Aprende a colaborar con los demás: beneficios y estrategias útiles

El trabajo en equipo es una de las habilidades que las empresas demandan más. Para la mayoría de proyectos, la iniciativa individual no es suficiente, por lo que la efectividad con la que se sumen los esfuerzos pasa a ser una variable principal para que los proyectos lleguen a buen puerto en plazos de tiempo competitivos.
Aprende a colaborar con los demás: beneficios y estrategias útiles
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 31 octubre, 2022

Los humanos somos seres sociales. Nos relacionamos con otros, y de nuestra habilidad para hacerlo dependen el éxito y el bienestar que alcanzamos. Tanto si hablamos de un proyecto laboral como de una familia o de un equipo deportivo, en cualquier situación que involucre a un grupo de personas es fundamental que todas ellas sepan convivir y colaborar entre sí para alcanzar los objetivos. Sin embargo, no siempre se nos enseña a hacerlo.

Hay diferentes condiciones personales que pueden dificultarnos esta tarea. Por ejemplo, el perfeccionismo y la exigencia elevada, la incapacidad para delegar o la necesidad de controlar. También la baja tolerancia a la frustración o unas habilidades sociales deficientes. Esto repercute negativamente en todo el conjunto, creando un clima hostil, desatando luchas de poder y alejándonos de las metas deseadas. Afortunadamente, es posible mejorar en estos aspectos.

Personas trabajando en equipo
La colaboración es esencial en los equipos de trabajo para conseguir los objetivos planteados.

¿Por qué es necesario aprender a colaborar?

Vivimos inmersos en una sociedad individualista y competitiva que nos insta a centrarnos en nosotros mismos, a buscar el éxito personal y a hacernos valer. Sin embargo, el crecimiento y los resultados que podemos obtener adoptando esta actitud son limitados: en cualquier circunstancia, colaborar con otros es necesario para nutrirnos, abrir la mente a nuevas perspectivas e ir más allá.

Una persona preparada académicamente, o con mucha experiencia en su campo, pero que no sabe trabajar en equipo, puede terminar siendo un lastre para la organización. Igualmente, en las relaciones personales, necesitamos saber dialogar, escuchar y negociar; de poco sirve “tener la razón” si somos incapaces de cooperar y alcanzar un consenso.

Desarrollar esta habilidad no implica ceder siempre, perder el criterio propio o no tener voz. No se trata de un sacrificio que hacemos por los demás. En realidad, reporta múltiples beneficios a nivel personal:

  • Favorece el compromiso y la retención de los miembros del equipo a largo plazo.
  • Nos ayuda a mejorar la autoestima y el sentimiento de valía personal.
  • Promueve un clima positivo que beneficia nuestra salud y satisfacción.
  • Favorece el desarrollo de habilidades sociales y comunicativas.
  • Alienta el sentido de responsabilidad individual para con los otros.
  • Favorece la comprensión hacia la diversidad.
  • Estimula la creatividad, el pensamiento crítico y la capacidad de resolución de problemas.
  • Al compartir habilidades y talentos, avanzamos en cuanto a conocimiento y consecución de objetivos.

¿Cómo aprender a colaborar?

Como todas las habilidades, la capacidad de colaboración puede mejorarse y desarrollarse. La aplicación de las técnicas y recursos variará en función del contexto. Las siguientes son algunas de las ideas sobre las que podemos comenzar a trabajar:

1. Fomentar la comunicación

Para que cualquier sistema humano funcione, la comunicación es fundamental. Y, aunque parezca obvio, no siempre le prestamos la necesaria atención a este punto. En primer lugar, hemos de aprender a comunicarnos: mediante escucha activa y asertividad. Deteniéndonos a comprender al otro, a verdaderamente tomar en cuenta sus puntos de vista y no simplemente centrándonos en responder o dar nuestra opinión.

En segundo lugar, la comunicación debe trabajarse de manera activa, creando y dedicando espacios específicos para que fluya. Hablar únicamente cuando surge un conflicto no es la mejor alternativa. Es preferible que el intercambio de ideas se produzca con regularidad.

2. Juzgar las ideas, no a las personas

Colaborar no es aceptar todas las peticiones que nos hacen. Podemos analizar, realizar críticas constructivas o incluso rechazar ideas. Sin embargo, es recomendable tener presente que cualquier juicio o evaluación irá dirigido a la idea o a la conducta concreta, y no a la persona en sí misma.

De este modo, evitaremos conflictos o facilitaremos la resolución de los mismos cuando parezcan por otros motivos. Para ello es fundamental revisar las etiquetas con las que identificamos al otro.

3. Trabajar la empatía

El individualismo pone al yo en el centro de todo, esto nos hace perder la perspectiva y desligarnos completamente de la realidad ajena. En este plano, la empatía es crucial, la capacidad para entender qué piensa el otro, cómo se siente, qué necesita y qué le mueve.

Este entendimiento nos permite ser tolerantes y flexibles. Logramos conjugar las necesidades propias y las ajenas, combinar los talentos de todos los involucrados y aunar esfuerzos.

4. Establecer objetivos comunes

Este es quizá el punto más importante. Y es que toda colaboración se produce en el seno de un proyecto común, de una meta que resulta deseable para todos los involucrados y por la que trabajan en conjunto. Es importante que ese objetivo sea consensuado y conocido por todos, que cada persona entienda la trascendencia de su rol en el proceso.

En una organización puede ser “aumentar las ventas”, en una pareja puede ser “formar una familia”. La clave es que este objetivo sea beneficioso para todos y genere un mayor nivel de implicación. Al trabajar por una meta común es más sencillo erradicar la idea de competencia y sustituirla por cooperación.

5. Asegurar la justicia y la confianza

Al hilo de lo anterior, las partes deben percibir que la situación es justa y la relación recíproca para estar más abiertas a la colaboración. Es necesario que el beneficio sea mutuo y que exista apertura y transparencia.

Esto es, que se tenga certeza de antemano de cuáles son los roles, las intenciones y las recompensas para cada uno. Sin esta claridad, se puede percibir la situación como desequilibrada y generar resentimiento y luchas de poder.

Hermanos hablando
Saber que hay un beneficio mutuo favorece la apertura y la empatía a la hora de colaborar.

6. Apostar por la autogestión

Por último, a las personas nos resulta más sencillo participar y cooperar en un entorno democrático y que nos ofrezca cierta sensación de control. Poder opinar, debatir y autogestionarnos (en cuanto a decidir de qué formas contribuir al proyecto) genera una mayor motivación.

Así, es preferible evitar estructuras demasiado jerárquicas y directivas, y permitir que todas las partes puedan aportar, desde su perspectiva, ideas de mejora.

En suma, para aprender a colaborar necesitamos sentirnos parte de un proyecto común, estar motivados e implicados, generar una confianza con las otras partes y experimentar cierta libertad. Estas condiciones propician la motivación intrínseca y nos ayudan a derribar esas barreras y mitos que nos hacen percibir a los otros como competidores.

Aplicar estas perspectivas en organizaciones, parejas, familias o grupos de cualquier índole requiere un trabajo deliberado y un cuidado a cada uno de estos aspectos. Sin embargo, los resultados son mucho más positivos no solo a nivel de productividad (capacidad para alcanzar las metas), sino también en cuanto a satisfacción personal y calidad de las relaciones.


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