¿Qué problemas acarrean los ataques de pánico?

¿Qué problemas acarrean los ataques de pánico?
Laura Reguera

Escrito y verificado por la psicóloga Laura Reguera.

Última actualización: 26 junio, 2018

Sucede de repente. Notas que el corazón te late a toda velocidad. Se encienden todas las alarmas. – Oh, oh, ¿qué me está pasando? ¿Me estoy muriendo? – El pánico te inunda y empiezas a respirar más y más deprisa. Sientes que te falta el aliento. – ¿Me voy a ahogar? ¡No paro de temblar! Así te hacen sentir los ataques de pánico.

La opresión en el pecho va a más y sientes que lo que está pasando no es real. Pero el miedo a morir está ahí. Crees que te estás volviendo loco. Parece que te vas a desmayar. En apenas 10 minutos tu cuerpo está totalmente descontrolado. ¿Qué te ha pasado? Has tenido un ataque de pánico. Pero, ¿cuáles son sus consecuencias?

“Las manos se agitan y tiemblan. En algún lugar se ha roto una presa y el sudor frío te inunda, empapa tu cuerpo. Quieres gritar. Lo harías si pudieses. Pero para gritar necesitas respirar. Pánico”.

-Khaled Hosseini-

¿Cómo y por qué se inicia un ataque de pánico?

Un ataque de pánico es una crisis que empieza de forma brusca. Lo primero que nota la persona es la aparición de una serie de sensaciones corporales. Estas suelen ser: palpitaciones o elevación de la tasa cardíaca, sudoración, temblores o sacudidas, sensación de ahogo y/o de atragantarse, opresión torácica, náuseas o molestias abdominales, inestabilidad o mareo, sensación de entumecimiento u hormigueo, y escalofríos o sensaciones.

Mujer bajo el agua

 

El problema aumenta de tamaño gracias a los pensamientos que la persona reproduce en su mente alrededor de estos síntomas físicos. El ataque de pánico se produce porque la persona asocia sus sensaciones corporales a algún tipo de amenaza. Además, generalmente la persona percibe que esta amenaza inducida pone el peligro su vida. Así, desarrolla todo un ciclo de pensamientos -en este sentido- que va a hacer aún más intensas las sensaciones corporales iniciales.

Estos son el miedo a la muerte, a perder el control y/o a volverse loco y la sensación de irrealidad o de estar separado de uno mismo. El caso es que las personas interpretan esos síntomas físicos de forma catastrofista. Es decir, creen que esas sensaciones corporales se están dando porque les pasa algo grave. Es fundamental recalcar que, en realidad, no hay un peligro real de muerte, sino que todo pasa por lo que nosotros estamos pensando.

“Era en esa sensación en la que la locura tenía su inicio. Durante los breves instantes en los que lograba alejar de sí el pánico y pensar con claridad, trataba de aferrarse a todo lo que, sin embargo, parecía tener que ver con la realidad”.

-Henning Mankell-

¿Qué consecuencias acarrean los ataques de pánico?

Los ataques de pánico tienen consecuencias negativas para quienes lo sufren, pero en ningún caso provocan su defunción, al menos de manera directa. Si no, pensad en esto: ¿realmente os ha pasado algo grave a nivel físico cuando habéis tenido una crisis de estas características? No, ¿verdad? Si realmente tuvieran las consecuencias que tememos, ¡no estarías leyendo este artículo!

“Él quería gritar, pero los roedores del pánico le destrozaban a dentelladas la lengua. Él quería correr, pero las delgadas serpientes voladoras le ataban las piernas”.

-Luis Sepúlveda-

Las palabras de Luis Sepúlveda tienen una dosis de humor negro, pero no dejan de proporcionarnos una descripción acertada de las sensaciones de las “víctimas del pánico”. Además, lo que sí que provocan estos ataques de pánico es un gran malestar emocional y psicológico. El temor se apodera del día a día de estas personas.

Aparece el miedo a que les vuelva a dar una crisis, ya que no es nada agradable. En muchos casos los estímulos que generan la crisis se generalizan -Ej: de una parada de autobús concreta a todas las paradas de autobús-, y en otros muchos la anticipación de la propia crisis ya provoca el ataque (anticipamos que vamos a pasar por una parada de autobús).

Sobre todo se teme que los ataques aparezcan en lugares públicos, donde sea difícil escapar, en situaciones sociales en las que fuera embarazoso ponerse así o en momentos en los que fuera complicado obtener ayuda. Entonces, ¿qué es lo que empieza a hacer la persona generalmente en estos casos? Lo que se suele hacer es empezar a evitar estas situaciones.

Hombre mirando a través de una ventana

 

La persona deja de ir a estos lugares para que así disminuya la ansiedad que le genera la posibilidad de otro ataque. Entonces va evitando cada vez más y más sitios. De esta forma las tareas cotidianas pasan a ser un auténtico ejercicio de planificación y esfuerzo. Se vuelve extremadamente difícil ir a sitios que antes frecuentaba la persona. Así, el rango de actividades que se terminan haciendo es muy reducido.

Hemos llegado, en este caso, a sufrir agorafobia. Ya se temen o evitan situaciones como las siguientes: aglomeraciones, lugares públicos, viajar solo o ausentarse de casa. Esto es altamente incapacitante para la persona, que ve reducida su calidad de vida en todos los ámbitos. Ya que tanto a nivel personal como profesional y social puede ser muy limitante, es importante acudir al psicólogo para aprender a regular la ansiedad y reducir los ataques de pánico.

Imágenes cortesía de Cristian Newman, Christopher Campbell e Isai Ramos.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.