"Debo hacerlo bien"
Este artículo ha sido revisado en profundidad para garantizar que la información presentada sea lo más precisa posible, cumpla con nuestros estándares de calidad y presente datos respaldados por fuentes confiables, reflejadas en la bibliografía y los enlaces dentro del texto. Más información
La vida diaria está poblada de demandas externas, pero también de autoimpuestas. Si contáramos la cantidad de veces que pensamos en términos de “debería” durante el día, probablemente seríamos capaces de sumar unas cuantas. “Debo levantarme temprano, debo hacer ejercicio, debo comer saludablemente, debo tener un buen empleo y tener dinero”, y así podríamos seguir hasta el final del artículo.
En general, no somos del todo conscientes de que se está imponiendo a sí misma un buen número de obligaciones que sobrepasan las que podemos cubrir, en realidad, con nuestras fuerzas y recursos.
El pájaro carpintero está dentro de nosotros, y su pico son órdenes rígidas que se materializan rápidamente en obligaciones asumidas y, por lo tanto, en tensión. Ahora bien, ¿qué pasaría si decidiéramos ser más cuidadosos con las palabras que permitimos en nuestro diálogo interno?
El poder de las palabras
Literalmente hablando, las palabras pueden salvarnos la vida. Gritar “¡ayuda!”, puede hacer que un desconocido sume sus recursos a los nuestros en una situación peligrosa. A su vez, con tan solo un “¡cuidado!“, podemos evitar un accidente.
Si bien un famoso refrán dice que “a las palabras se las lleva el viento”, no es menos cierto que no sirve para todas y que tampoco todas dejan de producir su efecto antes de echar a volar. De hecho, seguro que recuerdas una frase que has escuchado en un momento determinado y que se ha quedado grabada en tu memoria.
Un “ya no te quiero” puede rompernos el corazón, mientras que un “estoy aquí contigo” puede hacer que una preocupación se vaya o parezca más ligera, actuando como un refugio de montaña en medio de la tormenta.
Tal es su potencia, que representa la herramienta más poderosa en cualquier proceso psicoterapéutico. La palabra es un valioso medio que ayuda a producir cambios positivos en la salud mental, ya sea mejorando nuestra comunicación asertiva con los demás, así como reforzando nuestra autoestima. También puede garantizar una sensación de profunda libertad al expresar revelaciones íntimas.
“Las palabras pueden ser como los rayos X, si se emplean adecuadamente: pasan a través de todo”.
–Aldous Huxley-
Del debo al quiero, un largo trecho
Resulta que el “debo” y el “tengo” son algunas de las palabras más peligrosas que utilizamos con frecuencia, ya que esconden detrás de sí una hiperexigencia de la cual parece imposible escapar.
El filósofo coreano Byung-Chul Han explica en sus últimos libros que el individuo hoy se presiona a sí mismo a ser excesivamente productivo, con el objetivo de tener más dinero y ser así más feliz. A partir de su reflexión, entendemos por qué el síndrome de burnout dejó de ser una novedad en la sociedad actual.
Las personas que se sobrecargan de tareas que ellas etiquetan como obligatorias, que siguen la máxima de que cualquier tarea hay que entregarla bastante antes de la fecha límite, cargan con un perfeccionismo difícilmente soportable.
Los que estamos a su alrededor quizás no lo veamos o no entendamos de dónde viene esta autoexigencia, y tampoco es extraño que un día se rompan porque no pueden más. Esa voz que no vemos, y que ellas escuchan, actúa como las gotas que caen sobre la roca durante años, produciendo un agujero que un único impacto fuerte jamás habría causado.
“Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”.
-Byung-Chul Han-
Elegir palabras que actúen a nuestro favor
Como vemos, las palabras tienen el poder de destruirnos o protegernos. Pueden potenciarnos o limitarnos. Las sentencias del tipo “debería” son imperativos que no admiten excepciones y que difícilmente encajan en un ecosistema que está lleno de ellas, además de variables que se escapan a nuestro control.
¿Qué tal si reemplazamos el “tengo que” por el “me gustaría”? Lo que te propongo es que pases de la rigidez a la flexibilidad. De la imposición a la elección. Traduzcamos esta idea en varios ejemplos:
- “Debo tener una alimentación saludable”. ➜ “me gustaría tener una alimentación saludable”.
- “Tengo que conseguir un empleo que me dé mucho dinero”. ➜ “quiero conseguir un empleo que me dé mucho dinero”.
- “Tengo que graduarme lo antes posible”. ➜ “me gustaría graduarme lo antes posible”.
- “Debo viajar”. ➜ “Anhelo viajar”.
La situación cambia cuando incluimos en nuestro vocabulario construcciones más abiertas y menos demandantes. Así, lo que sucede en el curso vital deja de traducirse en castigos autoimpuestos. Por este motivo, es importante elegir de manera consciente las palabras y el tono de las sentencias que vamos a permitirle a nuestra voz interior.
Te podría interesar...