Ningún tortazo es a tiempo para educar, el cariño lo es siempre

Ningún tortazo es a tiempo para educar, el cariño lo es siempre
Sergio De Dios González

Escrito y verificado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 07 octubre, 2022

Este artículo está dedicado a todas esas personas que piensan que “un buen tortazo a tiempo es lo que necesitan los niños para que se les quite la tonería”. Lo digo en jerga de la calle porque así es como lo he escuchado en escuelas, pasos de cebras, parques o redes sociales. Lo digo así porque me parece que también refleja lo triste que es.

Hemos pasado de un modelo educativo en el que los niños no podían abrir la boca a una mezcla de modelos que desorientan a los padres y crean un caos en las referencias de los propios pequeños. Una especie de torre de babel en la que impera el relativismo: todo es cuestinable, todo puede ser malo, todo puede ser bueno. Depende, como decía la canción.

Pues bien, todo no es cuestionable. En educación, como en cualquier ámbito, también existen líneas rojas que nunca deberíamos traspasar. Una de ellas es la violencia.

Un tortazo es violencia, una cachete es violencia

“Si yo no pego a mi hijo, solo le doy alguna torta de vez en cuando para que vaya bien tieso y no se le olvide quién manda”. “De hecho, me duele más a mí que a él”. “No me gusta, pero hay veces en las que no me deja opción”. Bien, en primer lugar, si les enseñamos a nuestros hijos que la violencia -con independencia del tipo que sea- sirve para conseguir un propósito es lo que ellos van a aprender.

Piensa que nuestras acciones para educar al final son las que más educan: no hay nada que enseñe más que el ejemplo que dan las personas de referencia.

A ellos probablmente tampoco les va a gustar después pegar a sus compañeros de clase, pero lo van a contemplar como opción porque sus tutores, padres o educadores también lo contemplan como una posibilidad. De hecho, la utilizan con él, que lo quieren mucho; entonces, razón de más para utilizarlo con quienes queremos menos, ¿no?

“A veces no me queda otra opción”. Esta frase liga la violencia la frustración, no en su enunciado quizás, pero sí en la realidad. En esa torta o cachete va la frustración de no haberlo conseguido de otra manera, en muchos casos va escondida la rabia por hacer algo que se detesta. Una emoción, lo que implica más energía a descargar y, por lo tanto, un golpe más fuerte.

tortazo

Un tortazo es triste, un cachete es triste

Triste porque puede causar dolor, triste porque puede causar miedo, triste porque puede causar lágrimas. Triste porque puede causar las tres cosas a la vez sin enseñar nada. Este castigo, como todos los castigos, centran el foco de atención en lo negativo, en lo que se supone que no hay que hacer. Un cachete no habla de conductas alternativas; puede que diga que no hay que pegar a los compañeros, pero no les dice cómo si tienen que hacer peticiones o cómo reaccionar ante una negativa.

De esta manera, el niño puede pasar de pegar a amenzar, a discriminar, a aislar, a insultar. Así, recibirá gritos, cachetes o trotazos por todas esas conductas y seguirá sin saber cómo demonios se hace.

Otro de los comentarios populares es “a mí me lo dieron y tal mal no he salido”. Afortunado, a veces la personas salimos bien “a pesar de”, antes que “gracias a”. Probablemente hubo alguien que te enseñó o en el que te fijaste para hacer las cosas bien y no utilizar la violencia como arma de negociación.

Piensa que esta es la cuestión y no otra. Afortundamente es muy extraño que a alguien le quede un trauma por un cahete o una torta, pero lo que quiero decir es que se puede educar sin utilizarlos, se puede educar mejor sin ello. Eso sí, requiere más esfuerzo, más paciencia, más reflexión y tiempo compartido con nuestros hijos. Tiempo de calidad y no del que sobra después de trabajar, limpiar la casa, panchar, hacer la colada, y hacer y organizar la compra.

tortazo

Requiere que prestemos atención a lo que hacen, no solo a lo que traspasa nuestra barrera de susceptibilidad y supone un incordio. Que les miremos no solo cuando actúan como moscas que no nos dejan ver la tele o descansar un rato.

Si hacemos esto, los tortazos y los cachetes desaparecerán porque, simplemente, no harán falta. No necesitaremos una medida drástica para enderezar un árbol que se ha torcido mucho, ya lo habremos hecho con cariño con cada uno de los centímetros que ha ido ganando.

Eso no le duele a nadie. Piensa, ¿hay algo más hermoso? Además, los niños también tienen sus asuntos importantes…


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.