Hiperniños, hijos de la protección excesiva y el estrés

Hiperniños, hijos de la protección excesiva y el estrés
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por María Hoyos

Última actualización: 26 agosto, 2020

Los hiperniños son el producto de la hiperpaternidad, una nueva dinámica cada vez más común que descuida aspectos importantes de la infancia como el juego, la relación con la naturaleza, el aburrimiento y la confrontación de los problemas. Un estilo educativo basado en la sobreprotección y en el exceso de atención y halagos.

Un hiperniño responde antes a las necesidades ajenas que a las propias. Se trata de una generación que cuenta con poco tiempo para el autodescubrimiento, el desarrollo intrapersonal y muchos rasgos de personalidad que se forjan en la infancia.

¿Qué significa el término “hiperniño”?

Los términos “hiperniño”, “hiperhijo” o “hiperpaternidad” hacen referencia a mecánicas familiares que centran sus esfuerzos en mantener controlados a los hijos y, como consecuencia, estos se desvinculan de las actividades propias de su edad. Se convierten, así, en individuos poco independientes de los que se espera que sean perfectos.

El término surgió en Estados Unidos, y se relaciona con el concepto tradicional del “niño consentido”. No obstante, tal y como indica la periodista Eva Millet, autora de los libros Hiperpaternidad e Hiperniños: ¿hijos perfectos o hipohijos?, en los hiperhijos se vuelca un especial estrés por parte de los padres que no sufrían los niños consentidos.

Niño agarrado a su madre

¿Cómo es la vida de los hiperniños?

Los hiperniños ocupan su vida con actividades extraescolares que no les apasionan, son muy conscientes de sus defectos y son tratados por los padres como una inversión: tras poner mucho dinero y esfuerzo en la crianza de sus hijos, piensan (a menudo, inconscientemente) que ese valor debe transformarse en el éxito de sus hijos.

Ahora bien, los niños son conscientes de mucho más de lo que imaginamos, y esa presión los afecta a todos los niveles. Es así como su vida se convierte en un estrés constante por cumplir las expectativas de los demás.

Sin embargo, existe otra cara de la moneda: los hiperniños son, cada vez más, el centro de atención en todas las familias. Como indica Millet, “vas a las casas y las fotos ya no son de los abuelos, sino de los niños, que más que nunca son los reyes de la casa. Esto tiene que ver con que tenemos 1,3 hijos de media por pareja y antes eran muchos más, no se les prestaba tanta atención. Antes eran muebles, ahora son altares”.

Esta sobreestimulación genera en los niños un sentimiento de autoridad que no es nada positivo para su desarrollo personal. Como consecuencia, no son capaces de gestionar bien sus emociones, se frustran con facilidad, sufren la ansiedad de los padres… En definitiva, se convierten en lo que Millet llama “hiponiños”, niños dependendiente que no pueden hacer nada sin la ayuda de sus padres.

Pero, ¿qué es lo que necesita un niño?

Es difícil determinar cuáles son las necesidades de todos los niños, ya que, como individuos, tienen aspiraciones, deseos y expectativas propios. Sin embargo, una cosa está clara: todavía están formándose para enfrentarse al mundo real, y no podemos exigirles tanto como a los adultos.

Es por eso que las aspiraciones de un progenitor nunca deben volcarse en los niños: pensar en la carrera universitaria que harán cuando todavía no han llegado a los 10 años es, ante todo, un despropósito. Debemos dejar a los niños desarrollar su personalidad, sus gustos. Y, sobre todo, dejarles fracasar, aprender dónde están los límites y qué pueden extraer de sus fallos si quieren superar esos límites.

Como indica la autora, la oferta de actividades y experiencias ha crecido exponencialmente en los últimos años, debido a lo que se generan competiciones interfamiliares. Los padres o cuidadores se preguntan qué campamento será el mejor, qué clase de música será la más prestigiosa…

Hiperniños jugando con una pelota

Menos dinero y más amor

Todas esas experiencias, clases y campamentos conllevan un gran desembolso. Pero, pese a todo, no podemos pretender que los niños aprecien cantidades de dinero que todavía no entienden. Por eso, en lugar de preocuparnos por qué profesor de inglés es el que tiene mejores referencias para darle clase a un niño de 10 años, es preferible que ese niño se relacione de forma mucho más natural.

Al fin y al cabo, los niños deben crecer jugando con otros niños, poniendo en práctica sus habilidades de forma autónoma. Y los padres no deben situarse como pilar principal en su relación, sino a un lado, para estar allí cuando el niño pida ayuda.

Es importante que aprendan a sobreponerse a las situaciones que no se presentan como se esperaban; el papel de un padre o una madre no es sino aconsejar, apoyar y, sobre todo, amar.


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