Cuando los padres envejecen y dejan de ser nuestros protectores

Asumir que nuestros padres envejecen puede ser un proceso de aceptación complicado para nosotros. De un día para otro, somos nosotros quienes debemos rescatarlos, resolver sus problemas y dar paso al mayor acto de amor posible: cuidar de ellos.
Cuando los padres envejecen y dejan de ser nuestros protectores
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 30 enero, 2024

Cuando los padres envejecen, perdiendo poco a poco su autonomía, nuestra realidad cambia por completo. Dicen que es ley de vida, que la danza del tiempo tiene esos giros imprevistos y que quien antes nos llevaba siempre en volandas ahora ya no puede con nuestro peso. Es entonces cuando nuestros héroes de antaño pierden su capa para que cubra nuestras espaldas.

La responsabilidad es inmensa, también aterradora. No es fácil sobrellevar esa etapa en la que, de pronto, parecen cambiarse los papeles casi por arte de magia: los hijos deben hacer de padres y los padres deben aprender a dejarse ayudar. Porque, aunque sigan siendo válidos en muchos aspectos, a menudo falla el pulso, el cansancio inmoviliza y la salud es más caprichosa que nunca.

No es sencillo para el padre o la madre asumir que empieza a ser falible. Porque el orgullo no languidece, no se llena de arrugas, sino que prevalece con el mismo ímpetu juvenil, negándose a aceptar la fragilidad del cuerpo y los cambios de ciclo.

Al fin y al cabo, quien se ha pasado toda su vida rescatando a los demás y soportando sobre su espalda todos los pesos del mundo, no sabe bien cómo delegar. Aún menos como aceptar su propia vulnerabilidad…

El niño interior que llevamos dentro suele experimentar un alto sufrimiento y ansiedad cuando vemos cómo nuestros padres dejan de valerse por sí mismos. Es un proceso de cambio no exento de dificultades que, finalmente, terminamos aceptando.

chica pensando en cuando los padres envejecen
Nuestros padres nos han cuidado toda su vida. Cuidarlos a ellos cuando ya no se valen por sí mismos es el mayor acto de amor y de honestidad.

Los cambios que debemos aceptar cuando los padres envejecen

Los buenos padres no son los que dan la vida, los auténticos progenitores son los que dan amor. De este modo, cuando tenemos la suerte de crecer arropados por ese afecto y dedicación constante, duele ver cómo envejecen. Y esa percepción, la de que la edad ya les pesa en exceso, es súbita y casi inesperada. De pronto, un día rompen sus rutinas y dejan de hacer eso que cumplían a diario.

Puede que la salud les falle por primera vez y el médico les diga eso de “es que los años no pasan en balde”. También pueden surgir repentinos olvidos, que deban dejar de conducir el coche o que, casi sin saber cómo, descubramos lo frágiles que se han vuelto. Ellos, que antes podían con todo, se convierten de manera improvisada en figuras que necesitan más ayuda de la que pueden ofrecer.

Un trabajo de las doctoras Christine A. Price y Whitney A. Brosi de la Universidad estatal de Montclair señala algo importante. Vamos a ser una sociedad cada vez más envejecida. Es necesario, por tanto, que aprendamos estrategias gerontológicas en el ámbito de la familia.

No es fácil ver cómo nuestros padres se hacen mayores, ni tampoco lidiar con los factores que acompaña este proceso. Por ello, es interesante analizar esas fases por las que solemos transitar cuando los padres envejecen.

Nuestros padres han sido fuertes por nosotros toda nuestra vida. Al final, llega un momento en que nosotros debemos ser fuertes por ellos. 

1. La etapa de la autosuficiencia

Nuestros progenitores pasan casi todo su ciclo vital disfrutando de la etapa de la autosuficiencia. Son dueños de su vida, su cuerpo, sus facultades mentales y sus propias decisiones. Es esa época en la que siempre están para nosotros, ayudándonos, guiándonos y rescatándonos… No importa que vistamos ya ropa de adulto y no vivamos junto a ellos, en su mente seguimos siendo sus niños.

2. La relación de nterdependencia

Cuando los padres envejecen es cuando empiezan a necesitar nuestra ayuda. Porque la vejez auténtica no tiene que ver con la edad o las arrugas en la piel, tiene que ver con perder la autonomía. Cuando llega esa fase de interdependencia en que nos necesitan para ir al médico, para organizar sus medicamentos o cumplir esas tareas que a ellos les sobrepasan, es cuando todo cambia.

Si hasta no hacía mucho eran esas figuras omniscientes que se ocupaban de todo, en un momento dado esa realidad da un giro de 180º. Y es cierto, una parte de nosotros, la que sigue albergando al niño que fuimos, sufre y se estresa por dicho cambio. Pero cuidado, porque el adulto mayor también lo hace.

Nuestros padres no siempre nos pedirán ayuda cuando lo necesiten. No están acostumbrados a ello y puede que les cueste. Por eso, debemos estar pendientes, estar cerca y ser intuitivos para anticiparse a esas necesidades.

3. La dependencia

Cocinar para ellos, asearles, cogerles la mano cuando la tristeza o el miedo les atenaza, hacerles sonreír, acompañarles a sus citas médicas… En la vejez, cuando los padres son ya figuras dependientes, reciben de los hijos el amor más puro que existe. Ese que se confiere mediante la dedicación constante, la compasión y el cariño.

Aunque sea una etapa difícil, podemos seguir disfrutando de ellos y descubriéndolos de otra manera.

Debemos tener el coraje de aceptar el ciclo de la vida. Ver envejecer a nuestros padres es un proceso normal y una etapa que hay que saber aprovechar para intensificar el lazo de afecto con ellos.

4. La gestión de crisis cuando los padres envejecen

El envejecimiento trae consigo instantes de crisis que ponen a prueba nuestra capacidad de gestión. Cuando los padres envejecen y llegan a edades avanzadas, es común tener que hacer frente a incidentes, enfermedades y diagnósticos inesperados. Nadie nos prepara para esa etapa en la que puede surgir desde una demencia hasta una rotura de cadera.

Sin embargo, como hijos, terminamos afrontando cualquier situación, siendo fuertes, como ellos lo fueron con nosotros.

Hijo dándole el café a su padre pensando en cuando los padres envejecen
Intentemos celebrar y disfrutar cada momento de nuestros padres mientras sigan con nosotros.

5. Fin de la vida

Celebremos a nuestros progenitores cuando los tengamos con nosotros. Hagámoslo cada día, bien hablando con ellos por teléfono o compartiendo tiempo a su lado cuando nos sea posible. Porque los padres, al igual nosotros, son finitos, con la única salvedad de que probablemente ellos se vayan mucho antes.

No somos más que breves inquilinos de este mundo donde solo hay segura una cosa: que la vida terminará en algún momento. Disfrutemos de las personas que amamos con intensidad, en especial de quienes lo dieron todo por nosotros: nuestros padres.


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