Cuando somos nuestros peores enemigos
¿Por qué nos criticamos tanto? ¿Por qué nos cuesta tanto reconocer los logros y tan poco subrayar nuestros fallos? Cuando somos nuestros peores enemigos, todo es susceptible de verse más gris, más incierto y más nublado. Tratarse compasivamente dista de ser una tarea fácil, pero a veces se torna muy necesaria.
Existen dos conceptos que utilizamos con mucha frecuencia; la razón es que están poco definidos en el acervo lingüístico y cultural cotidiano: el perfeccionismo y la autocrítica.
En el campo de la salud mental, el perfeccionismo ha sido asociado a entidades clínicas de la gravedad de los trastornos alimentarios, la depresión, la ansiedad o el estrés. En contraparte, la autocrítica se ha relacionado con la fobia social o la suicidabilidad.
¿Qué es el perfeccionismo?
El perfeccionismo es la tendencia a exigirnos altos estándares de desempeño a la vez que nos evaluamos en exceso. Además, el resultado de estas evaluaciones es, con frecuencia, la autocrítica, que desemboca en una creciente preocupación por cometer más errores. Existen dos tipos de perfeccionismo:
Perfeccionismo adaptativo
El perfeccionismo adaptativo implica, además de altos estándares de desempeño, una baja discrepancia si las cosas distan de salir como queremos: nos reconocemos que hacerlo todo bien siempre es imposible.
El perfeccionismo adaptativo se refiere al hecho de que, a pesar de exigirnos mucho, nos tratamos compasivamente cuando fracasamos en nuestras metas.
Perfeccionismo desadaptativo
En contraparte, el perfeccionismo desadaptativo alude al hecho de exigirnos mucho, pero también de autocastigarnos con dureza si los resultados distan de ser los esperados. Implica discrepar en exceso con el resultado de nuestras acciones, es decir, tener la percepción continua de que constantemente uno dista de cumplir con los más altos estándares que se ha establecido.
¿Qué es la autocrítica?
La autocrítica y el perfeccionismo son hermanas. La autocrítica puede definirse como un estilo cognitivo de personalidad a través del que nos evaluamos y juzgamos a nosotros mismos.
Para entenderlo, la autocrítica alude al hecho de estar hipervigilante ante el mínimo fallo y juzgarlo negativamente en consecuencia. La autocrítica también tiene una parte adaptativa y otra disfuncional.
Autocrítica adaptativa
Saber en qué fallamos ayuda a afrontar con más entereza los momentos vitales delicados. Además, es importante en la formación de la identidad, puesto que al evaluarnos y ver cómo podemos mejorar nos sentimos más capaces de lidiar con las contingencias negativas de la vida.
“En este sentido, las conductas adaptativas de autocrítica aumentarían la percepción de autoeficacia del individuo”.
-De Rosa-
Autocrítica disfuncional
Cuando solo percibimos conductas inadecuadas, o cuando a pesar de obtener un éxito, distamos de reconocerlo, aparecen los problemas. Actuando como nuestros peores enemigos, menospreciamos los resultados positivos de nuestras acciones porque estas son consideradas, por ejemplo, meras obligaciones.
En consecuencia, cuando alcanzamos la meta propuesta, podemos experimentar un elevado grado de insatisfacción al pensar que “en realidad lo conseguido distaba de ser tan importante”. Esto se denomina desvalorización de los logros y confirma el fracaso global.
“Es decir, las personas autocríticas tienden a evaluarse en forma global, rígida y sesgan su percepción hacia el error”.
-De Rosa-
La importancia de practicar la autocompasión
La autocompasión implica aprender a acompañarse a uno mismo en el sufrimiento. Para diversos autores implica un sentimiento de bondad, cuidado y comprensión por uno mismo, aun cuando los resultados distan de ser los que queríamos. También está asociada al reconocimiento de que, como seres humanos, somos frágiles e imperfectos.
“La autocompasión está enraizada en la capacidad biológica del cuidado por otros, sensibilidad al malestar, simpatía, tolerancia al malestar, empatía, no juicio y sostener un tono emocional cálido”.
-Gilbert-
Para Neff, experto en autocompasión, son tres las características fundamentales de esta respuesta:
- La bondad como uno mismo, entendida como el tratarse a uno mismo con cuidado y comprensión, en vez de hacerlo con un juicio crítico.
- La humanidad compartida, es decir, reconocer el hecho de que los demás también pasan por sufrimientos que son similares a los nuestros.
- La atención plena o la capacidad de darse cuenta, de prestar atención y aceptar lo que está ocurriendo en el momento presente.
Es común que confundamos la autocompasión como si fuera el hecho “darnos lástima a nosotros mismos”, y es un error. La autocompasión va mucho más allá al implicar ver nuestra propia vida y la de los demás desde una posición de desconexión, sin distorsiones que aminoren la experiencia.
En conclusión, un buen recurso cuando somos nuestros peores enemigos es convertirnos en nuestros mejores aliados y entender que es natural errar y fallar. Porque el fallo dista de significar ser peores o mejores, sino humanos, imperfectos y hermosos.
“La autocompasión implica ser cálidos y comprensivos con nosotros mismos en vez de criticarnos cuando estamos sufriendo, cuando sentimos que hemos fallado o cuando nos sentimos incompetentes”.
-Neff-
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