El reto de trabajar con una persona acostumbrada a utilizar la violencia

Todos conocemos personas que se relacionan a través del conflicto y los males tratos. ¿Cómo trabajar junto a ellas? «Complicidad» es la palabra clave, hablamos sobre ello en el siguiente texto.
El reto de trabajar con una persona acostumbrada a utilizar la violencia
Sergio De Dios González

Escrito y verificado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 06 abril, 2022

Todos hemos conocido a esa persona que es arisca, tosca de maneras y se relaciona con el mundo a puñetazos. Violenta en formas y maneras, y que va repartiendo amenazas para un lado y para otro. Se identifica fácilmente porque parece que la tormenta va con él. Así, las nubes constantes en su cielo son la premonición de la violencia.

No evade los conflictos porque ve en ellos la oportunidad para conseguir lo que pretende, puede ser dinero, quedar por encima del otro o cualquier otra cosa. En el caso de quedar por encima del otro, es su inseguridad la que le habla a gritos pidiendo pruebas constantes de su valor. Unas dudas que le generan una ansiedad que le come por dentro y que solo sabe calmar de esa manera.

El matón que soñaba con un lugar en el paraíso

Jonas Jonasson escribía en “El matón que soñaba con un lugar en el paraíso” la historia de un matón un tanto peculiar. En un pasaje del libro nos revela qué ocurre “entre bambalinas” en personas que están habituadas a este tipo de pautas de comportamiento. Dicho recorte literario dice así:

“[…] Lo que no sabían era que el Asesino Anders venía experimentando una creciente sensación de que la vida no tenía sentido. Eso era algo nuevo para él. Siempre había razonado con otros por medio de los puños, pero no era fácil hablar consigo mismo de esa manera. por eso se refugiaba en el alcohol, cada vez a horas más tempranas y con mayor ahínco […]”

Si por algo destaca la manera del escritor nórdico es por esconder, detrás del humor ácido que emplea para describir el destino de sus personajes, personalidades naturales y consecuentes. Para quien tenga curiosidad, le animamos a pasar un rato divertido con la lectura completa, pero nosotros para este artículo no vamos a detener aquí.

Es Anders un hombre del tipo que describíamos en la introducción, rudo y violento. Acostumbrado a darse bofetadas con el mundo. En este caso él no lo hace por quedar por encima de nadie, sino por que es su profesión. El problema lo tiene cuando tiene que hablar consigo mismo, ya que como no conoce otra forma, lo hace de la misma manera violenta. Así, paradojas de la vida, él se convierte en la primera víctima de su ineptitud para relacionarse.

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Hay personas que, sin ser asesinas, comparten este problema con el personaje de Jonas. Son incapaces de dar amor, pero también son incapaces de dárselo a ellos mismos. Lo echan de menos, terriblemente, pero no han aprendido a convivir con las emociones y los sentimientos. Así, tanto a las emociones propias como a las de los demás las ven como una amenaza que tienen que alejar lo antes posible. Lo hacen utilizando el único lenguaje que conocen: la violencia.

No tiene por qué ser una violencia física, de hecho en la mayoría de los casos no lo es. Hablamos de una violencia verbal, que está presente en los diálogos con otros, pero también en sus diálogos internos. Por eso, la mejor ayuda que les podemos dar a estas personas son instrumentos que alejen a la violencia de su manera de expresarse.

 

¿Cómo se trabaja con las personas se relacionan con violencia?

En primer lugar, como especialistas, agentes motivadores y reforzadores del cambio tenemos que creer en que este cambio es posible. En segundo lugar es necesaria la complicidad en el proceso de la persona con comportamientos violentos. Nosotros nunca vamos a poder cambiar a alguien que no quiera hacerlo. De hecho, si le intentamos manipular y se da cuenta, lo que podemos conseguir es un efecto contrario, de manera que la persona se encierre en su manera de actuar para defender su independencia.

Así, en este tipo de procesos muchas veces hay una fase previa en la que el especialista no se enfoca en el cambio, sino en que la persona perciba la necesidad de dicha transformación. Por otro lado, una vez que la ha visto, es igual de importante -antes de intervenir- que la persona quiera nuestra ayuda y nos conceda el papel de figura de autoridad en la gestión de ese cambio.

En segundo lugar hay que poner consciencia en algo que ellos hacen de manera automática: utilizar la violencia. Lo llevan haciendo durante tanto tiempo que no se dan cuenta, que lo incorporan a su manera de actuar como nosotros podemos emplear las típicas muletillas. Es importante que la persona se dé cuenta de que está siendo violenta en el momento en el que lo es, no después cuando aprecia que las consecuencias son desastrosas.

Pareja en terapia

Si el entorno de la persona violenta es favorable al cambio, es bueno que también trabajemos con ellos para que nos ayuden a reconocer y a reforzar los logros. Tenemos que explicarles, por ejemplo, que pasar de la amenaza o el chantaje a la petición es un gran paso y que asumir un no es otro.

Por otro lado, si hay una parte del entorno que es contraria al cambio y que refuerza las conductas violentas, lo mejor es que la persona que quiere cambiar se aleje de eses entorno. Más tarde, cuando el cambio esté establecido, aunque seguirá habiendo riesgo de recaída, la persona ya será capaz de ver la distancia que hay entre el antes y el después y decidir qué camino quiere tomar.

Otro punto importante de la intervención es incidir en las consecuencias naturales del comportamiento. Muchas personas se dan cuenta de que han utilizado la violencia cuando ven reflejado el daño en el otro. Así, la ausencia de este daño e incluso la presencia de emociones positivas en el otro son una de las principales referencias reales, que le podemos dar a la persona que está en el proceso, de los resultados de la transformación que está viviendo.

Finalmente queríamos decir que existen personas violentas que encuentran placer en su manera de actuar, en el sufrimiento del otro e incluso en el propio. Este artículo no está enfocado en ellas, ya que en estos casos la formas de trabajar son muy distintas. En este artículo hemos hablado de esas personas que mostrándose violentas no dejan de sufrir interiormente por su manera de comportarse y de relacionarse con ellas mismas.

Si os ha gustado este artículo y os interesa especialmente este tema, os dejamos uno que hicimos hace algún tiempo sobre la violencia en el contexto familiar.

Foto cortesía de Marion Peck


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.