Combatir el pensamiento obsesivo

Combatir el pensamiento obsesivo
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 06 abril, 2020

El pensamiento obsesivo afecta a 1 de cada 50 personas y es uno de los problemas psicológicos que más ocultan quienes lo padecen. El pensamiento obsesivo consiste en quedarse enganchado a una idea y en no ser capaz de deshacerse de ella. Generalmente, los pensamientos obsesivos conllevan preocupación, una preocupación irracional o absurda. Todo ello provoca un sufrimiento innecesario.

Todos hemos tenido un mal día, una discusión o situación que nos acaba fastidiado el día. Situaciones que hacen que nos pasemos el día pensando en ellas y en cómo podríamos haber actuado o reaccionado de otra forma. Pero, por mucho que queramos, no podemos dejar de pensar en ello. Aunque ya no podemos cambiar nada, nuestra mente no para de revisarlo una y otra vez y se convierte en un “quiero parar, pero no puedo”. Eso son los pensamientos obsesivos.

El pensamiento obsesivo como problema psicológico

Todos tenemos algún pensamiento obsesivo. Así, tener uno de estos pensamientos no constituye un problema ni mucho menos una patología. Sin embargo, para algunas personas sí constituye un problema psicológico, ya que estos pensamientos condicionan de manera significativa sus vidas. Además, los tienden a ocultar. Da mucho corte confesar que uno tiene algo raro y feo.

Para estas personas, los pensamientos obsesivos recurrentes. Los pensamientos obsesivos que tienen versan sobre preocupaciones absurdas y, aunque saben que son absurdas, no pueden evitarlo. Un ejemplo clásico de pensamiento obsesivo lo encontramos en “¿Seré capaz de cometer una acto deshonesto, prohibido o un delito grave?”.

Mujer mordiéndose las uñas obsesionada

Causas del pensamiento obsesivo

El pensamiento obsesivo surge por varias razones o, mejor dicho, por la combinación de varias razones. Una de las más comunes está relacionada con el futuro, en concreto, con la necesidad de predecir el futuro. Queremos conocer el futuro para predecirlo, saber que mañana no nos ocurrirá una desgracia. Queremos controlar lo incontrolable, pero no podemos. Día a día suceden cosas inesperadas.

Otra de las razones para que surja el pensamiento obsesivo está relacionada con nuestra baja tolerancia a la ansiedad. Vivimos en un mundo donde siempre estamos corriendo y constantemente nos bombardean con estímulos e información. Necesitamos estar siempre ociosos, haciendo cosas. Todo ello nos genera estrés y podemos llegar a sentir ansiedad. Algo normal para lo que nuestros cuerpos están preparados, pero no tanto nuestras mentes. Ante cierta idea que causa nervios queremos deshacernos de ella, aplacarla en el momento. No tendemos a reflexionar sobre ella.

La última razón que nombraremos es la terribilitis. La terribilitis es la creencia de que cualquier adversidad es “terrible”. Nos consideramos el centro del universo, por lo que cualquier contratiempo lo consideramos el fin del mundo. Esta tendencia a exagerar los problemas constituye otra de las razones de los pensamientos obsesivos. Aunque estas son las tres principales razones, existen otras como el pensamiento supersticioso, la excesiva vergüenza, el miedo al ridículo, etc.

Mujer tumbada sonriendo por un pensamiento positivo

¿Qué hacer frente a un pensamiento obsesivo?

Cualquier pensamiento obsesivo tiene unas características que lo definen y que nos pueden ayudar a neutralizar su influencia negativa. La principal es que el 100% de las personas se puede librar de ellos o reducir su poder hasta que sea despreciable. Todos podemos deshacernos de los pensamientos obsesivos sin necesidad de fármacos. No obstante, sí necesitaremos realizar una intervención.

El tratamiento se basa en aprender a tolerar la ansiedad. Cuanta más ansiedad seamos capaces de tolerar, mayores niveles de ansiedad soportaremos. Para ello hay que acostumbrarse a la ansiedad, al menos a ciertos niveles de ansiedad. De la misma forma, tenemos que aprender a tolerar la incertidumbre. Ser capaces de vivir sin pensar que aquello que no podemos anticipar será necesariamente malo.

Por otra parte, también debemos dejar de darle importancia a las “chorradas”. La mayoría de los problemas que tenemos son poco relevantes, de manera que una de las mejores cosas que podemos hacer con un problema es situarlo en su sitio real en el plano de trascendencia. Para ello tenemos que aceptarnos como somos. Borrar la imagen de “perfectos” tan irreal que nos formamos. Hay que empezar a ser “dulces gamberros” que asumen sus imperfecciones. Todo ello nos ayudará a alejar los pensamientos inútiles en general y los obsesivos en particular. Resumiendo, tenemos que meternos en la cabeza que “nada es tan terrible”.


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