El experimento Marshmallows

El equipo del experimento de los marshmallows suponía encontrar una relación entre la capacidad de retrasar la gratificación y el nivel de bienestar en general. ¿Quieres saber qué observó?
El experimento Marshmallows
Sharon Laura Capeluto

Escrito y verificado por la psicóloga Sharon Laura Capeluto.

Última actualización: 05 marzo, 2023

Vamos a hacer un pequeño viaje en el tiempo. Volvamos a la infancia. Imagínate que te sientan frente a un plato con tu dulce favorito. ¿Cuánto tiempo piensas que habrías tardado en empezar a comerlo? Todos hemos mirado la infancia desde la infancia, y también la infancia desde una perspectiva adulta, y sabemos que en esta etapa no nos caracterizamos por ser pacientes o resistirnos a satisfacer los deseos que, de alguna manera, nos ponen delante.

Pero seamos honestos… La impaciencia no solo es cuestión de niños. A menudo los adultos optamos por obtener gratificación inmediata, aunque las consecuencias a mediano o corto plazo perjudiquen a nuestros intereses a largo plazo. ¿Con hambre y la nevera vacía? Pedir que nos traigan la comida a casa puede convertirse en demasiado tentador, aún sabiendo que no es lo mejor para nuestra salud (lo bien que nos vendría salir a dar una vuelta) o para nuestra economía.

¿La camiseta del escaparate que tanto te gustó? No hay problema, la puedes tener en casa en 24 horas y estrenarla el sábado. Tienes que estudiar, y tus amigos te han invitado a salir. Renunciar a una cerveza fría en verano no es opción.

Ante este tipo de decisiones, el lóbulo prefrontal se activa. Nuestro deseo, promocionado por el sistema límbico, se enfrenta al pensamiento que defiende el neocórtex de que eso que nos tienta no es en realidad lo que mejor nos va a venir. Hablamos de nuestro sistema de recompensa, de lo salientes que sean los distintos reforzadores o castigos que anticipamos, en una dialéctica intensa que se da casi de manera constante en nuestro mundo interno.

Esponjitas
La demora en la gratificación se relaciona con el autocontrol y mayor seguridad en uno mismo.

¿En qué consistió el experimento de los Marshmallows?

Fue el psicólogo Walter Mischel de la Universidad de Stanford quien, hace ya muchos años, investigó la importancia de este tipo de negociaciones internas en la infancia. Su equipo quería descubrir el valor que tenía como indicador la capacidad de resistir la tentación de un refuerzo inmediato en favor de otro mayor a largo plazo.

Los sujetos experimentales del estudio de Mischel fueron niños y niñas de entre tres y cinco años de edad. Los sentó frente a un plato con un marshmallow (también llamado malvavisco o nube de azúcar). Después se les dijo que si no se lo comían en 15 minutos, tendrían acceso a uno extra.

Resultados obtenidos

El estudio pretendía estudiar la asociación ente el control de los impulsos en la infancia como predictor de ciertos rasgos en etapas vitales posteriores. Así, pasados unos años, se volvió a convocar a los niños del estudio. Se encontró que los niños que decidieron esperar para comerse los dos marshmallows tenían un mejor desempeño académico, una mejor autoestima y seguridad en sí mismos, en comparación con los niños que aquel día se habían comido el marshmallow del plato.

Pasados unos años, los niños, ya adultos, fueron citados de nuevo. ¿Y qué observaron? Que los que habían logrado vencer la tentación habían tenido menor tendencia al sobrepeso, gozaban de una buena salud, eran más competentes en sus relaciones sociales y habían alcanzado puestos de trabajo con mayor cualificación.

Revisión

El profesor Tyler Watts dudó de los resultados del experimento de los marshmallows, pues consideraba que la muestra no había sido representativa. Se había realizado con una muestra de menos de 90 niños con unas características muy similares y que se habían desarrollado en un contexto parecido.

Así, replicó la investigación, siendo especialmente cuidadoso con el muestreo. Su equipo reunió a más de 900 niños de diferentes culturas, grupos étnicos y niveles socioeconómicos.

El estudio concluyó que las variables económicas estaban asociadas de manera significativa a la capacidad de los niños para demorar la gratificación. Los niños con familias más adineradas mostraron mayor autocontrol, y también demostraron encontrarse en una mejor situación la segunda vez que fueron reunidos para ser evaluados.

Niña delante de una esponjita
Tyler Watts replicó la investigación de Mischel y encontró que las variables económicas también influían en la demora de la gratificación en los niños.

La necesidad de satisfacción inmediata

La sociedad actual parece estar diseñada para la satisfacción inmediata, no resulta nada sencillo practicar la tolerancia a la frustración y ser capaz de esperar. De hecho, en determinados contextos, la decisión de esperar ha pasado a considerarse un tanto estúpida. ¿Para qué esperar si tenemos acceso ilimitado a lo que queremos cuando queremos? ¿Para qué esperar si puede ser ya?

En términos generales, podemos decir que los resultados del estudio son discutibles. Sin embargo, no podemos ignorar que optar de manera sistemática por la opción instantánea evita que nos enfrentemos a situaciones propicias para entrenar nuestra tolerancia a la frustración. Además, la inmediatez también devalúa el valor de ciertos refuerzos, aumentando al mismo tiempo el malestar que podemos sentir después de obtenerlos.

 “Sin una gratificación retardada, las metas no se alcanzan y los objetivos no se logran”.

-Sunday Adelaja-


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  • Bembenutty H., Karabenick S. A. (2004). Asociación inherente entre el retraso académico de la gratificación, la perspectiva del tiempo futuro y el aprendizaje autorregulado. Educational Psychology Review, págs. 16, 35–57.
  • Watts T. (2018). Revisitando la prueba del malvavisco: una réplica conceptual que investiga los vínculos entre el retraso temprano de la gratificación y los resultados posteriores. Journals Sage.

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