Crisis epiléptica: características, tipos y cómo actuar
Cerca de 50 millones de personas en el mundo padecen epilepsia, lo que la convierte en uno de los trastornos neurológicos más comunes. Además, existen otros motivos que pueden llevar a la aparición de una crisis epiléptica, por lo que el riesgo aumenta. A pesar de que los picos máximos de incidencia se sitúan en la infancia y en la senectud, individuos de cualquier edad, género, raza y nivel socioeconómico son susceptibles de padecer una en algún momento de su vida.
Pese a lo anterior, las características y el funcionamiento de estas crisis no son comprendidas en su totalidad por el grueso de la sociedad. Lo llamativo de los síntomas es que pueden generar una alarma excesiva y un cierto rechazo hacia la persona que experimenta la crisis. Por lo mismo, es importante conocer su origen y cómo actuar cuando estas se producen.
¿Qué es una crisis epiléptica?
Las neuronas (células cerebrales) se comunican entre sí mediante impulsos eléctricos. Así, la crisis epiléptica ocurre por un exceso de actividad eléctrica en un grupo de neuronas, de manera que se produce un funcionamiento anormal del cerebro. Esta alteración aparece de forma súbita, brusca e inesperada y tiene una duración breve (generalmente de segundos a minutos).
Mientras tiene lugar la crisis, se pueden ver afectados los pensamientos, percepciones, movimientos y conductas. Incluso, en ocasiones puede tener lugar una pérdida de conocimiento. Cuando este episodio finaliza, el cerebro vuelve a funcionar con normalidad.
¿Por qué se produce?
Ante una crisis epiléptica es importante, en primer lugar, diferenciar en función de su origen. Así, existen dos grandes grupos en los que pueden categorizarse:
- Las crisis provocadas o reactivas son aquellas que tienen lugar en respuesta a una situación o causa conocida. Por ejemplo, una intoxicación por drogas o una importante bajada de azúcar pueden ser los desencadenantes. Generalmente, cuando dicha causa desaparece, la crisis no suele repetirse por lo que no se hace necesaria la medicación antiepiléptica (o, al menos, no de forma prolongada).
- Las crisis espontáneas no están asociadas a ningún proceso agudo (es decir, no tienen una causa concreta inmediata). Este es el tipo de episodios que sufren los pacientes epilépticos y suelen ser recurrentes.
Tipos de crisis epiléptica
Se han descrito más de 30 tipos de crisis epilépticas diferentes. No obstante, hay dos grandes categorías que agrupan las características más comunes y nos permiten diferenciar el tipo que se está manifestando.
Crisis parciales o focales
En este tipo de crisis, la actividad anormal comienza en una zona concreta del cerebro. Los síntomas pueden ir desde una alteración de los pensamientos y las percepciones (vista, oído, olfato…) hasta espasmos corporales involuntarios. Además, en función de si existe o no una pérdida de conocimiento, la crisis se definirá como compleja o simple respectivamente.
Cuando tiene lugar una crisis focal compleja, el nivel de conciencia se ve alterado. De este modo, la persona puede quedar ausente, con la mirada perdida en un punto fijo del espacio; y, además, pueden producirse movimientos repetitivos o compulsivos. Este tipo de crisis es el más común entre quienes padecen epilepsia.
Crisis generalizadas
En este caso, la crisis afecta a todo el cerebro de manera simultánea y la persona pierde el conocimiento. Además, pueden presentarse sacudidas bruscas de las extremidades, rigidez muscular, caídas e incluso pérdida del control de los esfínteres. Hay que tener en cuenta que las crisis parciales pueden extenderse a otras áreas cerebrales convirtiéndose en generalizadas.
¿Cómo actuar ante una crisis epiléptica?
Si presencias una crisis epiléptica, puedes sentirte alarmado, pero has de conservar la calma para poder tomar buenas decisiones y ayudar a quien la sufre. En primer lugar, recuerda que se trata de un episodio breve que finalizará en pocos minutos; por ello, centra tu atención en evitar que la persona se haga daño.
Colócale una almohada bajo la cabeza y aléjale de objetos punzantes o peligrosos. No trates de inmovilizarle, sujetarle, o detener sus movimientos, simplemente acompáñalo procurando que no se dañe.
Si es la primera vez que esa persona sufre una crisis, o esta es sustancialmente diferente a las anteriores que ha tenido, pide asistencia médica. Igualmente hazlo si la crisis dura más de cinco minutos o si la persona no recupera la conciencia. Tener en cuenta estas pautas ayudará a evitar peligros y complicaciones derivadas de las crisis.
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