El pensamiento de Simone Weil, la virgen roja
Simone Weil es uno de esos casos especiales y difíciles de clasificar. Fue una gran filósofa judía; sin embargo, son muchos los católicos que consideran que debe ser proclamada santa en su iglesia, aunque ella no practicó en realidad ningún culto.
De hecho, Simone Weil fue criada como agnóstica y se mantuvo en esa línea toda su vida. Sin embargo, nunca dejó de pensar en Dios. Al mismo tiempo, a lo largo de toda su existencia estuvo comprometida con los más pobres.
Fue compañera de estudios de Simone de Beauvoir y esta última expresó su admiración por la sensibilidad de Simone Weil. En sus Memorias comenta que una vez la vio llorar por una hambruna que se había desatado en China. Le impactó que esa filósofa en formación sintiera tan profundamente suyo el sufrimiento de otros.
“Para mí, personalmente, esto es lo que ha significado trabajar en la fábrica. Ha significado que todas las razones exteriores (antes las creía interiores) en las que para mí se basaba el sentimiento de mi dignidad, el respeto hacia mí misma, en dos o tres semanas han sido quebradas radicalmente bajo el golpe de una opresión brutal y cotidiana”.
-Simone Weil-
Simone Weil, la virgen roja
Simone Weil nació en París, en febrero de 1909. Tenía un hermano, dos años mayor que ella, dotado de una inteligencia excepcional. Llegó a ser uno de los matemáticos más famosos de su tiempo. A los 14 años tuvo una “crisis existencial” por la que pensó “seriamente en morir”. Se sentía que sus capacidades eran muy inferiores a las de su hermano.
Lo cierto es que avanzó y estudió filosofía. Luego se implicó en el movimiento obrero anarcosindicalista y desde entonces la apodaron “la virgen roja”. A los 25 años decidió trabajar como obrera en diferentes fábricas, una experiencia que le marcó de forma definitiva. Dijo que pasar por esas labores, había hecho que la desdicha de otros entrara en su cuerpo y su alma para siempre.
Fue la primera intelectual de su tiempo en acercarse tan profundamente al sufrimiento de los más desfavorecidos. Eso le permitió escribir dos de sus obras más famosas: La condición obrera y Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión. Descubrió en carne propia que la opresión y la exclusión eran mucho más que un tema económico.
Profundizó tanto en esa experiencia del trabajo alienante que incluso cuestionó a Marx por haberse quedado corto. Esto llevó a Albert Camus a decir sobre ella que: “desde Marx el pensamiento político y social no había producido en Occidente nada más penetrante y profético”.
Mística y el dominio de sí mismo
Simone Weil tuvo algunas experiencias que podrían catalogarse como “místicas”. Incluso llegó a decir que había vivenciado como Cristo tomaba posesión de su corazón. Aun así, nunca practicó la religión formalmente. A cambio de ello, se enlistó como voluntaria en el bando republicano durante la Guerra Civil Española.
Luego se exilió en Marsella y después en Nueva York, donde murió de tuberculosis a los 34 años. Dejó una obra gigantesca sin publicar. Su pensamiento es fabuloso y muchos están convencidos de que será canonizada algún día, a pesar de que jamás fue católica como tal. Abordar todo su pensamiento es una tarea que desborda el propósito de este artículo.
Sin embargo, en esta introducción queremos destacar un tema que trabajó de una forma muy original: el dominio de uno mismo. Lo consideraba la fuente de toda virtud y de toda posibilidad de crecimiento personal. A su vez, planteaba que esta meta solo se lograba a través de la disciplina.
La disciplina en Simone Weil
Para esta filósofa francesa, la disciplina es un esfuerzo por sobrepasar los obstáculos interiores. Señala que ese esfuerzo no es muy arduo cuando se tiene la sensación subjetiva de estar cumpliendo con un deber que se ha elegido de forma libre. En cambio, si esa sensación de lo debido se desvanece, lo que surge es un sufrimiento insostenible.
Anota que es inevitable que lleguen momentos en los que se flaquea. Por lo mismo, conviene tomar ventaja del impulso inicial y aplicar toda la voluntad en ello. De este modo, nos anticipamos a esos momentos de debilidad que tarde o temprano van a llegar. Forjarse una disciplina es una parte en “el arte de querer”, como ella lo llamaba.
Señala que lo más nocivo para la voluntad y la disciplina es la procrastinación. Adoptar esta postura solo hace que la energía para actuar se disipe. Por eso es tan importante aprovechar los momentos positivos iniciales y no castigarnos por no ser capaces de sostener la voluntad en otros instantes. La disciplina es un círculo virtuoso de retroalimentación positiva, señala.
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- Bea, E., & Guzmán, C. R. (Eds.). (2018). Simone Weil (Vol. 3097). Katz Editores.
- Bingemer, María Clara (2009). Simone Weil: la fuerza y la debilidad del amor. Estella: Editorial Verbo Divino.
- Fiori, Gabriella (2006). Simone Weil. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora