Hijas que no recibieron amor: ¿cómo son sus relaciones afectivas?

Las relaciones afectivas en las mujeres que no recibieron amor en su infancia pueden ser a menudo desafiantes. La sensación de abandono y de carencias emocionales les aboca, en ocasiones, a caer en relaciones de dependencia o en vínculos dañinos. Lo analizamos.
Hijas que no recibieron amor: ¿cómo son sus relaciones afectivas?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 29 agosto, 2022

Muchas de esas hijas que no recibieron amor en la infancia viven en silencio su sufrimiento en la edad adulta. Desatención, abandono, padres o madres narcisistas… Son varias las dinámicas y realidades capaces de dejar heridas permanentes en el tejido psicológico infantil. Todas esas lesiones afectivas tempranas suelen tener su impacto posterior en el ámbito de pareja.

Como ya sabemos, la paternidad y la maternidad distan a menudo de ser perfecta, es cierto. Tanto es así, que más de uno podría dar su testimonio para demostrar que el cariño de una madre a veces puede ser condicional. También que el respeto de un padre hacia sus niños no siempre es tan ejemplar. No obstante, en este caso en particular, nos interesa comprender un hecho que suele despertar bastante interés.

¿Cómo son las relaciones de pareja en esas mujeres que sufrieron carencias por parte de su familia en la niñez? ¿De qué manera viven, sienten y manejan el amor en la edad adulta? Profundicemos en ello a continuación.

mujer ante espejo roto representando a las Hijas que no recibieron amor

Desafíos en materia afectiva que definen a las hijas que no recibieron amor

Hay un equipaje muy singular que llevan muchas hijas no amadas y que las acompaña hasta la edad adulta. Cuando sitúan la mirada en el retrovisor de la propia vida, lo que se aprecian casi siempre es un pasado lleno de decepciones, de vacíos profundos y rechazos afilados que dejaron heridas aún no cicatrizadas. Las personas creamos nuestros relatos vitales con base en experiencias previas.

Cuando esos modelos de los que nos nutrimos parten de una infancia de frialdad emocional, de desamor o incluso de maltrato psicológico, es común integrar esquemas distorsionados y hasta equivocados. Por ejemplo, muchas de estas hijas que no recibieron amor en su niñez pueden dar por válidos comportamientos abusivos por parte de sus parejas.

Lo hacen porque es lo único que han conocido. Aceptan el desprecio, el chantaje e incluso la manipulación emocional porque es lo que tuvieron desde bien temprano. No es fácil abrir los ojos a estas realidades. No es sencillo entender que el amor auténtico no funciona de ese modo y que todos debemos aspirar a algo mejor. Analicemos más características.

El apego inseguro en las hijas que no recibieron amor

Peg Streep es una autora estadounidense que lleva más de 20 años estudiando la realidad de esas mujeres que no fueron amadas por sus madres en la infancia. En su libro Daughter Detox nos explica algo interesante. Según ella, estas hijas se definen por desarrollar un apego inseguro, es decir, durante la niñez nunca supieron qué esperar de sus progenitores, en especial de la figura materna.

La inseguridad, la contradicción constante en la que a veces se recibe atención, la indiferencia y en algunas ocasiones la crítica y el desprecio pueden hacer que en la edad adulta se desarrollen algunos de estos tres patrones de comportamiento en el ámbito relacional. Son los siguientes:

  • Comportamiento afectivo ansioso-preocupado. Definido por experimentar inseguridad, así como ansiedad de manera constante en la relación afectiva, sentir miedo al abandono y al engaño, a que a la mínima van a sufrir una traición.
  • Desdeñoso-evitativo. En este caso, la mujer no quiere establecer relaciones sólidas, las evita porque prefiere mantener su independencia, tener el control sobre su vida y así, evitar sufrimientos.
  • Temeroso-evitativo. En este tipo de relación, las hijas que no recibieron amor en la infancia se convierten en adultas que desean tener pareja y disfrutar de la intimidad. Sin embargo, se sienten inseguras, temen experimentar el mismo dolor que en la niñez y no dudan en desaparecer o cortar la relación de un día para otro.

En un estudio que examinó cómo los estilos de apego adulto se expresan en la vida diaria, las personas con apego ansioso reportaron mayor afecto negativo y menor afecto positivo, así como mayor miedo a perder el control en la vida diaria. Tanto los participantes ansiosos como los evitativos se percibían a sí mismos de forma negativa y tenían menos confianza en sus capacidades de afrontamiento. Además, los individuos con un estilo ansioso o evitativo informaron sentirse menos cuidados por los demás que aquellos con un apego seguro.

La investigación también halló que l as personas con apego ansioso tenían tendencias hiperactivadoras, como mayor afecto negativo, estrés y rechazo social percibido.  Por el contrario, los individuos con un apego evitativo tenían tendencias de desactivación, como la disminución de los estados positivos y la disminución del deseo de estar con los demás cuando están solos.

Las personas altamente evitativas tienen opiniones negativas sobre sus parejas románticas, se ven a sí mismas como indignas del amor y del apoyo de los demás (Bartholomew, 1990). Las se esfuerzan por crear y mantener la independencia, el control y la autonomía en sus relaciones. Esto es así porque creen que buscar la proximidad psicológica o emocional con las parejas románticas no es posible. Estas creencias motivan al evitativo a emplear estrategias de afrontamiento de distanciamiento en las que suprimen defensivamente los pensamientos y emociones negativos para promover la independencia.

Los modelos mentales y la intimidad

De los tres estilos de apego inseguro que se han mencionado previamente, el ansioso-preocupado es el más dramático. Las mujeres con este apego necesitan una relación íntima para sentirse validadas. Responden con tanta rapidez a cualquier percepción de amenaza, que estar con ellas puede ser emocionalmente agotador.

Los otros dos tipos de apego inseguro, desdeñoso-evitativo y temeroso-evitativo, hacen que el camino hacia el romance y la intimidad sea accidentado de diferentes maneras. Las mujeres con estilo desdeñoso realmente no quieren intimidad diádica; necesitan mantenerse independientes y en control. Mientras que las temerosas quieren intimidad, pero son muy inseguras y temen al dolor emocional.

El desamor en la infancia hace que se integren ideas que no son ciertas

Pasar las primeras décadas de la vida bajo la estela de la carencia afectiva, del narcisismo materno y paterno, la crítica o el abandono hace que las hijas que no recibieron amor tengan unas ideas distorsionadas sobre las relaciones de pareja. Por término medio, suelen ser las siguientes:

  • El amor es una transacción. Hay que sufrir para recibir afecto, aunque sean migajas. A veces, hasta se normaliza el abuso, el desprecio, la manipulación.
  • Las emociones y las necesidades deben ocultarse. Si algo te duele o te decepciona, debes guardarte para ti esa emoción. Asimismo, las propias necesidades, lo que quiere una no tiene importancia. Importa lo que quiere el otro.
  • El amor debe buscarse donde sea. La hija no amada carece de sentido de pertenencia a una familia de origen. Esa carencia, esa desubicación y falta de raíces la aboca a buscar un símil de afecto donde sea y con quien sea. De ahí que se corra el peligro de derivar en relaciones de dependencia.
Mujer triste pensando en las Hijas que no recibieron amor

Preguntas que debes hacerte si fuiste una niña no amada

Si fuiste una niña no amada, es posible que hayas gravitado durante mucho tiempo alrededor de personas que lejos de amarte como quieres y necesitas, te descuidaron como nadie merece. Y lo que mereces, es algo más que respeto y amor auténtico. Necesitas, antes de nada, reparar e incluso construir el tejido del amor propio y tu autoestima.

Por ello, ante estas situaciones es bueno plantearse las siguientes preguntas, cuestiones que deben invitarnos a profundas reflexiones:

  • ¿Necesito verdaderamente tener pareja ser feliz?
  • Lo que espero que me ofrezcan mis parejas, ¿tiene algo que ver con las carencias que tuve en la infancia?
  • ¿Cuál ha sido, por término medio, la causa por la que suelo fracasar en el amor? ¿Qué he aprendido de esas experiencias?
  • ¿Qué es el amor para mí? ¿Esa idea que tengo es saludable, me ha beneficiado hasta el momento?
  • ¿Qué visión tengo de mí misma? ¿Hay algo que debería atender o resolver para sentirme mejor? ¿Lo he hecho hasta el momento?
  • Si pienso en mi infancia, ¿qué emociones llegan hasta mí? ¿Tristeza, ira, decepción, miedo…? Esas emociones y asuntos no sanados, ¿de qué manera afectan a mis relaciones de pareja?

Para concluir, son muchas las personas que vivieron infancias traumáticas. No obstante, la figura de las hijas no amadas por sus madres, por ejemplo, es un tema que se observa con frecuencia. No dudemos en solicitar ayuda experta ante estas situaciones si así lo consideramos.


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