Hassan Pisecka: el niño de 11 años que viajó solo desde Ucrania

Son muchos los niños que viajan solos hasta la frontera de Ucrania para escapar de la guerra. Pequeños que, como Hassan Pisecka, son enviados por sus padres con la esperanza de que estén a salvo de las bombas y del horror de este contexto.
Hassan Pisecka: el niño de 11 años que viajó solo desde Ucrania
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 01 agosto, 2022

Lo último que harían la mayoría de los padres es dejar que sus hijos viajaran sin su protección o la de alguien en quien confiaran plenamente. Sin embargo, en ocasiones, las decisiones desesperadas son las únicas que pueden salvaguardar el bienestar de los más pequeños. Ejemplo de ello es la historia de Hassan Pisecka, el niño de 11 años que recorrió en soledad casi 1000 kilómetros desde Zaporizhzhia, Ucrania, hasta la frontera con Eslovaquia.

Su historia ha dado la vuelta al mundo, pero su caso no es el único. Son ya más de tres millones y medio las personas que se han desplazado hasta países fronterizos, huyendo de los efectos de la invasión de Rusia sobre su país. Entre ellos, hay muchos niños no acompañados. La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) alerta de los riesgos que se derivan del hecho.

Las mafias de trata de persona tienen la mirada puesta en ellos y también en las mujeres. Afortunadamente, todos los organismos están tomando medidas para ponérselo difícil a aquellos que pretenden aprovecharse de la vulnerabilidad de otros, en vista de que, al menos de momento, parece que los desplazamientos no van a dejar de producirse. De hecho, son muchas las familias que, por diversas razones, no pueden dejar el país, pero sí intentan que sus hijos lo hagan.

Esta es la motivación que hacen que confíen su cuidado a vecinos y amigos al extranjero y a veces sin más referencia que un correo electrónico o un número de teléfono apuntado en sus manos. El caso del pequeño Hassim es un gran ejemplo de ello.

Hassan Pisecka
La mamá de Hassan tuvo que quedarse en Ucrania para cuidar de su abuela, por ello, envió a su hijo hasta Eslovaquia.

La historia de Hassan Piseck, la historia de una doble tragedia

La odisea de Hassan Piseck se mide en kilómetros y en sufrimiento. Más de 1000 kilómetros desde Zaporizhzhia hasta la frontera con Eslovaquia, e infinitas horas de angustia por parte de su mamá. Este niño de 11 años no tuvo más remedio que dejar su hogar y su país en soledad, en vista de que su madre, viuda, debía quedarse en casa cuidando de su abuela de 84 años, enferma y dependiente.

Además, existía un riesgo añadido, en su ciudad hay una central nuclear. Júlia, su mamá, le animó a que realizara ese viaje. Y así lo hizo. Atrás dejó a su familia, para cruzar varias ciudades en completa soledad con una mochila, un número de teléfono garabateado en su mano y una dirección adherida en una nota a su pantalón. En Eslovaquia le esperaban varios de sus hermanos mayores.

Caminó, durmió solo e hizo un largo viaje en vagones de tren con otras 300 personas que, apiñadas y asustadas, esperaban huir del país. Ahora bien, esta no es la primera vez que el pequeño Hassan Piseck deja atrás un escenario azotado por el drama y la sombra de la guerra.

Cuando él era pequeño, su familia tuvo que huir de Siria, donde murió su padre. Una vez más, el horror de las guerras quiso truncar sus vidas. Aunque esta vez, hubo final feliz. Hassan llegó a salvo a la frontera, momento en que la policía eslovaca se puso en contacto con sus hermanos. Solo unas semanas después, la mamá, su abuela y el perro de la familia se pudieron reunir con él y sus hermanos en un nuevo hogar.

Hassan habló con los periodistas de cómo afrontó ese viaje en soledad: visualizaba a cada instante a sus hermanos, a su madre, a su perro… Se aferró a la esperanza casi a cada instante.

La policía eslovaca publicó lo siguiente en Facebook: “lo perdieron todo de nuevo, pero esta vez la guerra no les quitó a nadie. Están juntos y eso es todo lo que importa”.

La resiliencia en los niños

Son muchos los medios que se interesaron por la historia del pequeño Hassan Pisecka. También los profesionales de la psicología.

Cuando se le preguntaba al niño si pasó miedo y cómo afrontó esos días de viaje en soledad, el pequeño no dudó en relatar su experiencia: “fue mi esperanza lo que me llevó”. Aún más, habló de cómo se aferraba a las imágenes de ver a sus hermanos, a su mamá y a su perro a lo largo del viaje.

Casi sin saberlo, este pequeño aplicó toda una lección de resiliencia al más puro estilo Viktor Frankl. Focalizar la mirada en aquello que nos es significativo y nos da sentido (la familia) infiere ánimos y fuerza para seguir adelante. Sin embargo, es evidente que no todos los niños tienen la misma suerte.

Muchas vidas infantiles guardan ya en su retina imágenes y vivencias que nunca podrán olvidar. El trauma, el impacto psicológico es enorme, y son miles los pequeños que arrastran consigo ahora mismo historias inimaginables. En una crisis humanitaria devastadora como la actual, las víctimas más vulnerables siempre son ellos.

Más allá de los recursos para atender las evidentes necesidades básicas de todos los refugiados, es necesario también poner la mirada en el aspecto mental. Porque hay fracturas que van más allá de lo físico, heridas que deben ser tratadas cuanto antes con un adecuado apoyo psicosocial. Ojalá todas las historias de estos pequeños tuvieran una resolución similar a la de Hassan Pisecka.


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