El ruido que dejan los hijos que se van
Dijo una vez el poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer que “la soledad es muy hermosa… cuando se tiene alguien a quien decírselo”. Pero a veces nuestro estado de ánimo está marcado por el ruido del cambio y la trasformación, algo que sucede en todos los ámbitos, incluido el de la familia.
Una de las trasformaciones más comunes dentro de la evolución natural de la dinámica familiar es la emancipación de los hijos. Muchos padres sienten esta separación de sus hijos con la alegría de poder ser testigos de un paso importante para todos y con la esperanza de tener tiempo para hacer aquello que tuvieron que relegar con el nacimiento de los que ahora se marchan.
Por otro lado, a esta alegría se suele oponer a la sensación de tristeza que nace al sentir que parten y que probablemente ya no volverán. Es esta última sensación es la que, con un intensidad y permanencia en el tiempo, da lugar al síndrome del nido vacío.
“La soledad es a veces la mejor compañía, y un corto retiro trae un dulce retorno”
-John Milton-
¿Por qué el síndrome del nido vacío?
Cuando un hijo, especialmente el último, se marcha de casa, sus progenitores sufren un vacío profundo. De esta forma, algo tan socialmente aceptado como que un chico se marche a formar su propia familia marcará el estado de ánimo de aquellos que deja atrás.
¿Deja atrás? Lo cierto es que no. Un hijo que se marcha de casa no deja atrás a nadie. Simplemente sigue su camino y cambia de hogar, pero sus padres siempre serán una parte fundamental en su vida. Sin embargo, el hecho de que un chico deje al núcleo familiar para formar su propio hogar puede generar gran angustia en los padres. Este caso suele ser especialmente doloroso y vacío en las madres, que sienten cómo su retoño se marcha lejos de sus brazos.
Según la psicóloga sanitaria especialista en psicopatología y salud y experta en terapias cognitivo conductuales, Sara Montejano, son situaciones que pueden afectar mucho a los padres. En caso de madres que han volcado todo el sentido de su vida en el cuidado de los hijos tienen que afrontar un gran cambio, pues el “niño” que era la razón de ser ya no está. Como cuidadora, ya no es necesaria, lo que conduce a una gran sensación de vacío.
Un estado de ánimo en el que predominan la soledad y vacío
Finalmente podemos considerar el síndrome del nido vacío como un ruido social que marca el estado de ánimo de ciertas personas. Y estas personas son base de una sociedad como la nuestra, firmemente asentada en la familia.
Al fin y al cabo, ¿qué es una sociedad basada en familias si no la constante creación y evolución de las mismas? Un día, un hijo se marchó de casa para formar su propio núcleo familiar. Es decir, son dos familias que cambiaron su estructura, una nueva y otra que se transforma. Un hecho natural y perfectamente social.
Sin embargo, una situación que nos debe parecer normal a simple vista, puede generar dolor, frustración y soledad. Un ruido que hace sufrir a ciertos miembros de la familia, cuyo estado de ánimo decae de forma alarmante.
Si un hijo se marcha de casa y sentimos que con él se van los colores de nuestra vida y las ganas de disfrutarla, puede que la sensación de “nido vacío” nos esté invadiendo, cuando no inundando:
- Observa si te sientes inútil y con un sentimiento de soledad muy profundo.
- Mira si sientes una enorme nostalgia por tiempos pasado y vives de recuerdos.
- Identifica si la tristeza es la emoción más constante y predominante en tu estado de ánimo.
- Lo que antaño eran ganas para realizar tareas cotidianas, ahora requieren gran esfuerzo, pues sientes enorme desmotivación.
- La fatiga y la ansiedad se apoderan de tu mente.
- Aparecen problemas sexuales, comunicativos, etc. con tu pareja.
El reto de afrontar el nido vacío
Es evidente que la marcha de un hijo ha truncado tu estado de ánimo. Ahora tienes el reto de reconstruir el sentido en el que va a habitar. Durante años viviste al servicio de tus niños. Has volcado gran tiempo en su desarrollo y formación y ahora te toca invertir en ti.
Es importante que la marcha de los hijos se convierta en una oportunidad y, al menos en parte, la veamos de esta manera. De repente, tienes más tiempo para ti y quizás no sepas en qué invertirlo, pero descubrirlo puede ser -en sí- una tarea fascinante. Una buena opción es desarrollar nuevas conductas y destrezas, así cómo enriquecer un círculo social erosionado por la dedicación a otras prioridades.
En principio, según la psicóloga Sara Montejano, estas nuevas conductas y destrezas estarán encaminadas a superar el síndrome del nido vacío. Así, lo que queremos decir con esto es que es recomendable desarrollar habilidades para reducir el ruido del que nacen las emociones negativas.
“Saber escuchar es el mejor remedio contra la soledad”
-Anónimo-
Los padres que hayan mantenido la relación de pareja tendrán que asumir además el reto de re-evaluar su matrimonio y asumir juntos la nueva situación. Para ello es muy importante la comunicación, la expresión de las emociones y, si antes hablábamos de una nueva gestión individual del tiempo, en este caso también hablamos de una nueva gestión compartida del tiempo.
En este momento, retomar viejas aficiones, descubrir nuevas actividades, buscar amigos con los que conversar son actividades que pueden funcionar como un buen colchón mientras encontramos algunas nuevas que motiven. Por otro lado, no pasa nada por compartir y ponerle palabras a ese ruido, no hay nada de malo en confesar que estamos sufriendo, siempre que no carguemos la responsabilidad de este sufrimiento sobre nuestros hijos. Recordemos que nosotros somos los responsables últimos de nuestras emociones.