Nuestros sentimientos están muertos de miedo
“Dijo el maestro: las mejores cosas de la vida no pueden lograrse por la fuerza:
Puedes obligar a comer,
Pero no puedes obligar a sentir hambre;
Puedes obligar a alguien a acostarse,
Pero no puedes obligarle a dormir;
Puedes obligar a que te oigan,
Pero no puedes obligar a que te escuchen;
Puedes obligar a que te besen,
Pero no puedes obligar a que te deseen;
Puedes obligar a que fuercen un gesto de sonrisa,
Pero no puedes obligar a reír;
Puedes obligar a que te sirvan,
Pero no puedes obligar a que te amen.
(La brújula interior) Alex Rovira.
Creo que actualmente casi todos nuestros sentimientos están muertos de miedo. Nuestras emociones más espontaneas y sinceras (besar, amar, soñar, llorar, reír, etc.) varían y se debilitan porque no pueden cubrir las expectativas de quienes las esperan de vuelta.
Tanto varían, que en ocasiones tratamos de imponerlas a la fuerza. Obligamos a los demás a modificar sus actos, (tratando que nos escuchen, que nos acepten, que nos ayuden, que nos consuelen, que nos sonrían, etc.) hasta el punto de conseguir en la inmensa mayoría de las ocasiones, que la respuesta sea el desprecio, la desidia y el alejamiento de aquellos que nos rodean.
El miedo que nos empuja a ser inseguros, es el mismo que nos obliga a imponer nuestra voluntad a los demás. Como si pareciese que tener la razón nos hiciera más poderosos y fuertes. Pero todo aquello que se pretende conseguir con imposición y a la fuerza, sin ninguna duda, se altera y se estropea.
Definitivamente, reivindico la ternura. La tibieza de ofrecer y ofrecernos ante los demás y ante nosotros mismos como personas amables, dulces, capaces de soportar intolerancias ajenas, y capaces de no imponer las nuestras.
El arte de vivir debería de ser muy sencillo: yo vivo, tu vives, el vive, dejemos que todos vivan a su manera sin contabilizar errores, sin instaurar en nuestros seres cercanos nuestras necesidades o carencias.