Mi abuela, ¿psicóloga?

Muchas personas piensan que son psicólogas -o que tienen un poquito de psicólogas- por el hecho de acumular años y experiencias. Sin embargo, hablamos de una profesión que va mucho más allá del conocimiento particular y a la que le causa un gran daño el intrusismo profesional.
Mi abuela, ¿psicóloga?
Sergio De Dios González

Escrito y verificado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 14 septiembre, 2023

Tiene casi noventa años y está sentada en su sillón favorito. Su mirada inspira paz, la de quien sabe que todos están bien. El paso de los días hablan de la familia, de disfrutar año a año y de sentarnos todos a una mesa. Es mi abuela y dice que ella también es psicóloga.

En las paredes de su casa, de la que está tan orgullosa, no luce título alguno. Sí las orlas de sus hijos o cuadros de origen incierto, junto a una fotografía aérea del pueblo que la ha visto crecer. A ella y a otros muchos, incluido a quien escribe.

Mientras mantiene su mirada fija en la novela, yo empiezo a pensar en la psicología y en sus razones para pensar que también sabe y aplica los conocimientos de esta ciencia. Me la imagino de joven en la facultad y sonrío. Ella, psicóloga.

Mujer mayor leyendo

Psicología: más allá de un título

Son muchas las personas que piensan que son un poco psicólogas sin haber pasado por la facultad. Son buenas o piensan que son buenas escuchando, apoyando y dando consejos. No se ven tratando una depresión, pero sí animando a una persona que ha sufrido un golpe emocional fuerte y atraviesa un proceso de duelo. Sí calmando a la persona que pasa por un momento de ansiedad.

Acumulan experiencias, encrucijadas resueltas con éxito, consejos que en su día funcionaron. Además, creen conocer a las emociones porque ellas también las han experimentado. Han tenido que negociar con ellas en muchas ocasiones y lo han hecho con éxito. De alguna manera, piensan que pueden universalizar esa especie de receta, las conclusiones que han extraído de su colección de experiencias individuales. Ven al otro y aprecian terreno conocido, transitado, puesto en barbecho y cultivado.

De alguna manera piensan que pueden universalizar esa especie de receta, las conclusiones que han extraído de su colección de experiencias individuales.

Dicho de otra manera, hablamos de personas que quizás cuentan con los mimbres o potencialidades que les harían buenos psicólogos. Pero, para completar el rompecabezas profesional, faltan piezas.

Esta es una idea importante porque el error no es inocuo. En el caso de mi abuela quizás por no residir en ella intención de ganancia alguna, pero en otros muchos no lo es. De hecho, si derivamos nuestra mirada al mundo laboral, no tardaremos en descubrir diferentes etiquetas que esconden, como en un baile de disfraces, a personas sin formación que intentan ocupar o mostrarse como una alternativa válida frente al profesional. Curanderos del alma, consejeros de corazones perdidos o coaches de la vida y del amor. En fin, para poner todas las formas o mensajes pseudopsicológicos del escaparate necesitaría un artículo entero.

Psicóloga con paciente

La formación como vía profesional

¿Qué falta? ¿Por qué no son psicólogos? En primer lugar, porque no han recibido una formación completa y estructurada que se apoya en una buena cantidad de estudios realizados bajo lo que hoy conocemos como una metodología científica. Dicho de otra manera, un psicólogo, al menos sobre el papel, debería proponer para cada caso y persona aquella intervención adaptada -de unas pautas generales- que mejor se ajustara a sus circunstancias, maximizando la probabilidad de éxito y teniendo en cuenta la relación entre inversión de recursos y resultados.

Para hacerlo, es necesario el conocimiento, así como los canales para actualizarlo. De esta amanera, no serviría de nada la investigación, si los profesionales que tienen que proyectar y diseñar intervenciones no fueran sensibles y hábiles para extrapolar sus conclusiones a la práctica profesional diaria.

Por otro lado, es necesaria la experiencia. Dicho de otra manera, una psicóloga se forma, pero también se hace. Es el tiempo de actividad el que en muchos casos termina afilando la intuición y perfilando esa práctica clínica no consciente en los que las potencialidades de las que hablábamos antes -capacidad para tomar decisiones, escuchar, ponerse en el lugar del otro, etc.- terminan tomando forma.

Decir que una persona es psicóloga fuera de este marco es como pensar que alguien es un poco médico porque ha experimentado un fuerte constipado y ha tomado medidas que finalmente han ayudado a su curación. La psicología, al igual que la medicina, va más allá de esos problemas de solución sencilla o natural que el propio tiempo sanaría.

Por eso, entre otros motivos, muy querida abuela no es psicóloga. Experimentada, dotada de la sabiduría que deja en la piel el recuerdo de soluciones y propuestas acertadas, el cambio de contexto; sin embargo, débil o carente en cuanto a lo que la investigación dice respecto a trastornos, como el estrés generalizado o la depresión, más sensible a que el no docto plantee una intervención en forma de consejos.


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  • Vera, Isabel (2001). El perfil del psicólogo en la intervención inmediata.
  • Revista de Protección Civil. 8

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