Lo que aprendí leyendo a Murakami
Murakami es uno de los escritores extraños que gozan de la acogida del gran público y a la vez cuenta con el beneplácito de buena parte de los críticos literarios. Por ejemplo, si miramos la lista de los últimos premios Nobel de literatura nos encontraremos con muchos autores desconocidos para muchos lectores habituales, por ya no hablar de lo anónimos que pueden ser para quienes no disfrutan del placer de la lectura. Desgraciadamente Murakami no cuenta con tal galardón, pero al menos sí ha sido tenido en cuenta los últimos años.
También es quizá uno de esos autores que escoge títulos que pocos editores elegirían y que hablan del peso que tiene el autor a la hora de decidir detalles que rodean a sus libros. Además, es quizás el autor que mejor capaz de retratar a un personaje con independencia de la etapa vital que atraviese.
En sus novelas está muy presente la cultura japonesa. Especialmente está muy cuidada la parte ceremonial que los japoneses suelen concederle a las relaciones de confianza. Por otro lado, en sus personajes, desde lo más jóvenes a los más mayores, siempre encontramos ese punto de tristeza que parece otorgarles la soledad que suele acompañarles.
En sus novelas, más bien la compañía parece el estado accidental y la soledad el estado natural. Esto quizás tenga también mucho que ver con el propio carácter del autor, que confiesa ser una persona muy introvertida.
La fuerza de voluntad no está tan presente como pensamos
El que se pasa el día ejercitando su fuerza de voluntad ha elegido un plan de vida equivocado. Murakami aborda de manera extraordinaria este tema cuando se refiere al ejercicio. En este sentido, muchas de las personas que practican deporte todos los días son reconocidas por otras muchas como poseedoras de una enorme fuerza de voluntad. Quizás es verdad y dentro de este grupo las haya, pero para la mayoría de la personas que realizan alguna actividad deportiva durante años no lo hacen tirando de voluntad.
Lo hacen porque para ellas es más fácil, más divertido y más motivante que otras alternativas. Prefieren una hora de ejercicio a una hora de reunión o de clases de inglés, lo prefieren antes que otras muchas actividades. Lo contrario, salvo motivos de salud, sería un tortura que pocas voluntades aguantarían.
En este sentido hay muchas actividades mitificadas; por ejemplo, recuerdo el caso de un chico joven para el que suponía un enorme placer quedarse en casa una noche de Sábado leyendo tranquilamente y que por el contrario constituía una prueba de voluntad tener que pasar un rato en una discoteca. Sin embargo, para sus compañeros tenía una voluntad enorme cuando se retiraba pronto.
Parece que los saludable, lo recomendable y lo positivo tiene que ser además poco apetecible, ingrato y desmotivante. Por el contrario, lo opuesto parece ser la tentación, el deseo, el capricho. Sin embargo, muchas veces no es así y aquí es donde empieza la confusión de la voluntad. Así, podemos pasar un rato nadando contracorriente, pero una vida haciéndolo no tiene sentido.
Hasta en lo injusto suele existir una especie de justicia
El mundo se divide en dos tipos de personas: aquellas que “comen por lo codos” y no engordan y aquellas que tiene una capacidad especial para integrar en su cuerpo cualquier caloría que se acerca. Lo normal es que el primer grupo sea una envidia para el segundo. De hecho, nunca he escuchado un comentario en el otro sentido. “¡Pues qué envidia, puedes comer de todo y no engordas”.
Sin embargo… esta especie de injusticia genética tiene su contrapartida. Las personas con una mayor tendencia a engordar suelen cuidar más su alimentación, preocuparse de seguir una dieta más variada y de no torturar a su metabolismo con comidas copiosas cuando su ritmo es muy bajo.
De esta manera, no es extraño que una persona que está por encima del peso recomendado para su altura tenga una analítica de sangre mucho más equilibrada y saludable que la de una persona delgada.
Así, las personas que son más sensibles a las fluctuaciones de peso cuentan con “una señal de alarma” que se va a disparar más fácilmente ante muchos problemas de salud. Así, esta es una ventaja que a menudo ignoramos. Además, este es solo un ejemplo de lo negativo que consideramos algunas situaciones mientras ignoramos las ventajas que también tienen.
Ser diferentes tiene un precio
La globalización galopante a la que estamos asistiendo en los últimos años está provocando la fusión de culturas, pero en gran medida también está teniendo como efecto la homogenización de las mismas. Por otro lado, estamos en un mundo competitivo en el que la creatividad es tan escasa que su cotización es enorme. Así, de alguna manera todos queremos tener una voz propia, un estilo propio al mismo tiempo que buscamos que los grupos con los que nos identificamos nos acojan. Es la paradoja de querer parecernos siendo diferentes.
Bien, ya gane una motivación u otra lo cierto es que no hay dos personas iguales. El precio precisamente por esta diferencia son las discusiones, los malos entendidos y los desencuentros. Sí, eso que nos gusta tan poco.
Al igual que tú y que yo, los personajes de Murakami son muy diferentes y disfrutan de estas diferencias pagando el mismo precio que nosotros.
No le entregues a nadie tu libertad
Nadie merece cargar con ese peso ni tener en sus manos ese privilegio. Ni nadie ni nada una vez que alcanzamos la madurez. Ya sea una persona a la que quieres o a un trabajo que te encanta. Ya no solo porque tu libertad sea un privilegio que te debería pertenecer de manera intrínseca (con los límites de la ley, por supuesto), sino porque si se te ocurre entregar a alguien o a algo tu libertad lo estarás condenado al mismo tiempo.
Quizás al principio lo aguantes, pero más tarde o más temprano terminarás arrepintiéndote de haberla entregado. Esto probablemente acabará o deteriorará la relación que tienes con esa persona querida o hará que deje de apasionarte esa ocupación que antes te llenaba.
Las personas amamos cuerpo y alma
“No estaba claro quién era ella. No era más que un ser. Y estaba dotada de una habilidad especial que el permitía separar el cuerpo del corazón. “Te ofrezco uno de los dos”, le dijo a Tsukuru. “O mi cuerpo o mi corazón, ambos no puedo dártelos. Así que ahora mismo tienes que elegir uno, porque el otro se lo daré a otra persona”, dijo ella. Sin embargo, Tsukuru la deseaba por entero. No podía concebir que le entregase la otra mitad a otro hombre. La idea le resultaba insoportable”.
“Y quería decirle que, si tenía que ser así, no quería nada de ella, pero no podía decírselo. Era incapaz de avanzar o retroceder”.
-H. Murakami. (Los años de peregrinación del chico sin color)-
Nada mejor que las propias palabras del autor para explicitar su propia reflexión. Y es que el amor tiene una poderosa parte química, pero no es menos cierto que tiene una poderosa parte física. Renunciar a alguna de las dos dimensiones es herir de muerte al propio amor. Condenarlo a una insatisfacción perpetua que no va a tardar en terminar con él. Quizás conceptualmente podamos separar alma y cuerpo, pero el amor necesita que ambos formen una orquesta que suene afinada.
Seguro que si vosotros os acercáis a la obra de Murakami seréis capaces de sacar vuestras propias enseñanzas. Quizás sus personajes no hablan demasiado, pero sus libros son una comunicación abierta para la reflexión y el enriquecimiento personal… y sobre todo para el disfrute.
“Algún día la muerte nos tomará de la mano. Pero hasta el día en que nos atrape nos veremos libres de ella.» Yo pensaba así. Me parecía un razonamiento lógico. La vida está en esta orilla; la muerte, en la otra. Nosotros estamos aquí, y no allí”.
-H. Murakami. Tokio Blues-