La preocupación empática: siento lo que te ocurre

La preocupación empática es el componente de la empatía que nos predispone a ayudar a los demás. Indudablemente es una gran cualidad, pero ¿qué consecuencias puede tener una alta preocupación empática? Aquí te lo contamos
La preocupación empática: siento lo que te ocurre
Cristina Girod de la Malla

Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Girod de la Malla.

Última actualización: 13 noviembre, 2020

En general, la mayoría de las personas poseemos una tendencia innata a preocuparnos por los demás que se ve favorecida por el aprendizaje de determinadas habilidades sociales. Es lo que llamamos empatía, que a su vez se divide en tres campos: la empatía cognitiva, la empatía afectiva y la preocupación empática. ¿En qué consiste exactamente esta última y cómo se diferencia de los otros dos componentes?

La preocupación empática es la tendencia a sentir compasión, preocupación y cariño por los otros, especialmente cuando se encuentran ante dificultades. Es sentir lo que el otro está sintiendo. Por la definición resulta fácil asociarla con profesiones cuyo trabajo se basa en la dedicación a los demás (aunque no exclusivamente). Esto explica que esta cualidad se asocie a problemas como la fatiga por compasión y el burnout. Vamos a ver por qué.

Chica triste por duelo con su amiga consolándola

Empatía: qué es y cuáles son sus componentes

La empatía es un concepto técnico en origen, pero que ya forma parte del lenguaje popular. Hablamos de una cualidad muy compleja que nos ha permitido llegar a este nivel de desarrollo social.

La empatía podría definirse como la capacidad de percibir o inferir en los sentimientos, pensamientos y emociones de los demás. Implica entender a los demás no desde nuestra propia perspectiva, sino desde la suya, tanto a nivel cognitivo como a nivel emocional.

La empatía tiene diferentes componentes que nos permiten ponernos en el lugar del otro desde diferentes perspectivas. Estos componentes constituyen las fases secuenciales y necesarias para crear una representación interna de los estados mentales de otras personas: el reconocimiento emocional, la integración emocional y la puesta en marcha de conductas congruentes.

“La empatía depende no solo de la capacidad de uno para identificar las emociones de otra persona, sino también de la capacidad de uno para ponerse en el lugar de la otra persona y experimentar una respuesta emocional adecuada”.

-Charles G. Morris-

La empatía cognitiva: reconocimiento emocional

A partir de los contenidos, verbales y no verbales, que un sujeto emite durante la interacción social, podemos ser capaces de reconocer qué tiene en mente la persona, pero sin llegar a experimentar (aún) ninguna implicación emocional.

Esta capacidad se ha equiparado con lo que conocemos como teoría de la mente, que es la capacidad de atribuir estados mentales a otras personas. Es decir, supone la capacidad de entender que las personas tienen pensamientos, emociones y eventos privados propios, diferentes a los de los demás.

La empatía afectiva: integración emocional

Una vez hemos sido capaces de “captar” a nivel cognitivo la experiencia de otra persona, entra en juego la empatía afectiva. Este componente de la empatía nos dota de una sensibilidad especial para entender o sentir lo que están sintiendo los demás, sin contagiarnos de su estado emocional.

Por último, se pone en marcha la simpatía o preocupación empática, que es la que permite que se desencadenen conductas congruentes con los estados emocionales ajenos que estamos percibiendo (conductas de ayuda, por ejemplo). Vamos a conocer exactamente en qué consiste la preocupación empática y como se relaciona con otros constructos.

La preocupación empática: siento lo que estas sintiendo y te quiero ayudar

También conocida como simpatía, la preocupación empática es la tendencia o la capacidad de experimentar sentimientos de compasión, preocupación y cariño por otras personas, especialmente cuando se encuentra ante dificultades, es sentir lo que el otro está sintiendo. La palabra “simpatía” proviene del griego y significa, literalmente, ‘sufrir juntos’.

Esta sensibilidad a las necesidades de otras personas nos pone en disposición de ofrecer nuestra ayuda e incluso de llevar a cabo conductas altruistas, prosociales y de entrega a los demás. Esta etapa constituye el fin de un proceso largo que se transforma, tras sentir el dolor del prójimo, en la intención de ayudar a aliviarlo.

“Estoy convencido de que la utilización adecuada del tiempo consiste en servir a otras personas, a otros seres sensibles”.

-Dalai Lama-

¿Como “se mide” la preocupación empática?

La preocupación empática es una de las subescalas medidas por el Índice de reactividad interpersonal de Davis (IRI). Los ítems que miden la preocupación empática son los siguientes:

  • A menudo tengo sentimientos tiernos y de preocupación hacia la gente menos afortunada que yo
  • A veces no me siento muy preocupado/a por otras personas cuando tienen problemas
  • Cuando veo que a alguien se le toma el pelo tiendo a protegerle
  • Cuando veo a alguien herido/a o que se ha hecho daño tiendo a permanecer tranquilo/a
  • Las desgracias de otras personas no suelen angustiarme mucho
  • Cuando veo que alguien está siendo tratado/a injustamente no suelo sentir mucha pena por él/ella
  • A menudo estoy bastante afectado/a emocionalmente por cosas que me ocurren
  • Me describiría como una persona bastante sensible

¿Es la preocupación empática más característica de algunas profesiones?

La preocupación empática es una cualidad que poseen muchas personas, no tiene por qué limitarse a un campo profesional. Si bien es cierto, que parece ser una cualidad necesaria para una buena praxis en algunas profesiones como las sociosanitarias, cuyo trabajo se basa en la entrega y ayuda a los demás.

Por centrarnos en un caso, la preocupación empática -y la empatía, en general- es una habilidad o cualidad útil y necesaria en un psicólogo. Esta va a ser la que le permita “entrar” en el mundo interno de su paciente para crear un vínculo o alianza (esencial en el proceso de terapia) y un espacio común de diálogo y de confianza.

Como hemos visto, diferenciar los sentimientos propios de los ajenos es necesario para evitar el contagio emocional. Esto se conoce como disociación instrumental. Sin embargo, sabemos que, a veces, es inevitable “llevarse trabajo a casa”. Esto puede provocar que aparezcan síndromes como el burnout o la preocupación empática.

“Este es nuestro deber máximo: poder prestar toda nuestra ayuda a quien la necesita en grado extremo”.

-Cicerón-

Preocupación empática, burnout y fatiga por compasión

Por un lado, el síndrome del cuidador quemado (o burnout) describe un estado de agotamiento físico, emocional y mental que puede aparecer en personas que cuidan de personas dependientes o enfermas. Los tres aspectos básicos del burnout, descritos por Christina Maslach son los siguientes:

  • Cansancio emocional, que se traduce en una sensación de absoluto agotamiento junto con percepción de falta de recursos de afrontamiento e incapacidad para cumplir con las responsabilidades.
  • Despersonalización, que puede convertir la tarea del cuidador en algo automático, eliminando la conexión emocional entre cuidador y persona cuidada, lo que puede limitar la calidad del cuidador
  • Baja realización personal que lleva a un sentimiento de ineficacia personal y autopercepción negativa, que puede repercutir muy negativamente en la autoestima del cuidador

Las personas que puntúan más alto en preocupación empática son aquellas que podrían desarrollar este síndrome.

Por otro lado, la fatiga por compasión es resultado de un proceso acumulativo que se desarrolla debido a un estado de malestar emocional prolongado por un continuo e intenso contacto con los pacientes. Se ha demostrado que a mayor nivel de empatía, mayor probabilidad de desarrollar fatiga por compasión. 

Una curiosidad de este síndrome es que comparte algunos síntomas con el trastorno de estrés postraumático, como la reexperimentación, la evitación y la hiperactivación.

Ambos síndromes pueden tener graves repercusiones, no solo a nivel laboral, sino también a nivel personal. Esto puede traducirse en baja motivación, percepción de escasa capacitación profesional, distanciamiento del resto del equipo, aislamiento social…

Mujer estresada con fatiga por compasión

Ecpatía para “compensar” la preocupación empática

Cuidar de las personas que cuidan de otras personas es imprescindible, igual que el autocuidado. Cuidar de uno mismo, permite cuidar de otros. Evitar el aislamiento social, garantizar una buena alimentación y un buen patrón de sueño, favorecer la ventilación emocional o aprender a poner límites son sólo algunas de las medidas que pueden ayudar a reducir ambos síndromes.

Sin embargo, debemos a hacer mención a uno de las contribuciones científicas más frecuentes en el campo de la empatía: la ecpatía. Como decíamos, uno de los aspectos esenciales de la empatía es ser capaz de diferenciar los sentimientos propios y ajenos, para evitar los contagios emocionales (que aumentarían la probabilidad de sufrir fatiga por compasión y burnout).

La ecpatía es un proceso mental que nos permite evitar (o, por lo menos, limitar) los contagios emocionales que recibimos de los demás. Se trata de ser capaces de probarnos los zapatos ajenos, para entender que se siente al llevarlos puestos, pero no adueñarnos de ellos. Esto nos permitirá ofrecer ayuda sin que esta se vea afectada por un estado de ánimo “contagiado”.  Desarrollarla puede ser la clave para ser empático sin limitar la calidad de nuestra asistencia.


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.


  • Cuff, B.M., Brown, S., Taylor, L. y Howat, D. (2016). Empathy, a Review of the Concept. Emotion Review, 8(2), 144-153. Decety, J., & Lamm, C. (2009) . Empathy versus personal distress. Recent evidence from social neuroscience. En J . Decety, & W. Ickes (Eds. ), The social neuroscience of empathy (pp. 199-213) . Cambridge: MIT Press. Dymond, R. F. (1949) . A scale for the measurement of empathicability. Journal of Consulting Psychology, 13(2) , 127-133. Mehrabian, A. y Epstein, N. (1972). A measure of Emotional Empathy. Journal of Personality, 40, 525-543. Vignemont, F. y Singer, T. (2006). The empathic brain: How, when and why? Trends in Cognitive Sciences, 10(10), 435-441.

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.