Somos manipulables, aunque nos resistamos

¿Sabías que tenemos menos control sobre nuestras decisiones de lo que pensamos? Una investigación de la Universidad Estatal de San Francisco lo analizó. Te lo contamos en el siguiente artículo.
Somos manipulables, aunque nos resistamos
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 01 agosto, 2022

¿Crees que es posible resistir la influencia de los demás? ¿Somos o no manipulables? Lo cierto es que nuestros pensamientos son susceptibles a la influencia externa, incluso en contra de nuestra voluntad. Al menos, eso dice una investigación de la Universidad Estatal de San Francisco. En cierto modo, aunque nos resistamos, somos manipulables.

Esta investigación, publicada en la revista Consciousness and Cognition, muestra cómo nuestros pensamientos están influenciados por nuestro medio ambiente exterior y demuestra que la conciencia puede ser controlada externamente y en contra de la voluntad.

Tenemos menos control sobre nuestras decisiones de lo que pensamos

Para el estudio se pidió a los participantes que mirasen una imagen sin pensar en la palabra que le correspondía o en otras cosas asociadas a dicha imagen. Aunque la tarea puede parecer simple, el estudio encontró que cuando se presenta una imagen, la mayoría de las personas evocará automáticamente la palabra, y cerca de la mitad no podrá evitar subvocalizarla.

El estudio también reveló que la corriente de la conciencia es más susceptible a los estímulos externos que han sido registrados en ella con anterioridad.

Influencia grupal

Esta investigación es la primera demostración de que los pensamientos en la corriente de la conciencia pueden ser controlados externamente y en contra de la voluntad de los participantes. Por lo que somos más manipulables de lo que pensamos.

Los investigadores explican que nuestros pensamientos conscientes parecen protegidos de nuestro entorno, pero que están vinculados con el ambiente externo de una manera mucho más estrecha de lo que podríamos darnos cuenta. Así, tendríamos menos control sobre su influencia del que pensamos.

Los investigadores mostraron a los participantes 52 imágenes en blanco y negro correspondientes a palabras conocidas de diferentes longitudes. Los participantes recibieron instrucciones de no vocalizar ni pensar cada palabra o cuántas letras tenía. En promedio, el 73% subvocalizó una palabra, y el 33% contaba sus letras.

Dicen los investigadores que con este experimento dispararon no uno, sino dos tipos diferentes de pensamientos involuntarios, y que  cada pensamiento requiere una cantidad sustancial de procesamiento. Ellos creen que “este efecto refleja la activación de la maquinaria del cerebro que da lugar a pensamientos conscientes y que puede ser activada incluso cuando se nos dice que no hay que hacer algo”, ya que “la maquinaria no puede dejar de entregar una determinada salida a la consciencia”.

Cuando no podemos controlar nuestros pensamientos

Según los científicos, esta investigación tiene implicaciones importantes para el estudio de los trastornos psicopatológicos que afectan a las personas con pensamientos repetitivos e incontrolables o, más comúnmente, la incapacidad para sofocar una obsesión.

Los investigadores explican: “Cuando las personas tienen un pensamiento que no pueden controlar, esta maquinaria puede estar trabajando. Estamos aprendiendo no solo que el cerebro funciona de esta manera, sino que, lamentablemente, en la mayoría de las circunstancias, el cerebro debe trabajar de esta manera”.

Mujer agarrándose la cabeza

Aunque puede parecer contradictorio, los investigadores sostienen que la incapacidad de la mente para dejar fuera los pensamientos no deseados es una habilidad positiva en la mayoría de los casos. “Muchas de las cosas que parecen malas sobre el cerebro reflejan parte de su arquitectura general, que fue seleccionada a través de la evolución, ya que, en la mayoría de los casos, son adaptativas”.

Esto ocurre, por ejemplo, en el caso del sentimiento de culpabilidad. Del mismo modo que la mayoría de las personas no pueden dejar de subvocalizar la palabra “sol” en respuesta a una imagen de un sol,  también puede ser difícil de reprimir los sentimientos negativos después de hacer algo mal.

“Si se pudiera anular este tipo de pensamientos, no sería adaptativo”, explican. “Hay una razón por la que sentimos culpa: para cambiar el comportamiento futuro. Si se pudieran chasquear los dedos y no sentirse culpable por algo, la culpa dejaría de tener un papel funcional”.


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