El empirismo radical y la ausencia del yo en Hume

A menudo nos identificamos con nuestros pensamientos, ideas y sentimientos, pero ¿acaso es eso lo que somos? Hume nos ofrece una perspectiva que desafía nuestras creencias más convencionales.
El empirismo radical y la ausencia del yo en Hume
Matias Rizzuto

Escrito y verificado por el filósofo Matias Rizzuto.

Última actualización: 06 febrero, 2023

El pensamiento de Hume (1711-1776) influyó de manera significativa en el desarrollo de la ciencia y la filosofía moderna. Sus teorías han sido toda una referencia en el desarrollo de corrientes de pensamiento más actuales. Sus planteamientos sobre la ausencia del yo han tenido un gran impacto en la filosofía contemporánea.

Para dimensionar correctamente las ideas de Hume es necesario entender su epistemología, es decir, su teoría del conocimiento. Su enfrentamiento con el pensamiento de su época también resulta clave para comprender el sentido de su propuesta.

Mente con un hombre en el interior
El pensamiento de Hume desafía las creencias sobre nosotros mismos.

El empirismo radical de Hume

Hume sostenía que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia sensible. Para Hume, la única información fiable que poseemos proviene de los sentidos. Las corrientes filosóficas que proponen esto son conocidas como empiristas. Si bien otros autores, como Locke, también son considerados empiristas, Hume es un empirista radical, dado que no acepta otro tipo de conocimientos.

Su filosofía surge en oposición al racionalismo de Descartes, cuya influencia intelectual gozaba de mucho vigor en tiempos de Hume. Mientras Descartes desconfía de los sentidos y le da un fuerte valor a los contenidos mentales, Hume rechaza la claridad de estos y valora la experiencia sensible como única fuente de conocimiento.

Los contenidos mentales según Hume

Según el enfoque de Hume, los contenidos mentales o percepciones pueden dividirse en dos categorías:

  • Impresiones.
  • Ideas.

Las impresiones son las percepciones que tenemos a través de los sentidos, mientras que las ideas son las huellas que dejan las impresiones en nuestras mentes. Mientras que las impresiones son fuertes e intensas, las ideas son débiles y de menor vivacidad.

Supongamos que observamos un paisaje: su imagen será clara para nosotros mientras lo observamos. Si cerramos los ojos e intentamos imaginarlo, seguramente olvidemos ciertos detalles, de manera que pasado algún tiempo solo nos quedará un recuerdo vago y confuso.

Sin embargo, existen en nosotros ideas de las cuales no poseemos ninguna impresión. Por ejemplo, tenemos la idea de centauro sin que nunca hayamos visto uno. Dado que nuestras ideas se basan en impresiones, su validez dependerá de la conexión que posea con alguna impresión pasada. Si no logramos encontrar ninguna impresión asociada a una idea, no podemos afirmar que tenemos un conocimiento acerca de ella; debemos rechazarla como una ficción creada por la imaginación.

Ojo
Todo el conocimiento que obtenemos del mundo proviene de nuestros sentidos.

Hume contra la idea de sustancia

A lo largo de la historia de la filosofía, el concepto de «sustancia» ha servido para explicar el modo en el que se organiza la realidad. Desde Aristóteles, se entiende por sustancia aquello que da identidad a un ente determinado en el tiempo.

Por su parte, las determinaciones que afectan circunstancialmente a la sustancia llevan el nombre de «accidentes». Descartes sostenía la existencia de tres tipos de sustancias: la sustancia infinita (Dios), la sustancia espiritual (el alma o la mente) y la sustancia material (el cuerpo). Por su parte, Hume se opondrá fuertemente a dichas afirmaciones.

Comencemos por la idea de Dios. De acuerdo a la teoría del conocimiento de Hume, debemos tener al menos una impresión sensible para que una idea posea validez. Dado que poseemos la idea de Dios, pero ninguna impresión sensible, esta puede ser una ficción de nuestra imaginación. De este modo, resulta imposible tener un conocimiento certero de Dios a través de su idea.

Este argumento no solo tiene consecuencias epistemológicas, sino también éticas. Con base en nuestra imposibilidad de conocer a ciencia cierta la existencia de un dios, Hume sugiere que los creyentes deberían ser abiertamente tolerantes con los fieles de otras religiones.

Hume y la ausencia del yo

Por otra parte, la idea del yo o alma como sustancia también es puesta en duda. Cuando nos volvemos hacia nosotros mismos y notamos que existe la idea de un yo, encontramos una serie de impresiones asociadas a dicha idea, pero ninguna que sea constante e invariable.

El dolor y el placer, la pena y la alegría, las pasiones y las sensaciones se suceden las unas a las otras de manera incesante. Pese a todo, no podemos decir que alguna de dichas impresiones sea el yo.

Puesto que dicho cúmulo de impresiones no puede existir al mismo tiempo, no podemos derivar la idea de yo de nuestros pensamientos o sentimientos. Para Hume, «[el yo] es un enlace o colección de diferentes percepciones que se suceden las unas a las otras con una rapidez inconcebible y que se hallan en un flujo y movimiento perpetuo». Y dado que no puede haber sustancia si no existe una continuidad de las características, el yo no es una sustancia. El yo no es una unidad de referencia, sino un compuesto de elementos cambiantes, carente de identidad.

El yo como un teatro vacío

Hume utiliza la metáfora de un teatro para ejemplificar la dinámica del yo. Este es un teatro por donde distintos actores (las distintas percepciones) aparecen sucesivamente, representando una variada gama de escenas, posturas y relaciones. Sin embargo, dice Hume, la comparación con el teatro no debe de engañarnos, ya que «no poseemos la noción más remota del lugar donde estas escenas se representan o de los materiales de que están compuestas».

Aquello que denominamos yo o sí mismo es para Hume una asociación que realiza nuestra imaginación con base en una diversidad de impresiones cambiantes que no poseen una identidad definida. Aceptar esta conclusión tiene un impacto muy fuerte en nuestra forma de percibirnos a nosotros mismos y a los demás.

Rostro de un hombre fragmentado
El yo es visto por Hume como un teatro vacío.

Consecuencias de la ausencia del yo

Está claro que el planteo de que nuestra identidad personal es una ficción puede tener un impacto muy fuerte en nuestras creencias. El hecho de que no exista algo en nosotros que opere como un yo sustancial puede debilitar el modo en el que nos identificamos con algunos aspectos fuertes de nuestra personalidad.

Si bien la idea de que no existimos como individualidad puede resultar angustiante, también puede ser liberadora. Algunos han vinculado la teoría de Hume con la propuesta del budismo acerca de la ausencia del yo. Sin embargo, el filósofo escocés no plantea sus descubrimientos como un camino hacia la liberación, sino como un hecho epistemológico que debemos tener en cuenta para andar con cuidado por el sendero del conocimiento.


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.


    • Giles, J. (1993). The No-Self Theory: Hume, Buddhism, and Personal Identity. Philosophy East and West, 43(2), 175–200. https://doi.org/10.2307/1399612
    • Hume, D. (2001). Tratado de la naturaleza humana.  Libros en la red. Diputación de Albacete.
    • Pablos Escalante, R. (2022). Repensar a Descartes. Consideraciones sobre la sustancia, el sujeto, y la unión-cuerpo. Diálogos53(111), 117–150. Recuperado a partir de https://revistas.upr.edu/index.php/dialogos/article/view/20235
    • Vigo, A. (1998). Sustancia, sucesión y permanencia según Aristóteles : el componente temporal en la distinción categorial sustancia-accidentes. Tópicos, 14. https://hdl.handle.net/20.500.12552/3868

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.