Las personas que saben escuchar también necesitan ser escuchadas

Todos valoramos tener alguien con quien hablar, alguien que nos escuche con todo su corazón y sus sentidos. No obstante, hay quien se olvida que quienes escuchan también merecen ser escuchados. También esas personas esperan que les digamos un '¿cómo estás tú?'
Las personas que saben escuchar también necesitan ser escuchadas
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 19 agosto, 2019

Todos valoramos a las personas que saben escuchar. Apreciamos su hospitalidad emocional, su empatía auténtica, su capacidad para validar nuestras palabras, historias y sentimientos. Sin embargo, es necesario que recordemos un sencillo aspecto: quien sabe escuchar, quien está ahí para nosotros siempre que lo necesitamos, también necesita ser escuchado de vez en cuando.

Este tema es más importante de lo que podamos pensar en un principio. Decía Carl Rogers, reconocido psicólogo humanista, que la base de toda relación saludable reside en la escucha activa, en la capacidad para escucharnos los unos a los otros de manera efectiva. Sin embargo, cada vez son las más las personas que acuden a terapia psicológica para sentirse escuchados ‘por primera vez’.

Hay quien se alza como esa figura siempre accesible a la que todos acuden para compartir con ellos sus preocupaciones, problemas y ansiedades. Son personas refugio que, curiosamente, no suelen hallar el suyo cuando lo necesitan. Es más, abundan quienes están tan acostumbrados a escuchar a los demás, que acaban por ocultar sus necesidades, escondiéndose en las circunvoluciones de la caracola del silencio.

Poco a poco, les resulta más fácil dejar hablar a los demás que pedirles silencio por un instante, solo por un momento, para revelar qué sienten, para decir en voz alta que también ellos tienen preocupaciones y desearían ser atendidos. Son situaciones muy comunes que deben invitarnos a una sentida reflexión.

“Así como hay un arte de bien hablar, existe un arte de bien escuchar”.

-Epicteto-

figuras simbolizando a las personas que saben escuchar

Las personas que saben escuchar no siempre saben cómo solicitar ayuda

Una parte de las personas que saben escuchar se han habituado a no ser escuchadas. Puede que este dato nos parezca llamativo, sin embargo, es una realidad muy similar a la de quien se ha acostumbrado a volcarse en los suyos sin recibir nada a cambio. Hay muchos tipos de invisibilidad, y esa donde uno no tiene con quien sincerarse, a pesar de ser la clásica figura refugio a la que todos acuden, resulta sin duda una de lo más común.

Tarde o temprano, estas personas terminan acudiendo a terapia porque necesitan un oyente sincero. Al fin y al cabo, todos necesitamos que nuestras historias se escuchen. Cada uno de nosotros merecemos un soporte emocional al que acudir para sincerarnos. Así, el hecho de no contar con alguien válido con quien hacerlo resulta altamente doloroso.

Sin embargo… ¿por qué se dan estas situaciones? ¿Es problema solo de quien se ha habituado a escuchar y no es asertivo para pedir lo que necesita o estamos quizá ante un tipo de egoísmo relacional? Analicemos las posibles causas.

La verborrea narcisista

Esta realidad resulta muy común entre parejas e incluso entre amigos. Siempre hay alguien acostumbrado a volcar sobre otro todo pensamiento, toda anécdota, ocurrencia o problema de distinto índole. La comunicación se lleva a cabo en una sola dirección y través de una verborrea narcisista. Ahí donde no se tiene en cuenta al interlocutor, ahí donde dejar caer un monólogo casi compulsivo y falto por completo de empatía.

Este tipo de situaciones evidencian un tipo de relación claramente dañina. Lo más llamativo es que aquel acostumbrado a usar al otro como ‘contenedor’ de su verborrea, siempre alaba a esas personas que saben escuchar. De ahí, que no escatimen en halagos del tipo ‘¿qué haría yo sin ti? Está claro que nadie me entiende como lo haces tú’.

Chica feliz hablando con una amiga

La persona que teme ser juzgada

En un estudio llevado a cabo en la Escuela de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Manchester (Reino Unido), la doctora Pamela Fitzerald demostró un dato que la mayoría podemos entender muy bien. Cuando una persona acude a terapia psicológica, valora antes de nada un sencillo aspecto: saber que diga lo que diga, no será juzgada, ni criticada por ello.

Algo así nos hace comprender que muchas de esas personas que saben escuchar, pero que a su vez, evitan por su parte sincerarse con los demás, lo hacen a menudo por miedo a las críticas. Tal vez, determinadas experiencias del pasado les privó de ese entorno seguro donde sentirse escuchados y validados, tal vez el peso de las críticas recibidas en determinados momentos les impida abrirse a los demás.

A veces, escuchar es más fácil que comunicar

Otro factor que explica por qué hay quien prefiere escuchar a comunicar lo define el estilo de personalidad. El perfil introvertido, a menudo, se alza como ese alguien ideal a quien acudir en la intimidad para explicarle nuestras vivencias y pensamientos. Sin embargo, él o ella rara vez tiende a hacer lo mismo y si lo hace, elige a personas muy selectas.

A menudo, el acto de escuchar resulta para muchas personas más sencillo que comunicar. Solo requiere aplica una escucha activa, una mirada que entiende y ser una presencia cercana, nada más. Sin embargo, el acto de abrirse al otro para expresar pensamientos, para revelar hechos o confidencias ya exige otro tipo de competencias que para determinados tipos de personalidad, no es sencillo o no puede hacerse con cualquiera.

Pareja hablando para representar a las personas que saben escuchar

Todos merecemos ser escuchados: es un acto de hospitalidad emocional

Las personas que saben escuchar también merecen ser escuchadas. Si tenemos a ese alguien que siempre está ahí para nosotros, recordemos practicar esa reciprocidad donde ser capaces de dar lo mismo que nos ofrecen. Puede que a ese amigo, a esa compañera de trabajo o a ese familiar le sea más cómodo ser oyente que comunicador, pero sea como sea, debemos crear entornos seguros donde permitirles hablar cuando así lo necesiten.

Para concluir, recordemos que escuchar es mucho más que permitir que el otro hable mientras pensamos qué vamos a decir… La comunicación humana es también un acto de hospitalidad donde acoger las palabras del otro y hacerlas nuestras, es conectar para proteger, es dar refugio para proveer a quien tenemos en frente de seguridad, comprensión y empatía. Aprendamos por tanto a practicar a diario la escucha activa.


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    • Fitzgerald, P., y Leudar, I. (2010). Sobre la escucha activa en psicoterapia centrada en la persona, centrada en la solución. Journal of Pragmatics , 42 (12), 3188-3198. https://doi.org/10.1016/j.pragma.2010.07.007

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