¿Qué es la ira del conductor?

¿Sabes qué es la ira del conductor? Apuesto a que alguna vez la has experimentado. Sigue leyendo para comprobarlo.
¿Qué es la ira del conductor?
Cristina Girod de la Malla

Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Girod de la Malla.

Última actualización: 29 agosto, 2020

¿Conoces a alguien que se pone de muy mal humor cuando conduce? Que fuera del coche es una persona dulce y tranquila, pero cuando se sube al coche se transforma en un ogro porque “¡la gente no tiene ni idea de conducir!”. Que no soporta un atasco. Puede que hasta te reconozcas en estas descripciones. Tranquilo, no estás solo. Esto se conoce como la ira del conductor o síndrome de ira al volante y le pasa a mucha más gente de lo que crees.

Conducir, para el que disfrute de ello, es un verdadero placer. Sin embargo, puede llegar a convertirse en una situación muy tensa por la cantidad de estímulos a los que atender y las dificultades que pueden surgir. Por eso, es normal que de vez en cuando perdamos los nervios. Pero, ¿dónde está el límite entre perder los nervios en un momento puntual y ser un conductor iracundo? Aquí te lo contamos.

Hombre con ira del conductor

Empecemos por definir qué es la ira

La ira es una reacción de irritación, furia o cólera causada por la indignación y el enfado de sentir vulnerados nuestros derechos. Es una emoción que puede surgir cuando la persona encuentra obstáculos que le impiden llegar a su objetivo o satisfacer una necesidad y despierta en la persona un deseo o necesidad de deshacerse de tal obstáculo.

Por eso se dice que la ira tiene gran componente motivacional. Sin embargo, es una emoción potencialmente peligrosa, en el sentido de que en situaciones extremas puede llegar a desembocar en odio y violencia verbal o física. Algunos autores, como Spielberger, consideran que existe un continuo entre la ira, la hostilidad y la agresión.

Dicho esto, ¿qué es la ira del conductor?

El repertorio de conductas que puede sacar a relucir un conductor enfurecido puede ser de lo más variado: desde los insultos más “inofensivos” hasta actos al volante que pueden poner en riesgo la integridad física de otras personas o la de nosotros mismos.

Entre las conductas agresivas de baja intensidad, podemos encontrar las siguientes:

  • Tocar el claxon.
  • Gritar a otros conductores y/o peatones.
  • Dar ráfagas de luces largas.
  • Insultar o hacer gestos insultantes, como un corte de manga o “una peineta”.

“Los conductores de automóviles cuentan con muy pocos recursos y originalidad. Cuando se enfadan con otro conductor a menudo le muestran el dedo”.

-Charles Bukowski-

Dentro de las conductas de alta intensidad y, por tanto, más arriesgadas, encontramos las siguientes:

  • Pegarse demasiado a otro coche.
  • Vengarnos repitiendo la conducta del conductor que nos ha “molestado”, realizando actos como cruzarnos en su camino, adelantar sin dejar la distancia de seguridad, adelantar y una vez delante reducir mucho la velocidad…
  • Actos violentos, como peleas o agresiones físicas, llegando en el peor de los casos al asesinato.

Cabe decir que todas estas acciones son peligrosas en tanto en cuanto pueden derivar en lesiones físicas e incluso en accidentes mortales. Además, un estado de ira y ansiedad desbordante puede mermar gravemente nuestra capacidad para afrontar adecuadamente las dificultades y tomar decisiones y pueden ralentizar nuestros reflejos y, por tanto, implican gran riesgo.

¿Qué factores determinan que se produzca un estado de ira semejante?

¿Por qué unas personas son más propensas a tener explosiones de ira? Existen diversos factores que pueden influir en ello. Desde factores situacionales, como pueden ser haber tenido un día de estrés, encontrarse mal, haber discutido con alguien…, hasta factores de personalidad como el temperamento, la capacidad de tolerar la frustración, etc.

  • El nivel de tolerancia a la frustración. Las personas con baja tolerancia a la frustración pierden la capacidad de hacer frente de manera adaptativa a las situaciones frustrantes y despliegan un abanico de conductas desadaptativas que lo único que hacen es agravar el problema. Aplicado al ámbito de la conducción, puede tratarse de un adelantamiento indebido, de un peatón que cruza como y cuando no debe…
  • El nivel de tolerancia al estrés. Si eres una persona que tolera mal los periodos o las situaciones de estrés, es más probable que reacciones perdiendo los nervios. La vida es de por sí estresante y solemos vivir a un ritmo bastante frenético. Si a eso le añadimos un atasco, una persona cuya forma de conducir nos enerva o un camión de la basura, tenemos el caldo de cultivo perfecto para desatar la ira del conductor (casi de cualquier conductor, hasta del más paciente).
  • Nuestro nivel general de agresividad. Si nos caracterizamos por ser personas coléricas, con tendencia a perder los papeles, es bastante probable que lo hagamos también al volante.
  • Percepción de seguridad y sentimiento de invulnerabilidad. Confiar demasiado en la seguridad de nuestro automóvil, en nuestras capacidades y habilidades como conductores y la creencia de “a mí no me va a pasar, soy un conductor experimentado” nos pueden llevar a realizar acciones de riesgo desencadenadas por un estado de ira.
  • Malinterpretar la conducta de otros conductores. Un estado de estrés puede producir un sesgo cognitivo que haga que interpretemos cualquier acción de otro conductos como un ataque hacia nosotros mismos, por lo que haremos lo posible por “defendernos”. Y lo más probable, si el otro conductor está también algo “calentito” se cree una escalada de agresividad que puede llegar a ser violenta.

¿Cómo gestionar la ira del conductor?

Como hemos visto, la ira del conductor puede provocar situaciones de riesgo, que por su peligrosidad, es mejor evitar. A continuación vamos a hacer un repaso por algunas estrategias que pueden resultar de utilidad a la hora de mejorar estas explosiones de ira.

  • Aumenta tu tolerancia a la frustración. Ten presente que los atascos, las imprudencias de otros conductores y peatones, los imprevistos… son situaciones reales, posibles y frecuentes mientras conduces. Por ello, tómalas como algo normal e intenta no reaccionar mal ante ellas, puesto que esto solo aumentará tu nivel de ansiedad. Recuerda que lo importante es llegar, aunque sea con retraso.
  • Aprende alguna técnica de relajación, pueden ser respiraciones profundas o ejercicios de relajación muscular. Realízalas antes de conducir, o incluso durante un atasco. Pero ten cuidado si las vas a hacer mientras conduces, puesto que puedes sentir algún “mareíllo”. Estas técnicas, puestas en práctica a diario, ayudarán a reducir tu nivel de ansiedad y estrés general y, por tanto, tu reactividad y la probabilidad de que reacciones con ira.
  • No interpretes las acciones de los demás como ataques directos hacia ti, no te lo lleves todo a tu terreno. Posiblemente el otro conductor se encuentre en el mismo estado que tú o simplemente ha tenido un despiste (nos puede pasar a todos). Intenta ser tolerante.
  • No te dejes llevar por el deseo de venganza. Como decía Freud “la catarsis de la ira fomenta la ira”. Es decir, si ante un evento que nos pone al borde de la explosión, en lugar de reaccionar quitándole importancia e intentando relajarnos, nos recreamos en la situación, en lo mal que lo ha hecho la otra persona, en lo “tal” que es, y en lo mal que conduce, el nivel de ira no hará más que ir en aumento y, como hemos visto, esto puede tener ciertos riesgos.
  • Planifica tu ruta. Gracias a los GPS, podemos buscar diferentes caminos hacia un mismo lugar y elegir aquel en el que menos tráfico haya. Esto no sólo supone un ahorro de tiempo en el día a día, sino que es especialmente útil en los días que sabemos que tenemos “los nervios de punta”.
Hombre gritando conduciendo

Es posible controlarlo

Como hemos visto, la ira del conductor o el síndrome de ira al volante es un problema mucho más frecuente de lo que se cree. Puede afectar a cualquier persona. Determinadas situaciones hacen saltar hasta al más tranquilo, pero que sea normal no significa que debamos dejar que sea nuestra conducta habitual al volante.

Hemos visto cómo cambiando unas conductas sencillas podemos ayudarnos a suavizar estos estados para hacer más agradable y segura la conducción. Por eso, te invito a que las pongas en práctica. Tanto si te suele pasar como si es más bien esporádico, tendrán grandes beneficios.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.