¿Ser demasiado responsable puede ser perjudicial?

Ser responsable es considerado algo positivo pero, ¿crees que en exceso puede ser perjudicial? ¿Por qué puede llegar a hacernos daño? Aquí te contamos más sobre los entresijos de esta cualidad.
¿Ser demasiado responsable puede ser perjudicial?
María Vélez

Escrito y verificado por la psicóloga María Vélez.

Última actualización: 16 mayo, 2020

En la actualidad llevamos un ritmo de vida cargado de tareas que por efecto colateral nos llenan de responsabilidad. Constantemente, estamos diciendo “tengo que…”, “necesito hacer…” o “debería haber ido…”. Estas frases, aparentemente inocentes, nos dejan una cola de sentimientos de obligación y responsabilidad que pueden llegar a ser verdaderamente dañinas. Así pues, se plantea una cuestión, ¿puede ser negativo ser muy responsable?

Tener responsabilidades es bueno, además de necesario, pero si no sabemos gestionar todo lo que implica, podemos caer en una serie de pensamientos que determinan cómo nos comportamos con nosotros mismos y los demás.

De hecho, este sentido de la responsabilidad magnificado, ha sido relacionado con una buena variedad de consecuencias: ansiedad, depresión, obsesiones, trastornos de la conducta alimentaria, problemas de comunicación, etc.

Hombre pensando muy serio

¿Qué se esconde tras alguien muy responsable?

Ser responsable, por definición, es ser consciente y comprometido con las obligaciones. Sin embargo, una personalidad donde el sentido de responsabilidad es grande, en realidad, puede estar indicando otros aspectos psicológicos que pueden ser una trampa.

Perfeccionismo

La responsabilidad implica querer hacer las cosas y querer hacerlas bien. Evidentemente, a todos nos gusta ser eficientes y obtener buenos resultados. Sin embargo, hay personas que buscan la verdadera perfección.

El problema, es que el concepto de perfección es subjetivo y se basa en lo que cada uno considera ideal. Así, alguien perfeccionista se suele poner un objetivo alto y hasta que no lo consigue, no dará por finalizada la tarea.

Por ello, dedican mucho tiempo a enfocar a su objetivo, llegando a tener comportamientos rígidos o incluso controladores. El problema reside en que la persona perfeccionista realmente pasa todo ese tiempo sufriendo por si no logra conseguirlo. Y, a su vez, está fomentando su inseguridad y falta de confianza. Sobre todo porque raramente estarán conformes con el resultado obtenido, y cualquier fallo será percibido como un auténtico fracaso personal.

Autoexigencia

En relación con lo anterior, las personas muy responsables, suelen exigirse demasiado. Desean encargarse de multitud de tareas, especialmente porque así se aseguran que se llevarán a cabo y de la manera “correcta”. Esto hace que, al mismo tiempo, se exijan demasiado. Quieren superar todas las adversidades y cumplir con todas las obligaciones, creando niveles de autoexigencia que quizás sobrepasen sus verdaderas capacidades.

Así, ser exigente y responsable se puede convertir en una trampa. El objetivo se puede convertir en superarse a sí mismo, o a los demás, en lugar de cumplir con ciertas obligaciones. Y, en ese caso, si surge algún inconveniente o el resultado es algo menor al esperado, le abordarán sentimientos de frustración, vergüenza y culpa.

Expectativas

El tener obligaciones implica cumplir ciertas expectativas. Bien sea terminar una tarea importante del trabajo o recoger un paquete de una oficina para un familiar, significa que alguien está esperando que hagamos algo. Y, por supuesto, alguien perfeccionista, autoexigente y responsable, no puede fallar en su cometido.

Igualmente, alguien muy responsable se establece unas altas expectativas consigo mismo. Como ocurre con los aspectos anteriores, fijarse expectativas tiene, por un lado, la ventaja de que ayuda a alcanzar un objetivo. Pero, por otro, el peligro de no conseguirlo. Y es que difícilmente el resultado será exactamente lo esperado, y habiendo invertido esfuerzo en ello, las consecuencias pueden ser fatales.

Consecuencias

La responsabilidad, irremediablemente, lleva a tener una idea más fija sobre lo que es correcto y a tener más preocupaciones. Así, como todo, cuando esto alcanza unos niveles altos, da lugar a una serie de consecuencias que, si no se gestionan, pueden acabar haciendo mucho daño.

Psicológicas

Las preocupaciones no significan más que anticiparse a acontecimientos futuros. Así, centrarse en si cumpliremos o no, si obtendremos el resultado deseado, el deseo por superarse, etc., acaba generando un sentimiento general de ansiedad.

De hecho, un estudio conjunto de la Universidad de Hiroshima y de la de Florida Central, ha encontrado que la responsabilidad es el denominador común de los trastornos de ansiedad generalizada y del trastorno obsesivo-compulsivo.

Estos científicos identificaron tres tipos principales de responsabilidad: la necesidad subjetiva por cuidar y proteger a otros, el sobreesfuerzo por encontrar una solución a un problema y los sentimientos de culpa, de sentirse responsable por todo.

En ese mismo estudio, vieron que el último tipo era el que más ansiedad generaba en los participantes. Esto se debe a que implica pensar constantemente en la repercusión que tienen los propios actos en el entorno, generando a su vez más preocupación y responsabilidad.

Mujer con ansiedad tomando un té

Sociales

Las personas excesivamente responsables, como se ha indicado antes, presentan unos niveles de autoexigencia también grandes. Así pues, es común ver que estas personas también son muy exigentes con los demás.

Sus creencias rígidas y su percepción sólida sobre qué es lo adecuado, hace que esperen lo mismo de los demás, y difícilmente comprenderán otras formas de actuar distintas a las suyas. Es entonces, cuando pocas personas estarán a la altura de sus expectativas.

En definitiva, las personas hiperresponsables tienen una visión distorsionada y cerrada de la realidad, asumiendo obligaciones que puede que ni existan y exigiéndose cumplirlas. Por ello, es necesario establecer prioridades y aprender a discernir lo que podemos asumir y nuestras verdaderas capacidades. Y, sobre todo, entender hasta dónde llegan nuestros límites.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.