Estoy cansado de ser fuerte, ¿es un problema?

No pasa nada si estás cansado de ser fuerte. Aceptar que no puedes con todo y que has tocado fondo, es el primer paso para empezar de nuevo. Aceptar tus límites y tu vulnerabilidad es un ejercicio de salud y bienestar.
Estoy cansado de ser fuerte, ¿es un problema?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 01 agosto, 2022

“Estoy cansado de ser fuerte, de poder con todo, de hacer ver que nada me duele, me agota o molesta”. Puede que ahora mismo más de uno se sienta identificado con esta situación. Son experiencias vitales muy comunes que acompañan a quien se ve, por ejemplo, con la presión de cargar sobre sí mismo muchas responsabilidades.

En la mayoría de las ocasiones, no se es fuerte por uno mismo, sino por los demás. No queremos preocupar a nuestros padres por todos los problemas con los que lidiamos. Tampoco buscamos que nuestros hijos se den cuenta de que estamos agotados, de que el trabajo va mal y que las facturas no dejan de llegar. A veces, incluso aparentamos estar bien por nuestras parejas.

Aparentar poder con todo es un mecanismo de supervivencia para no llamar la atención, para no emborronar nuestra imagen de persona infalible, valiente, invulnerable. Sin embargo, siempre llega un momento en el que la verdad sale a la luz. Nuestro entorno es testigo tarde o temprano de nuestras fracturas internas, del agotamiento, del sufrimiento largamente silenciado…

“El mundo rompe a cualquiera. Muchos se hacen fuertes en los sitios rotos. Pero los que no se rompen, mueren”.

-Ernest Hemingway-

Perfil de un hombre pensando que estoy cansado de ser fuerte
Muchas veces, cuando percibimos que hemos llegado al límite y nos sentimos agotados mental y emocionalmente, nos sentimos culpables y alimentamos la autocrítica.

¿Qué puedo hacer si estoy cansado de ser fuerte?

Este dato puede sorprendernos, pero detrás de la persona obsesionada en ser fuerte y poder con todo, se esconden dos emociones básicas: la culpa y la vergüenza. Se experimenta culpa cuando uno no puede cumplir con todo lo que se propone. Y se siente vergüenza por lo que puedan pensar los demás al revelar esa falibilidad.

Trabajos de investigación, como los realizados en la Universidad de Massachusetts, inciden en que nuestra mente está dominada por múltiples distorsiones cognitivas que refuerzan estos dos estados emocionales. Los “debería” o “tengo que” de los que nos habló Albert Ellis alimentan la autocrítica y esa creencia inflexible que nos insta a ser eficaces, productivos y perfectos.

De este modo, cuando de pronto identificamos un límite a nuestras fortalezas, llega el miedo y la contradicción. Uno siente que tiene menos valor como persona cuando cae, cuando no puede más. Teme defraudar a los suyos. Le asusta sentir el velo de la vulnerabilidad haciéndolo temblar, obligándolo a detenerse y bajar el ritmo.

Permítete ser vulnerable; no poder con todo está bien

Estar cansado de ser fuerte no es una mella en el carácter o una muestra de nuestra falibilidad. Tomar conciencia de nuestros límites y tocar fondo es un reflejo de nuestra humanidad. No hay nada malo o excepcional en ello. El error está en nuestra sociedad, que nos inocula la idea de ser siempre mentalmente fuertes y superhéroes de nuestras vidas.

Permitirse ser vulnerable es descubrir nuestra auténtica fortaleza como persona. Porque tal y como nos explicó en su día la escritora y profesora en la Universidad de Houston, Brené Brown, la vulnerabilidad es nuestro mayor rasgo de coraje. De algún modo, quien se aferra a la necesidad de ser siempre fuerte e inquebrantable, se aleja de las experiencias que aportan propósito y significado a nuestras vidas.

En ocasiones, es necesario tocar fondo para tomar mayor impulso a la hora de salir a la superficie. Solo cuando abrazamos nuestros límites, miedos, flaquezas, necesidades e inseguridades, somos capaces de conocernos mejor para mediar en nuestro bienestar.

Estar cansado de ser fuerte no es un problema, es una llamada de atención

Cuando un corredor cruza la línea de meta tras una maratón, no se va a la línea de partida para empezar de nuevo. Aún más, cuando llegamos a casa agotados del trabajo, no nos ponemos a hacer obras ni reformas. Por lo general, tomamos una ducha y descansamos. Por tanto, si entendemos estas realidades… ¿Por qué no comprendemos que el agotamiento emocional también es normal y permisible?

Estar cansado de ser fuerte y de aparentar que todo va bien no es un problema, es un toque de atención para que nos detengamos. Cuando uno se siente sobrepasado es momento de iniciar un diálogo con nosotros mismos. Mirar hacia dentro para saber qué sucede nos permitirá adaptarnos mejor ante las presiones que hay fuera. Hay que atender y dar respuesta a las propias necesidades y hacerlo, no es un acto de egoísmo.

Chico de espalda con una manta
Debemos ser lo suficientemente valientes para explorar nuestros límites, miedos, tibiezas y oscuridades para descubrir cuánta luz podemos aportar al mundo.

Hay que reformular el concepto de “fortaleza”

Es momento de dar una nueva versión sobre lo que es ser fuerte. Hay que hacer borrón y actualización de este concepto, para evitar que bajo esta proclama sigamos perdiendo la salud y atormentándonos un día sí y otro también. Fuerte no es quien puede con todo, valiente es quien se permite delegar y conoce sus límites.

Coraje es el que tiene la persona que es consciente de sus sufrimientos y trabaja en ellos. Agallas las revela quien más allá de las críticas ajenas se permite decir en voz alta “no puedo más, esto no lo voy a hacer”. Todos estos ejemplos configuran un lienzo de lo que es la auténtica fortaleza emocional, esa que hasta no hace poco nos han vendido de manera equívoca.

Por tanto, evitemos alargar malestares innecesarios haciendo ver que todo va bien, y que podemos asumir lo que venga. Todos tenemos una cuota de resistencias y hay épocas en que, sencillamente, tenemos bastante con soportarnos a nosotros mismos. Tampoco pasa nada por esto último: dedicarnos tiempo y atención también es permisible, necesario y saludable.


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