La importancia de aprender a automaternarse

La huella que dejan en nosotros las figuras de apego a veces constituyen un obstáculo para nuestro desarrollo, arrastrando el lastre más allá de la juventud. Sin embargo, lo que no logramos de niños, ahora podemos hacerlo de adultos.
La importancia de aprender a automaternarse
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 23 septiembre, 2020

Piénsalo por un momento: ¿sientes que te falta algo? ¿Afecto, compañía, comprensión, reconocimiento? Y ahora analiza: ¿es posible que esta sensación de carencia te lleve tiempo acompañando? La mayoría de nosotros experimentamos ese vacío difuso que nos genera malestar, pero que no sabemos cómo llenar. En estos casos, aprender a automaternarse puede ser una buena solución.

En una sociedad tan acelerada, centrada en las apariencias y en la productividad, no parece haber espacio para el cuidado personal; menos aún si nos referimos al trabajo emocional. Por ello, muchos de nosotros vivimos desconectados de las necesidades emocionales que nos dominan y piden ser atendidas. Pero, cuando una persona comienza a automaternarse, sana heridas de las que, tal vez, por muchos años no fue consciente.

El vínculo primario

Por lo general, la madre es nuestra principal figura de apego durante la primera infancia; es con ella con quien desarrollamos el vínculo primario del que parten todos los demás. Es la relación con la madre la que nos enseña a sentirnos amados, protegidos, comprendidos, aceptados… Cuando nos maternan adecuadamente nos desarrollamos de una forma sana y plena, y esta confianza se traslada al resto de ámbitos de nuestra vida.

No obstante, esto no siempre ocurre. Son numerosas las ocasiones en las que el bebé no es atendido correctamente o el niño no percibe amor por parte de la figura materna. Tengamos presente que no es tan importante el afecto y la atención que se le da a un niño como el grado en que este lo percibe.

Así, es común que muchas madres se sientan abrumadas en su nuevo rol y no respondan de forma consistente a las necesidades y demandas del bebé. Es posible que, incluso con buena intención, durante la infancia se generen heridas de rechazo, de abandono, de humillación… Las mismas que quedarán grabadas profundamente, teniendo su eco negativo en la vida adulta.

Niña abrazando un peluche

¿Cómo afectan las heridas de la infancia?

En la mayoría de las ocasiones no somos conscientes de que cargamos con estas heridas infantiles; tampoco sabemos con certeza en qué situaciones se produjeron. Sin embargo, ese daño del pasado sigue manejando nuestro presente de diferentes formas. El niño interior herido toma las riendas de nuestro comportamiento cuando nos sentimos amenazados, y sobrerreacciona, dañando nuestro bienestar personal y nuestras relaciones sociales.

¿Alguna vez te has preguntado por qué eres tan sensible a las críticas?, ¿por qué tienes tanto miedo a que otros se vayan de tu lado?, ¿por qué cargas esa coraza de orgullo que te impide mostrarte vulnerable? Son, en gran medida, las secuelas de una relación materno-filial inadecuada, de un vínculo de apego inseguro establecido en la infancia.

No obstante, no existen culpables. Conocer esta realidad no implica instalarse en el rol de víctima y culpar a quien te trajo al mundo. Todos los seres humanos actuamos lo mejor que sabemos y podemos en cada momento y la maternidad es una inmensa responsabilidad. Así, si ahora, como adulto, eres capaz de percibir esas heridas, también eres capaz de adoptar las medidas necesarias para que sanen. 

Mujer mirandose espejo

La importancia de automaternarse

¿Cómo sanar? Proporcionándote todo aquello que deseaste o necesitaste recibir de tu principal figura de apego. Asumiendo tú ese rol y nutriendo, cuidando, amando y aceptando al niño herido que vive en ti. Se trata de revivir ese vínculo primario, pero con las habilidades y el conocimiento del adulto.

No se trata de un proceso sencillo, armonioso o agradable. Realmente consiste en proyectar luz sobre las sombras, mirar las heridas y reconocer el abandono, el rechazo, la traición… hacernos conscientes de que siguen en nuestro interior y del modo en que nos restan libertad.

Una vez identificados los daños, es posible sanar comenzando a automaternarse; es decir, aprendiendo a escucharnos, a respetarnos y a comprendernos como nunca lo hicieron. Amándonos y aceptándonos de forma incondicional, acompañándonos en nuestros errores y felicitándonos en nuestras victorias; estando presentes para nosotros en todo momento, priorizándonos y siéndonos fieles, eligiéndonos.

Piensa en lo que sentiste que te faltó de niño y asegúrate de proporcionártelo. En el proceso, sentirás cómo el vacío se llena, el perdón llega y la sensación de poder personal se incrementa. Una vez que atiendes al niño herido, este deja de dirigir tus movimientos y es el adulto consciente quien toma las riendas.


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  • Bourbeau, L. (2011). Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. OB STARE.

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