¿Qué hay detrás de la crisis de los treinta?

¿Qué hay detrás de la crisis de los treinta?
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 01 marzo, 2018

“Se te está pasando el arroz”, “¿Cuándo te casas?”, “Pronto llegan los niños…”, “Para tu edad ya deberías dejar de…” son expresiones típicas que toda persona comienza a escuchar a partir de los treinta. Parece que las exigencias por parte de los demás respecto a lo que se debería tener o no a esta edad aumentan y con ello, las dudas, miedos y preocupaciones, originando en ocasiones la famosa crisis de los treinta.

Una casa propia, una pareja estable, un trabajo fijo y apasionante, junto a tener hijos y hacer escapadas es el retrato ideal que la sociedad establece para una persona con treinta años. Una imagen creada a partir de preceptos sociales que cumplen y marcan una ruta a seguir y que las personas de nuestro alrededor se encargan de recordarnos.

Como vemos, podríamos decir que la crisis de los treinta tiene mucho más que ver con la cultura de una sociedad y su sistema de presión social que con llegar a la treintena. Al no cumplir con las expectativas sociales, la angustia y la frustración aparecen fruto de los “debería”, a pesar de no ser necesariamente lo que la persona quiere.

Yo ya debería haber…

Que frase tan pequeña y tan pesada, ¿no te parece? Los “debería” forman parte de la presión social. En ellos se establecen cuáles son los pasos a seguir en la ruta de la vida y cuáles son las paradas obligatorias. Si las cumplimos, entonces seremos considerados como una persona exitosa y admirable. Si no lo hacemos nos catalogaran de raros o perdidos.

La mayoría de las metas a cumplir que plantea la sociedad están relacionadas con el logro y el éxito. De ello depende el reconocimiento y estatus. A medida que vamos creciendo estas exigencias van aumentando y con ellas nuestro propio nivel de autocrítica y presión.

Chico joven preocupado por peligros imaginarios

Mientras caminamos por el sendero de la vida vamos acumulando logros, aunque también vamos dejando otros pendientes. A estos últimos hay épocas en las que no se les presta tanta atención. Sin embargo, algo pasa cuando pisamos los treinta que pareciera que todo eso que hemos dejado en la lista de pendientes se nos viene de forma abrupta. Incluso pensamos que si no hemos logrado lo establecido por la sociedad a nuestra edad no hemos hecho nada con nuestras vidas.

Y así es como entramos en la famosa crisis de los treinta. Un estado de confusión, desorientación e incertidumbre originado por el choque entre las expectativas sociales y personales con la realidad. 

¿Qué tan malo puede ser desviarse del camino?

La vida es un cúmulo de elecciones sobre las que existe una gran presión social. Junto a ella también están los ideales de referencia que hemos ido tomando de figuras importantes para nosotros como nuestros padres, hermanos o amigos. De este modo, aspiramos a convertirnos en quienes la sociedad y las personas que nos rodean esperan, muchas veces sin reflexionar y analizar aquello que nosotros queremos realmente. Pero, esto no tiene por qué ser sinónimo de felicidad.

Si nuestra ruta se ha desviado del camino estándar, no significa que sea un fracaso. Puede ser una señal de que hemos decidido diseñar un camino propio basado en nuestras decisiones. Ahora bien, esto no implica que no alcancemos ciertas metas marcadas socialmente como tener una pareja estable, un trabajo fijo o comprarnos un coche, sino que el orden de prioridades ha cambiado para nosotros.

Los parámetros sociales y la crisis de los treinta

No es cuestión de deshacerse de los parámetros sociales, eso es imposible. Somos seres sociales y vivimos en comunidad. Sin embargo, cuando estamos en la llamada crisis de los treinta es necesario que hagamos algo para lidiar con ella y salir de la misma. Para ello podemos preguntarnos qué es lo que tanto nos pesa, si nos asusta no alcanzar metas o no cumplir expectativas o simplemente, reflexionar sobre cómo queremos que sea nuestro proyecto de vida. Se trata de atenderse y escucharse para conocerse y actuar en consecuencia.

En este punto es importante saber diferenciar entre aquello que nos pertenece y aquello que les pertenece a otros. Tanto pensamientos, como expectativas, ideales, miedos y dudas. De lo contrario, soportaremos una carga muy pesada de llevar que nos erosiona con el tiempo.

Ahora bien, si hay algo que tenemos que tener muy claro es que sentirnos felices y disfrutar de la vida no depende de cumplir o no con las metas sociales, sino de asumir el mando de nuestro proyecto de vida y comprender que la ruta no es lineal y que los tiempos tampoco son exactos.

Mujer caminando por una vía

Crea tu ruta de vida

La autoridad de nuestra vida no está en los demás sino en las decisiones que tomamos. La presión social siempre va a estar ahí para recordarnos los logros que debemos cumplir según nuestra edad. Sin embargo, nuestra actitud es la clave. Podemos decidir si ir o no por el camino predeterminado o en cambio, descubrir una ruta alternativa.

Como hemos dicho, la felicidad no está en lo que esperan los demás de nosotros sino en lo que verdaderamente nos hace felices. Para ello tan solo tenemos que preguntárnoslo.

Puede que la crisis de los treinta nos recuerde que ya llevamos un camino recorrido e incluso, que nos asuste si dirigimos la mirada atrás y descubrimos que tenemos metas pendientes. Sin embargo, estas metas no tenemos que cumplirlas necesariamente si nuestra escala de prioridades ha cambiado. La vida es un camino construido a través de decisiones personales y lo más importante es que estas sean congruentes con nosotros mismos. 

“La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes”.

-John Lennon-

 


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.