¿Qué es el antropomorfismo?
El antropomorfismo -acción de dotar de una forma antropomórfica- es la proyección que hace una persona de los rasgos humanos sobre objetos, animales, entidades no humanas, etc. Es una inclinación natural a humanizar el mundo que nos rodea, pues lo desconocido en muchos casos nos resulta angustiante y desconcertante. Con relativa frecuencia, la persona se identifica con aquello que la hace sentir aliviada, aunque solo sea en el corto plazo.
Tengamos presente el siguiente dato para el desarrollo del artículo: el vocablo antropomorfismo está compuesto por el elemento compositivo “antropo-“, que significa ‘hombre’, y el sufijo “ -ismo “ , que, para el caso que nos convoca, significa ‘doctrina’.
Gracias a la estructura del lenguaje, ponemos o invertimos nuestras emociones y sentimientos en el mundo, a condición de nombrar lo conocido y familiar sin que nos genere incertidumbre alguna. No obstante, se corre el riesgo de perder la crítica de nuestra forma de percibir el mundo, ya que uno de los peligros del antropomorfismo es pensar que lo que no se parezca a nosotros no tiene razón de ser, así como sentir temor por lo que no se parece al ser humano.
“Antropo-“, el pensamiento mágico y la condición humana
No es fácil cuestionar nuestra condición humana, y más cuando no somos conscientes de cómo nos percibimos a nosotros mismos y al mundo del que formamos parte . Sin embargo, es comprensible que nos amparemos en el significado “antropo-” para nombrar las cosas a nuestro gusto a través del pensamiento mágico , como medida de protección contra lo que es diferente de nuestra condición humana. ¿Serías capaz de cuestionar, con calma, agudeza y prudencia, tu sistema de creencias?
Por ejemplo, los alcances del antropocentrismo (el hombre es el centro del universo) fueron más extensos de lo que pudiéramos imaginar. En el siglo XVI, Nicolás Copérnico nos presentó otra perspectiva científica de los cuerpos celestes; hasta ese momento se trabajaba con la idea de que el Sol giraba alrededor de la Tierra, afirmación o mejor decir creencia que nos hacía el centro de la galaxia.
El mundo del ser humano dejó de ser el centro del universo (antropocentrismo), por lo que la teoría geocéntrica quedó absolutamente refutada. A partir del siglo XVI, la Tierra dejó de ser el centro de la creación divina, ya que su posición en la Vía Láctea junto a otros planetas es girar alrededor del Sol (teoría heliocéntrica).
En este ejemplo podemos ver cómo el vocablo “geocéntrico” está íntimamente vinculado con el antropocentrismo, filosofía creada por nuestros filtros interpretativos de la realidad, también contaminados por el antropomorfismo.
Antropomorfizar forma parte de la condición humana
Antropomorfizar es inherente a la condición humana, esto está claro. Por ejemplo, los niños hablan con sus juguetes o con sus mascotas -los adultos también lo hacemos-; tratan de antropomorfizar casi todo lo que pueden con el propósito de que sean familiares.
Si les pedimos que dibujen a su animal favorito, es probable que lo hagan incluyendo rasgos humanos, como la sonrisa, que es característica de los dibujos infantiles; también se les puede pedir que dibujen cuerpos celestes como el Sol, la Luna, etc., en los cuales, por lo general, se encontrarán caracterizaciones humanas.
Consecuencias
Una vez familiarizados con el elemento compositivo “antropo-“, hablemos de las consecuencias del antropomorfismo.
Vemos características parecidas a las humanas en objetos porque estamos contaminados por sesgos cognitivos para interpretar la realidad; por supuesto, es imposible conocerla tal cual como es, debido a las limitaciones de nuestros sentidos.
El problema es que al proyectar nuestros rasgos humanos en objetos no realizamos auditoría de lo que percibimos, por lo que el engaño será fácil de digerir, asumiéndolo como si fuere una verdad.
Un ejemplo sencillo es la forma en la que tratamos a nuestras mascotas, en especial a los gatos. Los abrazamos sin saber si a ellos les gusta realmente o no, les damos besos, celebramos sus cumpleaños, los vestimos, etc., sin antes detenernos a entender cómo se sienten o cómo interpretan nuestras manifestaciones de afecto humano.
Incluso, los dioses míticos tienen rasgos claramente humanos. Por ejemplo, Zeus, Ares, Afrodita, Frigg, Thor, Odín, Osiris, Satis, Huitzilopochtli, Quetzalcóatl, etc.; hasta los tótems guardan rasgos humanizados, así tengan forma de animal.
La madre naturaleza ha sido antropomorfizada, fenómeno que era más común en sociedades primitivas. Incluso los eventos climáticos eran atribuidos a las acciones divinas de los dioses, quienes, por supuesto, tenían rasgos humanizados.
¿Es malo antropomorfizar?
No es malo antropomorfizar, pero sí puede tener consecuencias poco deseadas, ya que no auditamos conscientemente la forma en que percibimos los objetos del mundo. Si tenemos claro cómo opera este pensamiento, especialmente a nivel inconsciente, tendremos una percepción menos contaminada a la hora de conocer el mundo y de ser conscientes de nosotros mismos.
Nuestros sentidos son limitados y no alcanzamos a conocer las cosas en su totalidad, y menos si les adjudicamos nuestros rasgos humanos para familiarizarnos con ellas.
Por otra parte, el antropomorfismo no causa efectos contraproducentes en nuestra percepción cuando lo utilizamos para crear arte, música, literatura, poesía, etc. Un paradigma de ello son los cuentos de los hermanos Grimm, que siempre nos dejan valiosas lecciones de vida. Además, en algunos cuentos los protagonistas son animales, como en La liebre y el erizo . Asimismo, la mitología griega es un excelente exponente de la condición humana.
“Gran parte de la concepción mitológica del mundo, que se extiende hasta las religiones más modernas, no es otra cosa que psicología proyectada hacia el mundo exterior”.
-Sigmund Freud-
Imagen de portada: El Olimpo, batalla contra los gigantes de Francisco Bayeu
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