¿Qué es la psicología comparada?

La psicología comparada es una especialización muy valiosa. Su objetivo es situarnos en el ecosistema comparándonos con otros seres vivos e infiriendo de nuestros comportamientos una factible vida mental.
¿Qué es la psicología comparada?
Sara González Juárez

Escrito y verificado por la psicóloga Sara González Juárez.

Última actualización: 11 septiembre, 2021

La mayoría de los estudios publicados respalda la idea de que los animales sienten, piensan e incluso tendrían algo parecido a lo que conocemos como personalidad. Además, se han encontrado similitudes entre su comportamiento y el humano -o el de otras especies-, por lo que la psicología comparada se asumió la tarea de identificar qué nos une y nos diferencia.

En ocasiones, esta rama se confunde con la etología, ya que ambas estudian el comportamiento animal. No obstante, como verás más adelante, sus métodos y objetivos son diferentes, así como sus inicios.

En este artículo podrás conocer la definición, orígenes y límites de esta disciplina. Si quieres conocer qué nos asemeja al resto de animales -psicológicamente hablando-, los estudios asociados a esta rama te resultarán interesantes.

¿Qué es la psicología comparada?

La psicología comparada estudia las diferencias entre los animales

La psicología comparada es la rama de la psicología que trata de comprender el comportamiento y la vida mental de los animales, intentando descubrir las características que han evolucionado de forma convergente o paralela. También estudia las diferencias a nivel de comportamiento entre especies.

Orígenes de la psicología comparada

Aunque la comparación entre la mente animal y la mente humana siempre ha tenido una cierta presencia en la psicología y filosofía, fue Darwin el que prácticamente la situó en el centro. Su teoría propuso que la continuidad evolutiva entre animales y humanos a nivel biológico también podía extenderse a otros niveles.

La psicología comparada se fundó en Gran Bretaña a partir del darwinismo. Aquellos que iniciaron la rama pretendían hacer con el comportamiento lo mismo que los biólogos hacían con la anatomía: definir los niveles de complejidad de su objeto de estudio, llegando a hablar incluso de una posible mente, más o menos sofisticada, que mediaría en estos comportamientos.

Diferencias entre psicología comparada y etología

Aunque la linde no es clara -ya que su objeto de estudio era similar-, pistas importantes para saber si nos encontramos a uno u otro lado:

  • La etología tiene sus orígenes en Europa, mientras que la psicología comparada se popularizó en Estados Unidos tras crearse en Gran Bretaña.
  • La psicología comparada forma parte de la psicología y la etología se acerca más al campo de la zoología.
  • La etología pone más énfasis en el instinto y el comportamiento natural de las especies en su propio medio, mientras que la psicología comparada lo hace en el aprendizaje y el desarrollo de las teorías de la conducta.
  • Los métodos en la psicología comparada son experimentales, es decir, se centran en los trabajos de laboratorio. En cambio, la etología se basa en la observación de campo, en un contexto donde el observador no toma parte bajo ningún concepto.

El método comparativo

El método utilizado por la psicología comparada, como no podía ser de otra manera, es el comparativo. Con esta metodología se estudian los procesos psicológicos en ciertas especies y se trata de extrapolar las conclusiones sacadas a otras diferentes.

Los estudios experimentales están enfocados en averiguar en qué momento de la historia evolutiva aparecen ciertas características psicológicas, como el aprendizaje y la memoria. Una vez determinado este punto, se trata de establecer cómo esa capacidad ha ido evolucionando hasta llegar a la especie animal que más desarrollada la tenga.

La discusión moral del método experimental

La psicología comparada tiene muchas críticas por las condiciones de estudio

Los estudios de la psicología comparada suelen realizarse en laboratorios, motivo por el que reciben muchos de ellos bastantes críticas, ya que a menudo, para controlar variables, las circunstancias o los entornos que se crean son demasiado artificiales.

Para algunos expertos, el comportamiento de los animales no humanos no tiene validez fuera de su ámbito natural, pues la cautividad sería una condición capaz de distorsionar cualquier resultado. Además, afortunadamente en los últimos años hemos avanzado mucho en lo que se refiere a los principios éticos que se aplican en estudios con animales.

Entonces, si existen tantas debilidades, ¿por qué estos estudios se realizan en laboratorios? Algunas razones de peso para esta práctica serían las siguientes:

  • Resulta más económica y rápida.
  • Se evitan posibles imprevistos que ocurren en la naturaleza, como la depredación o eventos meteorológicos.
  • Permite aislar mucho mejor las variables a estudiar.
  • El hecho de descartar la influencia del entorno natural hace que sea más fácil extraer conclusiones sobre el comportamiento de los seres humanos, ya que se consideran resultados “limpios”.

Algunos de los estudios que hoy consideramos como clásicos, como el de Harry Harlow, ponen de manifiesto la necesidad de un nuevo enfoque para esta disciplina. En este ejemplo, se estudiaron los estilos de apego en macacos, separando a las crías de la madre nada más nacer. Se mantenía a los pequeños monos en celdas de aislamiento sensorial y se les hacía elegir entre un muñeco con forma de mono y un cilindro con biberón.

Más allá de las discusiones, los conocimientos de la psicología comparada tienen un valor. No solo nos dan una perspectiva más global de nuestra propia naturaleza, sino que nos permite comprender otras que forman parte de nuestros ecosistemas, con las que de alguna manera convivimos.


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  • Pardo Caballos, A. (2005). Ética de la experimentación animal: directrices legales y éticas contemporáneas. Cuadernos de bioética16(3), 393-417.
  • Plotkin, H. C., & Smee, F. J. O. (1986). Un modelo de la evolución de múltiples niveles, y sus implicaciones para la psicología comparada. Revista Latinoamericana de Psicología18(2), 183-197.

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