá generar o fortalecer vínculos de apego que proporcionen seguridad, confianza y claridad en la relación con la pareja y los demás lazos significativos.

Las personas que forjaron un apego seguro en la infancia cuentan con una ventaja muy valiosa a la hora de unirse íntimamente a los demás y no les provoca miedo el abandono. Es decir, pueden llevar a una vida adulta independiente, con autonomía y responsabilidad emocional.

Las 5 heridas del alma, según Lise Bourbeau

Existen cinco heridas emocionales, creadas en la infancia, y cinco máscaras que nos ponemos para ocultar esas heridas y poder vivir con ellas. Lise Bourbeau dice que la intensidad de la herida es lo que determina la profundidad de la máscara que creamos.

Con frecuencia, en la edad adulta es necesario un trabajo que nos permita perdonar y soltar todas estas máscaras; de otra forma, se vuelven un obstáculo para la autenticidad, a la vez que en un campo minado para el malestar derivado de la disonancia. Las heridas son de rechazo, de abandono, de humillación, traición e injusticia.

Niña triste llorando
Las heridas emocionales son como lesiones psicológicas originadas en la niñez y que influyen en la adultez.

Herida de rechazo: máscara del huidizo

La herida de rechazo se engrama en la psique del pequeño entre la concepción y el primer año de vida. El niño mantiene un vínculo de apego de carácter evitativo con el progenitor o progenitores. En consecuencia, el adulto que se hizo esta herida vivió experiencias de rechazo en su niñez y tenderá a rechazarse a sí mismo y a los demás.

Asimismo, se rechazarán experiencias placenteras y de éxito por el profundo sentimiento de vacío interno y por tener la creencia errónea de ser poco merecedores. Esta herida hace que nos pongamos la máscara del huidizo.

El mayor temor que tienen las personas con la herida del rechazo es precisamente el miedo al rechazo.

Herida de abandono: máscara del dependiente

Desde una perspectiva cronológica, la segunda herida que se puede originar es la herida del abandono. Esta herida se genera en torno al año hasta los tres años. El progenitor crea un vínculo de apego ambivalente y lleno de contradicciones con su hijo o hija.

Quien vivió abandono tenderá a abandonar proyectos y parejas, hasta que haga consciente su carencia y se haga responsable de su vida y su soledad.

El adulto con esta herida es una persona que busca constantemente atención, apoyo y la protección de las personas que le rodean. El mayor temor de una persona que sufre esta herida es la soledad y por eso se pone la máscara del dependiente.

Herida de humillación: máscara del masoquista

La tercera herida es la herida de humillación. Esta herida se genera entre el primer y el tercer año de vida, y el progenitor también se relaciona desde un apego ansioso y ambivalente con el niño. Los adultos que tuvieron experiencias de todo tipo de abusos, humillaciones, comparaciones o fueron ridiculizados y avergonzados por su aspecto físico, por sus actitudes y comportamientos durante su niñez suelen llevar esa carga a cuestas.

La mayoría de las veces son seres inseguros, tímidos e indecisos que en lo más profundo de su ser se sienten culpables y no creen tener libertad. Una persona que sufre la herida de la humillación se pone, para superarla, la máscara del masoquista.

Herida de traición: máscara del controlador

La cuarta herida emocional sería la herida de traición fruto de un apego desorganizado con el progenitor. Se genera entre los dos y los cuatro años. El adulto con la herida de traición será desconfiado, ya que no se permite confiar en nada ni nadie.

El mayor miedo es la mentira y se buscará, de manera inconsciente, involucrarse en situaciones en las que irremediablemente uno será traicionado. Las personas con la herida de traición se ponen la máscara del controlador, rodeándose de una bruma de celos y miedo a la separación.

Herida de injusticia: máscara del rígido

La última herida es la de la injusticia. Esta herida se genera entre los cuatro y seis años, enraizada en un apego desorganizado con el progenitor de referencia. El niño, en este caso, se ha sentido bloqueado en su individualidad; en su esencia.

En algún momento, todas las personas hemos vivido o presenciado situaciones injustas; sin embargo, a quienes tienen la herida les es imposible lidiar con ello y sus reacciones son desproporcionadas.

Una de las características más importantes es el temor a equivocarse y la tendencia u obsesión por encontrar la perfección. Las personas con la herida de la injusticia se ponen la máscara de la rigidez.

Todos, sin excepción, tenemos alguna de estas heridas. ¿Con cuál te sientes identificado? Esa herida se verá reflejada en el vínculo con tu pareja.

¿Con qué parámetros elegimos nuestra pareja?

Las heridas emocionales de la infancia determinan en gran medida el tipo de vínculos que establecemos a lo largo de nuestra vida. Uno de los vínculos más importantes es el de pareja. Así es como alguien con una herida de rechazo, rechaza la intimidad con otros y tiene dificultades vinculares. Por ejemplo, las parejas de estas personas echan en falta más intimidad en la interacción.

En cambio, un adulto con herida de abandono siente la sensación de temor a que su pareja no les ame o no les desee realmente. Les resulta difícil interaccionar de la manera que les gustaría con las personas, ya que esperan recibir más intimidad o vinculación de la que se les proporciona. Surge así la dependencia emocional.

Quien sufrió humillación atrae a personas que le hacen sentirse humillado. Una mujer puede atraer a un hombre que coquetea con otras mujeres, y un hombre puede atraer a una mujer que es muy provocativa a otros hombres. Por ende, un adulto con herida de traición mostrará una actitud seductora y manipuladora, tomará el poder y hará que su pareja se sienta débil a su lado.

Por último, la herida de injusticia se refleja en alguien frío de sentimientos, rígido y que le resulta difícil de acoger a la gente, ya que prefiere estar solo.

Mujer triste
Las heridas emocionales suelen hacernos sentir un profundo dolor.

Tomar consciencia de nuestros patrones vinculares

Según Lise Bourbeau, aunque usamos estas máscaras en un intento vano de protegernos, paradójicamente atraemos las situaciones exactas y las personas que necesitamos para sentirnos rechazados, abandonados, humillados, traicionados o con injusticias.

Por suerte, sanar nuestras heridas y salir de estas máscaras es posible si reconocemos la herida y la máscara que vestimos, nos perdonamos a nosotros mismos y a las personas que nos hacen daño y comenzamos a aceptar y amarnos a nosotros mismos tal como somos.


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  • Bourbeau, L. (2014). Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. Ed. OS Stare.
  • Bourbeau, L. (2016). Escucha tu cuerpo, es tu mejor amigo en la tierra. Ed. Sirio.
  • Bourbeau, L. (2017). La sanación de las 5 heridas. Ed. Sirio.

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