9 recomendaciones de Irvin Yalom para psicoterapeutas principiantes
El miedo y la incertidumbre son respuestas normales al comenzar la andadura hacia nuevos objetivos. Quizás te sientas nervioso antes de tus primeras consultas. Sin embargo, también verás cómo, a pesar de no desaparecer del todo, a medida que pasa tu carrera profesional esta inquietud se apacigua.
Irvin Yalom es profesor en la Universidad de Stanford. Entre sus principales obras destaca El don de la terapia: Carta abierta a una nueva generación de terapeutas y a sus pacientes. En ella, comparte una serie de recomendaciones basadas en sus años de práctica profesional y en las conversaciones con otros psicólogos que también terminaron desarrollando una buena carrera profesional.
A continuación, hacemos un breve recorrido por las más importantes.
1. Psicoterapeuta y paciente: compañeros de viaje
La confianza entre cliente/paciente y terapeuta es condición sine qua non para que la evaluación y la intervención sean acertadas. A día de hoy, existen diferentes términos que pretenden describir esta relación: (paciente/terapeuta, cliente/consejero, analizante/analista). Cada profesional elige cómo nombrar a las personas que atiende y cómo prefiere ser llamado.
En relación a esto, Irvin Yalom propone pensar en el vínculo como el que se establecería de manera natural entre dos compañeros de viaje. Esta sería una buena forma de acortar la distancia entre los dos actores.
Lo que se plantea en el fondo es una renovación de la relación tradicional y marcadamente asimétrica entre “enfermo” y “médico” o del “que no sabe” frente al que “sabe”. Al contrario, se busca establecer un lazo bidireccional y dinámico entre dos seres humanos.
2. Brindar apoyo positivo
Al convertirse en nuestros clientes/pacientes, las personas generan una serie de expectativas en torno a nosotros y los acontecimientos que tengan lugar en el proceso terapéutico. Por norma, entre eso que van a esperar de nosotros y que deben recibir es el apoyo positivo.
Brindar un apoyo positivo es fundamental en una terapia individual. Se trata de reconocer y explotar las virtudes que, genuinamente, vemos en ellos: quizás su valentía para enfrentar heridas del pasado, sus habilidades sociales, su amabilidad, su sentido del humor, su compromiso con el espacio terapéutico, etc.
“No olvide el gran poder que tiene el terapeuta, el poder que en parte proviene de habernos enterado de los hechos, fantasías y pensamientos más íntimos de la vida de nuestros pacientes. La aceptación y el apoyo de alguien que lo conoce a uno tan íntimamente es enormemente alentador”.
-Irvin Yalom-
3. Ser empático
Hace miles de años Terencio decía: “soy humano y nada humano me es ajeno“. Sin lugar a dudas, la capacidad de empatizar representa una de las grandes habilidades que todos los psicoterapeutas deberían tener en su haber.
Se trata de conocer a quien tenemos enfrente y poder mirar a través de su ventana. Por momentos se vuelve verdaderamente complejo saber qué está sintiendo el otro. De hecho, muchas veces suponemos que está sintiendo lo mismo que nosotros, sin advertir que cada quien mira al mundo desde su propia historia. Conocer la historia de nuestros consultantes nos permite ser más empáticos con ellos.
4. Permitirse que el paciente le importe
Es cierto que los pacientes no son nuestros amigos, pues no les invitamos a nuestro cumpleaños ni les llamamos cuando estamos mal. Sin embargo, son personas que nos importan, y no hay nada malo en eso.
Los consultantes no desaparecen de nuestra mente al momento de culminar cada sesión hasta el inicio de la siguiente. Les recordamos a menudo, se nos ocurren ideas en relación al tratamiento e incluso pueden asomarse en algún sueño. Permítete que tus pacientes te influyan y te cambien.
5. Reconocer los propios errores
En tus primeras consultas, habrás apenas transitado un corto recorrido profesional. Te equivocarás con frecuencia. Sin embargo, lo seguirás haciendo hasta el día de tu última consulta. Pues los psicoterapeutas también somos seres humanos y por ende cometemos errores.
Es importante identificarlos y admitirlos. Cualquier intento de negarlo o esconderlo, terminaría por jugar en nuestra contra.
6. Utilizar la información que nos dan nuestras propias emociones
Las emociones contienen información valiosa para el curso de cualquier proceso terapéutico. Así, sería recomendable que el terapeuta no perdiera de vista su propio estado emocional durante la evaluación, la intervención y el seguimiento.
7. Evitar la falsa cura
Los primeros psicoanalistas llamaban falsa cura a la cura transferencial. Es decir, aquella aparente mejoría sustancial y repentina que se produce simplemente porque el terapeuta se ha sumado como refuerzo al círculo social de apoyo de la persona paciente/cliente.
Representa un peligro tomar esta mejoría como producto de la intervención terapéutica, cuando en el fondo no es así. Pensemos que esta relación terapéutica es un elemento efímero, un canal, y no un recurso que hace a la persona más autónoma.
8. Ayudar al paciente a asumir la responsabilidad
Tomar las riendas de la propia vida y hacerse cargo de lo que uno hace y siente, representa uno de los grandes objetivos que se plantea es un espacio psicoterapéutico. Que nuestros pacientes logren alejarse de la posición de víctima y dejen de insistir en que todos sus problemas se explican por factores externos como las acciones de otras personas, las injusticias sociales o las malas gestiones políticas, se traducirá en cambios terapéuticos significativos.
Los psicoterapeutas debemos alentarlos a que asuman la responsabilidad. El cómo dependerá de cada consultante.
“Algunos alcanzan rápido una comprensión del rol que juegan en sus desgracias: a otros les resulta tan difícil asumir la responsabilidad, que esto constituye la parte principal de la terapia y, una vez dado ese paso, el cambio terapéutico se produce casi sin esfuerzo y automáticamente”.
-Irvin Yalom-
9. Hacer terapia
Los buenos psicoterapeutas hacen o han hecho terapia. Sencillamente, porque el instrumento más importante del terapeuta es uno mismo. Deben conocerse o bien trabajar en el autoconocimiento. Deben ser capaces de adentrarse en su propia historia y enfrentarse a sus lados oscuros.
Además, la propia terapia representa una excelente oportunidad de formación. Es importante tomar distancia del sectarismo en relación al enfoque terapéutico y poder apreciar la diversidad existente. ¿Y qué mejor que aprender sobre una determinada corriente que adentrándose en ella como consultante?
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- Ciracì, F. (2008). Irvin Yalom y la filosofia come terapia. Irvin Yalom y la filosofia come terapia , 1000-1005.
- Irvin, Yalom (2002). El don de la terapia. Carta abierta a una nueva generacion de terapeutas y a sus pacientes. Ediciones Destino.