Cuando pensar demasiado te bloquea (parálisis del análisis)
Hay un tipo de «sobrepeso» que seguro que has experimentado alguna vez. Nos referimos a esas épocas en que piensas en exceso y el mundo entero se convierte en un nudo gordiano. Todo pesa, todo asfixia y ni solo problema encuentra su solución. Casi sin darte cuenta, las preocupaciones se duplican y te sientes paralizado, dando forma así, a lo que conocemos en psicología como parálisis del análisis.
Cabe señalar que la mala costumbre de pensar demasiado no es algo inocuo. Además de generar únicamente pensamientos inertes y de cero utilidad, elevas además la carga emocional. La vida te apremia, demanda de ti que reacciones, que hagas algo ante esos desafíos que llaman a tu puerta, pero te sientes incapaz de actuar porque la ansiedad y la angustia emocional ya han colapsado tu mente.
Nos lo dice la ciencia, aquellas personas que piensan (y dudan) mucho más sus decisiones, que dan cien vueltas a las cosas y barajan mil opciones sin llegar a nada, acaban sufriendo agotamiento físico y psicológico, además de elevar el riesgo de sufrir trastornos de ansiedad e incluso depresiones.
El cerebro, ante ese exceso de procesos mentales y emociones contrapuestas, acaba sencillamente, «bloqueado». Analicemos un poco más este fenómeno.
Parálisis del análisis ¿en qué consiste?
Estamos acostumbrados a leer y escuchar datos sobre lo fascinante que es el cerebro humano. Conocemos ya conceptos como la neuroplasticidad, esa capacidad por la cual este órgano fabuloso puede adaptarse y cambiar en base a nuestra conducta, a nuestras experiencias. Sabemos también que su potencial es increíble, que podemos seguir aprendiendo y creando nuevas conexiones neuronales incluso en edades maduras.
De algún modo, la ciencia actual nos deslumbra con las virtudes del cerebro y la mente humana. Sin embargo, descuidamos un hecho concreto: también presentan limitaciones y tienen enemigos que pueden abocarnos hasta estados de gran desgaste. El principal detonador de estas situaciones es siempre el estrés y la preocupación excesiva.
Por tanto, hay algo que debemos tener claro: quien piensa mucho no es más sabio o encuentra las soluciones más innovadoras a los problemas de la vida. Es más, una característica común de las personas con un elevado cociente intelectual es el pensamiento arborescente. Es pasar de una idea a otra y luego a otra más y de ahí, hasta cien más.
Son procesos en los que los pensamientos nunca dejan de crecer y crecer hasta quedar atrapados en las ramas mentales de una auténtica «selva tropical». Al final, surge el bloqueo y lo que los psicólogos definen como parálisis del análisis. Veamos en qué consiste.
Pensar mucho sin llegar a nada tiene un coste: tu vida se estanca
La psicóloga Catherine Pittman, profesora de la Universidad de Indiana, nos advierte de algo muy importante en su libro Rewire Your Anxious Brain: casi el 50% de la población piensa en exceso y todos ellos han experimentado en algún momento parálisis del análisis. Aún más, una buena parte de nosotros caemos en un bucles mentales patológicos y de auténtico desgaste.
- La parálisis del análisis surge cuando se generan pensamientos inútiles y excesivos. Es darle vueltas a los problemas para verlos desde todos los ángulos, pero sin trazar propuestas de acción y, aún menos, de resolución.
- El análisis no es útil porque jamás trazamos un plan ni generamos ningún tipo de respuesta. Al final, quedamos bloqueados, atrapados en esa sobrecarga mental.
- Se trata de un pensamiento que lejos de ser constructivo, nos destruye. Lo hace porque aparece lo que conocemos como «coste de oportunidad», es decir ante cada desafío que podría ser un avance vital para nosotros, lo dejamos pasar. Es quedar cautivos de la inmovilidad y del sufrimiento que esta genera.
La parálisis del análisis y la sombra del miedo
«¿Qué pasaría sí? ¿debo hacer esto? ¿Si hago aquello otro, haré el ridículo o irá en mi contra al final?». Estos pensamientos también abonan el campo mental del fenómeno de la parálisis del análisis. Así, en medio de nuestra preocupación, es común que en algún momento lleguemos a una posible idea, a una solución o propuesta, sin embargo, al momento, aparece la carcoma de las dudas y el martillo del miedo que todo lo destruye.
Es decir, además de ese pensamiento excesivo en el que irnos por las ramas hasta crear un bosque donde acabar perdidos, surge también esa dimensión emocional dominada por el miedo y la angustia. La parálisis del análisis actúa como un catalizador del sufrimiento que debemos manejar un poco mejor.
¿Qué podemos hacer para dejar de pensar en exceso?
Si somos pensadores en exceso profesionales, de los que llevamos media vida doctorados en este mal hábito, debemos concienciarnos de que es necesario hacer un cambio. Hay que tener claro un primer aspecto: pensar mucho no es sinónimo de pensar bien.
No por quedarnos horas dando vueltas a algo surgirá una idea brillante. Lo más común, es que se incrementen las dudas y quedemos atrapados una vez más en el agujero negro de las preocupaciones.
- Debemos practicar la distancia psicológica, pasando menos tiempo en nuestra cabeza. Así, cuando veamos que le estamos dando demasiadas vueltas a algo, focalicemos nuestra mente en alguna tarea que nos motive: hacer deporte, escuchar música, pintar…
- También es adecuado reenfocar esos pensamientos. No se trata de decirnos aquello de voy a dejar de pensar. Consiste más bien en practicar esa higiene mental en la que procurar que cada idea sea lógica, práctica y con finalidad. Si las ideas que me vienen solo sirven para alimentar la preocupación, las sustituyo por otras más constructivas.
Para concluir, solo cabe recordar un pequeño detalle: la mente hiperactiva puede hacernos la vida imposible. Apaguemos ese ruido excesivo e inyectémosla de calma: este será el camino para recuperar nuestro equilibrio interno.
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- Pittman Catherine (2015) Rewire Your Anxious Brain: How to Use the Neuroscience of Fear to End Anxiety, Panic and Worry. New Harbinger