La técnica de la invitación: descubre cómo permitimos que nos ofendan

La técnica de la invitación: descubre cómo permitimos que nos ofendan
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 14 julio, 2019

Desde la psicología, siempre se pretende potenciar que el paciente tome las riendas de su vida y no se deje manejar tanto por las emociones ni por las situaciones externas con las que a menudo va a tener que enfrentarse. La idea es promover la aceptación incondicional, tanto de uno mismo, como de los demás y de la vida en general, de forma que todo lo que nos suceda, nos afecte en su justa medida: ni más ni menos.

No se trata de conformismo como muchas veces tiende a pensarse. Ser conformista, como su nombre indica, nos ancla en la zona de confort, en lo que controlamos; pero no por aceptación, sino por miedo a desplegar las alas y descubrir la magia que la vida tiene preparada para nosotros.

No queremos personas conformistas. Nos gusta la gente apasionada, con ganas de morder la vida y exprimirla, con metas, deseos e ilusiones por cumplir. Esto no es excluyente de ser una persona madura a nivel emocional, que sabe regular sus emociones, que controla su manera de interpretar y percibir el mundo y que es capaz de aceptar la derrota, el fracaso o las críticas y verlo como parte normal de la vida.

¿Cuántas veces nos hemos enfurecido por que alguien nos ha dicho o hecho algo “injusto”? ¿Cuántas hemos echado la culpa a los demás de nuestros sentimientos? Todos lo hemos hecho y todos nos hemos equivocado. Las emociones son solo nuestras y cuando estamos anímicamente mal es porque nosotros lo decidimos así.

No te ofenden los demás, te ofendes tú

Es cierto que a nadie le gusta que le resalten un defecto, le recuerden algún fallo o que le critiquen en general. Las personas preferimos los halagos y los elogios porque así nos sentimos aceptados y esa aprobación nos genera un gran placer (estimula nuestro circuito cerebral de recompensa, tanto es así que la búsqueda de reconocimiento se puede volver adictiva). Por el contrario, las críticas o rechazos, pueden generarnos desde sentimientos ansiosos, hasta depresión o ira.

Evidentemente estas emociones no son plato de buen gusto para nadie y evitamos sentirlas a toda costa, el problema es que la manera que tenemos de evitar encontrarnos con ellas no suele ser la más acertada.

Cuando recibimos un comentario negativo sobre nosotros, lo primero que solemos hacer es ponernos a la defensiva, intentar justificarnos, dar explicaciones o contestar con otra crítica a modo de resentimiento. ¿Por qué lo hacemos? Porque nos ofendemos, pero no por lo que la otra persona acaba de decir, sino porque nosotros, con nuestro diálogo interior, nos decimos que lo que esta persona piensa de nosotros es la única verdad posible. Al otro se lo podemos negar, pero a nosotros nos lo afirmamos.

Digamos que “compramos” las críticas del otro, nos las creemos, las hacemos nuestras y las integramos como ciertas, permitiendo que modifiquen nuestros esquemas. Somos nosotros los que decidimos hacerlo así y esa decisión implica que nos dejemos manejar como marionetas por la opinión de alguien ajeno a nosotros.

Por lo tanto, no son los demás los que nos ofenden. Nuestro entorno tiene derecho a opinar y expresar lo que quiera. Pero somos nosotros los últimos responsables de “coger” esa crítica y creer que es la verdad absoluta.

¿No te resulta curioso que con los halagos no ocurra tanto? No solemos comprar de la misma forma un piropo, una felicitación o una alabanza. Pero si nos dicen algo negativo, enseguida lo hacemos nuestro.

La técnica de la invitación, ¿aceptas?

La técnica de la invitación se usa en consulta para hacer ver al paciente lo que acabamos de comentar más arriba. Buda decía: “Si alguien pretende regalarme un caballo y yo no lo acepto, ¿de quién termina siendo el caballo?” Claro! Sigue siendo de la persona que pretende regalarnos ese caballo, pues con las críticas sucede lo mismo.

Los insultos, las críticas o los comentarios tóxicos son como regalos: si lo recoges, lo aceptas; si no lo recoges, quien te insulta se lo queda en sus manos.

Mujer con mano en alto

Si existen personas que pretenden malgastar sus energías con nosotros de forma negativa, es su problema. El nuestro es aceptar o no sus insultos o groserías. Así, si lo hacemos es nuestra responsabilidad y de nada sirve pretender hacer cambiar al otro de opinión pues lo más probable es que no lo haga y entonces seremos nosotros los que gastaremos energía.

Con la técnica de la invitación, el terapeuta invita al paciente a que se sienta de una manera concreta. Por ejemplo, un fracasado, una mala persona, alguien físicamente horrible, etc. Lo hace cuando el paciente acude a consulta con la queja de que suele recibir esos comentarios o que hay personas que le hacen sentirse de este modo.

El terapeuta le ofrece una tarjeta, a modo de invitación, en el que aparece escrita la siguiente frase: “Yo, tu (madre, hermana, compañero de trabajo, pareja…) te invito a sentirte (inútil, culpable, desgraciado, fea, gordo…). ¿Aceptas la invitación? Aquí, el paciente ha de escribir que no acepta sentirse así ya que no piensa que eso defina a su persona, pero que entiende el punto de vista del otro.

De esta forma, el paciente aprende a aceptarse de forma incondicional, también a aceptar las opiniones de los demás y a no intentar cambiarlas, pero lo más importante es que aprende a no ofenderse a sí mismo comprando creencias que no le pertenecen.

Esta aceptación, nos libra de la pesada carga que supone intentar agradar a todo el mundo, algo que jamás conseguiremos completamente. La técnica de la invitación debe practicarse a nivel mental tantas veces como sea necesario, cada vez que nos topemos con alguien que nos juzgue de forma negativa. Así, con la práctica, seremos capaces de ofendernos cada vez menos e de incluso utilizar cualquier crítica a nuestro favor.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.