4 razones por las que no somos compasivos con nosotros mismos
Ser compasivos con nosotros mismos es una práctica poco frecuente. Durante mucho tiempo, la palabra compasión ha tenido una connotación negativa. En parte, esto es un hecho porque el término se ha asociado a la queja, la pena, la lástima y a la pasividad, entre otros aspectos. Sin embargo, no es así.
Una de las razones por las que no somos compasivos con nosotros mismos es que, en principio, es una actitud que se tiene con otros. Desde el punto de vista etimológico, viene de la raíz latina cumpassio, que significa ‘sufrir juntos’. Esto es algo que va más allá de la empatía: es compenetrarse con el otro y sufrir como si uno mismo fuera ese otro.
Ahora bien, cuando este término no se aplica a los demás, sino a uno mismo, significa solidarizarse con el dolor propio. Ni acallarlo ni cuestionarlo ni disfrazarlo, sino acogerlo de manera positiva, con un sentido de autocuidado y autoprotección. Sin embargo, hay varios factores que nos impiden ser compasivos con nosotros mismos. Los siguientes son cuatro de ellos.
“La compasión se puede definir como la capacidad para reconocer nuestro propio sufrimiento y el de los demás, y hacer lo posible por prevenirlo o aliviarlo de la mejor manera”.
-P. Gilbert-
1. Confundimos compasión con lástima
Como lo mencionamos antes, resulta muy frecuente que se confunda el ser compasivos con nosotros mismos con la lástima o el victimismo. Aunque ambos sentimientos tienen la misma raíz, lo que diferencia lo uno de lo otro es la acción implicada en cada uno de ellos.
Al sentir lástima por nosotros mismos, lo que hacemos es reconocer un sufrimiento y sentir pena por ello. Algo así como detectar una herida y ser conscientes de que está ahí. Quizás lamer esa herida o tratar de hacer que los demás la vean y la reconozcan también.
En la compasión por uno mismo, en cambio, no solo se trata de reconocer la herida o el dolor propio, sino también de intentar comprender esto y sanarlo de una forma amorosa con uno mismo. Es un ejercicio de auto respeto y de autocuidado, no de exaltación del sufrimiento.
2. No sabemos cómo ser compasivos con nosotros mismos
Uno de los principales obstáculos para ser compasivos con nosotros mismos es que muchas veces ni siquiera sabemos cómo hacerlo. En teoría, podemos comprender lo que significa solidarizarnos con nuestro propio dolor, pero no siempre es sencillo trasladar esto a la práctica cotidiana.
Es necesario conocerse y sensibilizarse a uno mismo, antes de ser compasivos. Solo de esta manera se logra identificar la presencia de un dolor o un sufrimiento y percibir su intensidad. El autocuidado supone no exponernos, o limitar la exposición a aquello que nos hace daño. También reducir las auto exigencias, en momentos en que estamos vulnerables.
Muchas veces, la mejor manera de ser compasivos con nosotros mismos es permitiéndonos pedir ayuda. Hay situaciones que, por una u otra razón, no podemos resolver de manera individual. Pedir y aceptar la mano de otros también es una forma de solidarizarnos con nuestro dolor.
3. Pensamos que tratarnos mal nos hace más fuertes
Este es uno de los grandes obstáculos en el ejercicio de la compasión propia. Existe la creencia errónea de que se es fuerte cuando se resisten los embates sin inmutarse, como si fuéramos un roble inamovible.
El camino de la insensibilización sí puede protegernos del sufrimiento hasta cierto punto. No nos hace inmunes a este, pero sí forja una actitud de resistencia que reduce el daño. El problema es que esto también conduce a la indolencia e impide experimentar la vida y los sentimientos a profundidad.
La insensibilidad no es fortaleza. La verdadera fuerza está en la capacidad de mantenernos conectados a nuestra esencia y en paz por ello. Ser compasivos con nosotros mismos nos hace fuertes porque nos ayuda a entendernos mejor y a ubicarnos de forma más acertada en todas las circunstancias.
4. Creemos que si somos autocompasivos nos volveremos egoístas
Otra creencia errónea es la que hace equivalentes la autocompasión y el egoísmo. Es muy compartida la idea de que enfocarnos demasiado en nosotros mismos es una afrenta contra los demás. ¿Acaso no hay personas que están peor que nosotros? ¿Qué dirían ellos si nos vieran ocupándonos de nuestro propio sufrimiento?
Lo cierto es que es muy difícil desarrollar la compasión hacia los demás, si primero no somos compasivos con nosotros mismos. Lo uno está muy vinculado a lo otro. Cada persona encuentra dentro de sí a toda la humanidad, a través del camino de la sensibilidad y la comprensión.
Si logramos ser compasivos con nosotros mismos, reducimos la autocrítica estéril, aumentamos la confianza que nos tenemos y hasta mejoramos nuestro sistema inmunológico. También nos volvemos más comprensivos y solidarios con los demás. En definitiva, logramos ser mejores personas.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Araya, C., & Moncada, L. (2016). Auto-compasión: origen, concepto y evidencias preliminares. Revista Argentina de Clínica Psicológica, 25(1), 67-78.
- Arrebola-Domínguez, M. (2018). La autocompasión.
- Estupiñan Sanfeliú, A., Pérez Prieto, J. A., & Rios Fino, L. M. (2019). Revisión sistemática de literatura de las intervenciones en y con Auto-compasión de 2016 a 2019.
- Galve, J. J. G. (2012). Revisión del concepto psicológico de la autocompasión. Medicina naturista, 6(1), 5-7.