La felicidad: ¿qué nos hace felices?
Alguna vez te has preguntado: ¿qué nos hace felices? Uno de los países más felices del mundo es Bután, un reino budista en el borde oriental del Himalaya escondido entre montañas. En Bután consideran que la acumulación de riqueza no trae consigo la felicidad, su gobierno mide el estado de bienestar con un índice nacional de felicidad.
El gobierno tiene en cuenta este indicador basado en la filosofía budista para crear políticas que aseguren el bienestar de la población. Este indicador mide aquello que hace felices a los habitantes. Pero, ¿qué es la felicidad?
La felicidad
Casi todos buscamos ser felices, pero no hay una definición exacta sobre este constructo; algunos científicos señalan que es un bienestar subjetivo, es decir, la felicidad no es lo que nos pasa, sino lo que interpretamos de lo que nos pasa. En cambio, otros señalan que se trata de un estado de bienestar psicológico, el cual depende de cómo gestiona cada persona las circunstancias de su vida.
Los investigadores que estudian la felicidad señalan que esta se compone de dos elementos diferenciados, el afectivo (reacciones y estados emocionales positivos) y el cognitivo (pensamientos de satisfacción con nuestra vida).
Y la genética, ¿puede influir en nuestra felicidad? Parece que un 50 % de nuestra felicidad está muy influenciada por los genes, un 40 % por las actividades realizadas de manera intencional por nosotros mismos y un 10 % por las circunstancias vitales.
¿Qué nos hace felices?
La psicología positiva destaca dos perspectivas sobre la manera en la que podemos experimentar la felicidad: la perspectiva hedonista y la perspectiva eudemónica. Pero, ¿en qué se basan estas perspectivas?
La perspectiva hedonista se remonta al siglo IV a.C, cuando Aristipo de Cirene, un filósofo griego discípulo de Sócrates, explicó que el objetivo final de la vida debía ser maximizar el placer y minimizar el dolor. En las culturas occidentales, la perspectiva hedónica es la manera más frecuente de lograr la felicidad. Una persona con una perspectiva hedonista cree que la felicidad proviene, por ejemplo, del placer de hacer un viaje, de ir a un concierto o comprarse un capricho.
La perspectiva eudemónica no es tan frecuente en la cultura occidental, este concepto se remonta al siglo IV a. C., cuando Aristóteles la definió por primera vez en su obra Ética a Nicómaco. Para Aristóteles, uno debe vivir su vida de acuerdo con sus virtudes para alcanzar la felicidad. Esta perspectiva es un intento de buscar una felicidad más duradera y significativa; por ejemplo, una persona con esta perspectiva puede pensar que la felicidad deriva del placer que puede producir el crecimiento personal.
Entonces, ¿cómo enfoco mi felicidad?
Muchos científicos señalan que ambos enfoques son necesarios para sentir ese bienestar psicológico al que le ponemos la etiqueta de felicidad. Un estudio de comportamientos hedónicos y eudemónicos concluyó que los comportamientos hedónicos y eudemónicos contribuyen al bienestar de diferentes maneras y, por lo tanto, ambos son necesarios para la felicidad.
No es necesario elegir, las personas más felices comparten las dos. Si es cierto que matizan que las personas con tendencia eudemónica presentan niveles más altos de felicidad en comparación con las personas en donde la tendencia es hedónica.
El estudio más largo sobre la felicidad
En 1938, comenzó un estudio en la Universidad de Harvard que ha llegado a nuestros días activo y que ha seguido durante décadas a 724 hombres para ver qué les hacía felices. A lo largo de estos años, el equipo de investigadores ha recogido información, de diversa índole, sobre sus vidas, sin saber cómo irían estas.
Se estudió la vida de dos grupos de hombres, el primer grupo comenzó el estudio cuando eran estudiantes universitarios de la Universidad de Harvard. Todos terminaron la universidad durante la II Guerra Mundial y la mayoría fue a la guerra.
El segundo grupo estudiando fue un grupo de jóvenes de los barrios más pobres de Boston. Cada dos años, durante 75 años, estos jóvenes fueron llamados y se le hizo una serie de preguntas sobre sus vidas.
Parece que la felicidad tiene poco que ver con la riqueza, la fama o el trabajar mucho; más bien es la calidad de nuestras relaciones sociales lo que nos hace más o menos felices. El estudio destaca que las personas con más vínculos sociales con la familia, los amigos y la comunidad son más felices y viven más que las personas más aisladas.
Todo esto no tiene que ver con la cantidad de amigos que tenemos, tampoco tiene que ver con que estemos en una relación, sino con la calidad de las relaciones que tenemos.
¿La felicidad depende de uno?
Laurie Santos señala que solemos pensar que la felicidad viene al alcanzar una meta, pero los estudios nos dicen que suele originarse más bien cuando somos capaces de apreciar lo que tenemos. Para Laurie, no se trata de sonreír siempre y ser positivo, las emociones negativas son parte de la vida, son parte de ese sentimiento de satisfacción con esta.
Lyubomirsky, investigador en este ámbito, destaca que la felicidad cuesta trabajo, como cualquier otro objetivo vital importante que nos cuesta trabajo, compromiso, dedicación y esfuerzo. La felicidad no es diferente.
¿Por qué solemos olvidarnos de buscar la felicidad en el presente? Tal vez enfoquemos la felicidad como una meta más en la vida, cuando más bien se trata de un estado de bienestar emocional durante esta. Este estado se puede trabajar y construir como un hábito paulatino desde nuestro funcionamiento mental.
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