Los 15 mejores hábitos de estudio que puedes aplicar en tu día a día
¿Cuántas veces has confiado en que con unas pocas horas de estudio conseguirás un buen rendimiento? La realidad es que esto rara vez da buenos resultados. Pasa porque la clave del éxito académico está en mantener buenos hábitos de estudio: pequeñas acciones diarias que hacen que el aprendizaje sea más eficiente y menos estresante. Hablamos de contar con un plan, gestionar el tiempo o evadir las multitareas al estudiar. Veámoslo con un ejemplo.
Esteban estudia Leyes. Mañana es el primer parcial de Derecho Romano, una materia que le cuesta por su contenido denso y detallado. Confió en que, con una noche de estudio intenso, cubriría todos los temas. Memorizó cada palabra, repasó los apuntes y creyó que saldría excelente. Pero su estrategia no funcionó como esperaba. Aunque se esforzó, no obtuvo la nota que quería. Te dejamos algunas prácticas que habrían servido a Esteban y que seguro te ayudarán también.
1. Crea un plan de estudio y establece un horario
Una planificación bien estructurada te permite aprender con mayor tranquilidad, evitando la ansiedad y el cansancio. Antes de empezar a estudiar, revisa el contenido y organízalo de forma estratégica.
No todos los temas tienen la misma complejidad ni requieren el mismo esfuerzo; dividirlos en bloques manejables será mejor. Por ejemplo, si debes repasar diez capítulos en una semana, asigna dos diarios y prevén sobrecargas. También es fundamental dejar espacios para repasos, ya que reforzar lo aprendido es tan importante como estudiarlo por primera vez.
Asimismo, en tu plan es clave establecer un horario de estudio, para mantener la constancia y la disciplina. Algunas personas rinden mejor en la mañana, otras lo hacen mejor en la tarde o en la noche. Lo ideal es elegir el momento en el que tienes más energía y concentración.
Para que el plan funcione, es importante mantenerlo a la vista, ya sea en una libreta, en una pizarra o en una aplicación digital. Lo importante es la constancia, no la perfección. Puedes apoyarte con herramientas digitales como Notion, Google Calendar o Trello para organizarte, establecer recordatorios y visualizar mejor tu progreso.
Y si un día no logras estudiar todo lo proyectado, no te castigues por ello. Lo mejor es reajustar tu rutina y continuar con un ritmo sostenible, respetando siempre tus descansos y asegurándote de no caer en la procrastinación.
Un mal día no define todo tu proceso de estudio, pero un plan bien estructurado sí puede hacer la diferencia entre abrumarte o avanzar con confianza y seguridad.
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2. Utiliza el método Pomodoro
A veces, estudiar por largos periodos sin pausas es agotador y poco efectivo. La concentración tiene un límite, y cuando lo sobrepasamos el rendimiento disminuye. Para que no pase esto, prueba el método Pomodoro, una técnica de gestión del tiempo conveniente para subir la productividad y que no haya la fatiga mental.
Su funcionamiento es sencillo: consiste en estudiar durante 25 minutos sin interrupciones y luego tomar un descanso de 5 minutos. Cada ciclo de 25 minutos se conoce como un «Pomodoro» y, después de completar cuatro, se recomienda hacer una pausa más larga de 15 a 30 minutos para recargar energía.
La eficacia de esta técnica radica en que aprovechas los momentos de máxima concentración sin llegar al agotamiento. Durante los 25 minutos de estudio, la clave es eliminar distracciones, como revisar el celular o hacer multitarea, y enfocarse por completo en el tema. Luego, el descanso corto aumenta la concentración, reduce la fatiga y relaja la mente sin perder el ritmo.
Para esta estrategia necesitarás un temporizador o una aplicación que te ayude a medir los tiempos, como Toggl, Forest o Focus Keeper. Es importante respetar los intervalos y no alargar los descansos, ya que esto rompería el flujo de estudio. Puedes adaptar la técnica a tus necesidades: si sientes que 25 minutos son muy cortos, intenta con sesiones de 45 a 50 minutos con pausas de 10 a 15 minutos.
No descanses si estás haciendo un repaso de tema o capítulo, en ese caso, descansa cuando finalices. Este método define el inicio y final de cada sesión.
3. Haz resúmenes y mapas mentales
Leer y releer los apuntes no siempre es suficiente. Para que la información se fije en la memoria, es fundamental procesarla y reorganizarla. Los resúmenes y los mapas mentales son dos herramientas poderosas que facilitan la comprensión y el recuerdo de los temas estudiados.
Un resumen te permite sintetizar la información con tus propias palabras, eliminando lo innecesario y enfocándote en lo esencial. Así entiendes el contenido y beneficias la retención, al procesar de modo activo lo que lees. Para hacer un buen resumen, no copies frases textuales y concéntrate en escribir con términos simples y claros. Además, emplea palabras clave y listas.
Por otro lado, los mapas mentales son una herramienta visual muy útil para organizar ideas de manera gráfica. Funcionan bien en temas complejos o extensos, ya que permiten visualizar la relación entre diferentes conceptos. De sus principales ventajas destaca que fomentan en los estudiantes en su comprensión lectora.
En estos mapas, ubica el tema principal en el centro y añade ramas con las ideas más importantes. Usar colores, íconos y diagramas hará que sea más dinámico y fácil de memorizar. Si te cuesta acordarte de datos importantes o necesitas organizar mejor tus ideas, integrar este recurso en tu rutina puede marcar la diferencia para ser un buen estudiante.
4. Realiza exámenes de práctica
Realizar exámenes de práctica es una de las estrategias más útiles para reforzar el conocimiento. A través de ellos, evalúas qué tan bien comprendes un tema, identificas puntos débiles y fortaleces áreas en las que aún necesitas mejorar.
Las simulaciones también sirven para reducir la ansiedad, ya que te familiarizas con el formato de las preguntas y con el tiempo límite de respuesta. Existen plataformas gratuitas como Kahoot, Typeform o Quizlet, donde puedes encontrar cuestionarios ya creados o elaborar los tuyos.
De igual modo, puedes diseñar pruebas personalizadas con preguntas abiertas y de opción múltiple basadas en tus apuntes y libros de texto. Otra alternativa efectiva es hacer autoevaluaciones, respondiendo sin consultar tus notas y luego verificando lo que contestas. O pídele a un amigo que te haga preguntas y evalúe tus respuestas.
5. Aplica la regla de los 5 segundos
Cuando sientas la tentación de posponer el estudio, cuenta mentalmente hasta cinco y, antes de que el número finalice, comienza con la tarea. Este truco funciona porque tu mente no busca excusas o distracciones y, en su lugar, te obliga a actuar. Una vez que inicias, es más fácil continuar.
Si te cuesta concentrarte, combina esta técnica con otros métodos, como establecer pequeños objetivos de estudio o utilizar un temporizador para sesiones cortas. Lo importante es dar el primer paso, porque una vez que te sumerges en la tarea, la resistencia a estudiar disminuye y la productividad aumenta.
6. Toma apuntes efectivos durante la clase
Escribir todo lo que dice el profesor no siempre es la mejor manera de tomar apuntes. Resulta más útil identificar los conceptos esenciales y establecer conexiones entre las ideas principales.
Existen varias técnicas para que tus apuntes sean más eficientes y fáciles de recordar. Una de ellas es el Sketchnoting, un método visual que combina texto con dibujos simples, símbolos y diagramas que representan información de forma clara y atractiva. Este enfoque es ideal para recordar temas complejos, pues permite asociar conceptos con imágenes. Por ejemplo, si aprendes sobre la estructura de un átomo, dibujar un esquema en tus notas contribuye a visualizarlo mejor en lugar de solo leer su descripción.
Si prefieres un sistema más estructurado, el método Cornell es una excelente opción. Consiste en dividir la hoja en tres secciones: una columna para anotar palabras clave o preguntas importantes, un espacio amplio para los apuntes principales y un área de resumen donde sintetizas la información en tus propias palabras. Esta técnica facilita el repaso y permite organizar el contenido de manera más eficiente.
Sin importar el método que elijas, es recomendable respaldar tus apuntes para que no ocurran pérdidas inesperadas y además tener acceso siempre que necesites revisarlos. Puedes digitalizarlos tomando una foto o guardándolos en la nube, si usas notas electrónicas.
7. Evita la multitarea mientras estudias
En lugar de dividir tu atención entre diferentes actividades, es más funcional enfocarte por completo en un solo tema o tarea a la vez. Esto te permitirá procesar la información y contribuye a tu comprensión.
Con tal fin, elimina distracciones como el celular, las redes sociales o la televisión. Crear un entorno adecuado también vale: un espacio tranquilo y libre de interrupciones facilitará la concentración y hará que el tiempo de estudio sea más productivo.
8. Usa tarjetas didácticas para repasar
Se trata de fichas donde escribes una pregunta, concepto o palabra en un lado y su definición o explicación en el reverso. Este sistema es ideal para recordar datos importantes, términos técnicos, fechas históricas o fórmulas matemáticas. Otra ventaja es que refuerzan la memoria a largo plazo, al fomentar una recuperación activa de la información.
Para aprovecharlas al máximo, elabóralas a mano o utiliza aplicaciones como Anki o Quizlet, que dejan organizar y revisar el contenido con facilidad.
9. Haz ciclos de revisiones
La Universidad de Minnesota plantea que a diario releas y organices tus apuntes, hagas resúmenes o completes ejercicios relacionados con la clase del día; así procesas la información de inmediato y la fijas en la memoria. Agregan que, en la semana, puedes convertir tus notas en una guía estructurada o realizar una prueba de práctica para evaluar qué tanto recuerdas.
Mantener este hábito hará que el estudio previo a los exámenes sea más llevadero, ya que gran parte del contenido estará almacenado en tu memoria a largo plazo.
10. Emplea la repetición espaciada
Este método consiste en revisar la información en intervalos progresivos. Por ejemplo, puedes repasar un tema hoy, volver a revisarlo en dos días, luego una semana después y así sucesivamente. De esta manera, cada vez que vuelvas a estudiar el contenido, refuerzas su almacenamiento.
Tal enfoque ha demostrado ser muy efectivo, porque que el cerebro procesa los datos de manera más profunda y previene la sobrecarga cognitiva. Para aplicarlo, puedes utilizar tarjetas de estudio, hacer resúmenes o ejercicios prácticos y programar tus repasos en una agenda o en aplicaciones como Anki, que están diseñadas para facilitar la repetición espaciada.
Al incorporar esta técnica en tu rutina, cooperas con la retención del conocimiento sin necesidad de recurrir a sesiones de estudio maratónicas y poco efectivas.
11. Encuentra un compañero de estudio
Estudiar con un compañero te colabora para mantener la motivación, comprender los temas y reforzar lo aprendido a través del intercambio de ideas.
Cuando estudias leyendo en voz alta, no solo ayudas a tu compañero, sino que fortaleces tu propia retención de información. Aparte, trabajar en equipo permite resolver dudas más rápido, ya que cada uno puede aportar diferentes perspectivas y estrategias. Otra ventaja es que un compañero de estudio sirve como un recordatorio constante de tus metas académicas, fomentando la disciplina.
Para que esto sea efectivo, es importante elegir a alguien que comparta tu nivel de compromiso y enfoque. Pueden organizar sesiones estructuradas, dividir temas para explicarse mutuamente y realizar pruebas de práctica. Si prefieres una alternativa digital, estudia con compañeros a distancia a través de videollamadas o grupos en plataformas como Discord o Google Meet.
Un buen compañero de estudio no solo hace que el aprendizaje sea más llevadero, sino que también impulsa el rendimiento académico y la confianza al momento de presentar exámenes o realizar trabajos en grupo.
12. Prioriza las tareas
Al hacer una lista de tareas te enfocas en lo más importante y no te sientes abrumado/a por una lista interminable de pendientes. Si no sabes por dónde empezar, puedes utilizar el método Eisenhower, una herramienta para ordenar tus actividades en cuatro niveles de prioridad:
- Urgente e importante: aquello que requiere atención inmediata, como prepararte para un examen al día siguiente.
- Importante pero no urgente: lo relevante que puede planificarse con anticipación, como adelantar lecturas o resúmenes.
- Urgente pero no importante: asuntos que pueden delegarse, como responder mensajes sin urgencia o realizar tareas menores.
- Ni urgente ni importante: lo que consume tiempo, pero no aporta valor a tu estudio, como revisar redes sociales sin un propósito claro.
Si aprendes a priorizar, optimizarás tu tiempo de estudio y no acumularás trabajo a última hora.
13. Explica el tema como en una exposición
Este método te obliga a estructurar la información con claridad, lo que facilita la comprensión y la retención a largo plazo. Para ponerlo en marcha, elige un tema que necesites repasar y preséntalo en voz alta, imaginando que estás ante una audiencia. Hazlo frente a un espejo, grábate o explícalo a un amigo o familiar.
Si durante la exposición te cuesta recordar ciertos conceptos o notas que algunas ideas no están del todo claras, es señal de que debes reforzar esos puntos. También puedes hacer preguntas hipotéticas e intentar responderlas como lo haría un profesor. Cuanto más detallada y fluida sea tu explicación, mejor habrás asimilado el contenido.
Este ejercicio facilita confianza al hablar en público y la aplicación del conocimiento en exámenes o debates académicos.
14. Nunca pospongas tu sesión de estudio planificada
Es fácil caer en la tentación de posponer una sesión de estudio, en especial cuando surgen otras actividades o solo no tienes ganas de empezar. No obstante, aplazarlo solo hará que la carga de trabajo se acumule, aumentando el estrés y afectando tu rendimiento.
Comprométete con tu planificación y respeta el horario que estableciste. Considera el estudio como una cita inamovible contigo, al igual que lo harías con una reunión importante. Si en algún momento sientes poca motivación, inicia con una tarea sencilla para entrar en ritmo o aplica la regla de los 5 segundos.
Si surge un imprevisto que en realidad te impida estudiar en el momento programado, reacomoda tu agenda y asegúrate de recuperar ese tiempo en otro momento del día. La clave está en mantener la constancia y la disciplina, ya que el aprendizaje efectivo es el resultado de la repetición y la práctica continua.
15. Empieza por la asignatura más difícil
Al momento de estudiar, es común querer empezar con las asignaturas más fáciles para sentirse productivo/a. Sin embargo, esta estrategia puede llevar a que cuando llegues a los temas más complejos, te haya ganado el cansancio y tengas menos energía para concentrarte. Por eso, es mejor iniciar con la materia que te resulte más difícil o que requiera mayor esfuerzo.
En las primeras horas de estudio, la mente está más fresca y la capacidad de retención es mayor. Aprovecha para abordar los conceptos más desafiantes, pues tu nivel de concentración será más alto. Una vez que avances con lo más complicado, estudiar el resto de las asignaturas será más ligero y motivador.
Para facilitar este proceso, combina la teoría con ejercicios prácticos. Si sientes que te estancas, usa técnicas de estudio como la explicación en voz alta. Adoptar este hábito conviene para manejar tu energía y mejorar la eficiencia de tus sesiones de estudio.
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¿Por qué es importante tener buenos hábitos de estudio?
Tener buenos hábitos fomenta el rendimiento académico, facilita el aprendizaje, reduce el estrés y optimiza el tiempo. No se trata de estudiar más, sino de estudiar mejor. Asimismo, incorporar hábitos a tu rutina de estudio contribuye del siguiente modo:
- Favorecen la retención de información: ejecutar buenas técnicas de estudio consolida el conocimiento e impide olvidar lo aprendido después de un examen.
- Reducen el estrés y la ansiedad: estudiar con anticipación y con métodos eficientes disminuye la presión de las fechas límite y el agotamiento por sesiones intensivas y poco productivas.
- Mejoran gestión del tiempo: un plan de estudio bien estructurado distribuye las materias de forma equilibrada, sin acumulaciones de último minuto y permitiendo repasar con suficiente antelación.
- Desarrollan autodisciplina y organización: los buenos hábitos de estudio ayudan a fortalecer la capacidad de planificar, priorizar y cumplir compromisos, habilidades esenciales tanto en la vida académica como en el ámbito profesional.
- Transforman el aprendizaje en un proceso más dinámico: cuando estudias de modo estructurado, se vuelve más llevadero y menos monótono. En este aspecto, implementar hábitos sólidos hará que aprender sea más rápido y fácil, incrementando tu rendimiento y confianza.
El éxito está en cómo estudias, no en cuánto estudias
Cuando estudias, la clave está en la constancia y en aplicar métodos que se adapten a tu estilo de aprendizaje. Además, el entorno juega un papel fundamental en tu concentración y productividad. El cerebro asocia los espacios con actividades específicas, por lo que contar con un lugar adecuado para estudiar puede marcar la diferencia en tu nivel de enfoque.
Busca un sitio libre de distracciones, bien iluminado y ordenado, con todo el material necesario al alcance de la mano. Si te cuesta concentrarte, considera utilizar auriculares con ruido blanco o música instrumental para minimizar interrupciones. También es importante cuidar la ergonomía: con una silla cómoda y una buena postura evitarás la fatiga y mantendrás el enfoque. Comienza hoy mismo a implementar estas estrategias y notarás avances significativos en tu rendimiento.
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