¿Vemos a nuestros vecinos como son o como nos cuentan que son?
Durante mucho tiempo, oriente era un lugar desconocido para occidente. Dado que el acceso a materiales de estas tierras era muy limitado, la información que llegaba procedía de los relatos de aquellas personas que viajaban por aquellos lares, la mayoría de ellos comerciantes. Posteriormente, se comenzaron a escribir libros sobre las maravillas que se podían encontrar en oriente y a traducir textos escritos de lenguas como el árabe o el chino.
Sin embargo, los relatos se exageraban, las traducciones eran muy vagas y lo que de estas tierras se escribía se hacía siempre en comparación a occidente. El resultado fue que los conocimientos de oriente estaban cargados de etnocentrismo y raramente se podían tomar como datos objetivos.
Con el tiempo, el conocimiento que tenemos de oriente se ha ido perfeccionando con la posibilidad de viajar y sumergirnos de primera mano en su culturas, o mejor dicho, culturas. Aun así, todavía quedan vestigios del oriente salvaje que nos pueden llevar a generar estereotipos y prejuicios.
El orientalismo
El profesor de literatura comparada Edward Said, nacido en Palestina bajo la ocupación británica y que pasó gran parte de su vida en Estados Unidos, se dio cuenta de lo sesgado que era el conocimiento de oriente y lo plasmó en su libro “Orientalismos”. En este libro examina la literatura árabe traducida al inglés y las escrituras sobre países árabes. Su conclusión fue que seguían existiendo muchos prejuicios en la base de las actitudes occidentales hacia oriente.
El orientalismo, según Said, es una concepción que surge en el mundo occidental y logra definir y estudiar el ‘oriente’ como una cultura/mundo exótico. Los escritores occidentales han sido los que han descrito aspectos culturales de oriente que han acabado por convertirse en tópicos estereotipados. También diseñadores y artistas occidentales han contribuido al orientalismo.
El bueno, el malo y la guapa en el cine
El orientalismo también crea personalidades estereotipadas sobre las personas que viven en oriente. Estas se reproducen de muchas formas, siendo el cine una de ellas. Películas como “Lawrence de Arabia”, “Aladino” o “El cielo protector” reproducen estos estereotipos mediante personajes que carecen de profundidad psicológica. Las representaciones más típicas con las que nos podemos encontrar contrastan el papel de buenos de los occidentales con el de malos de los árabes.
En el caso de las mujeres árabes se suele dar una dicotomía. Por un lado están las mujeres oprimidas, a las que se suele representar cubriendo la mayor parte de su cuerpo y, por otro, las mujeres sensuales. Estas últimas suelen llevar menos ropa, como las bailarinas de la danza del vientre, y ser complacientes con todo aquello que los hombres desean.
Fijándonos en producciones cinematográficas en la actualidad, podemos ver que el orientalismo sigue presente. Un buen ejemplo es la serie de producción española llamada “El príncipe”. En ella se presentan personajes estereotípicos como la mujer árabe de exultante belleza que se enamora del occidental que va a salvarla; el árabe mentiroso que quiere acabar con todos los occidentales; y el occidental apuesto que salva a la mujer árabe. Lo que podríamos denominar, parafraseando la película de Sergio Leone, “el bueno, el malo y la guapa”.
El españolismo
Para hacernos una idea más clara de qué es el orientalismo siempre podemos intentar imaginar muestra sociedad desde su literatura. Poniendo como ejemplo España, que mejor forma de conocerla que atravesar de su libro más famoso, “El Quijote”. Habiendo leído dicho libro, bien se podría pensar que los españoles no andan muy bien en cuanto a salud mental se refiere (véase Don Quijote de la Mancha) y, aquellos que poseen buena salud mental, se empeñan en seguir a los que no la poseen (véase Sancho Panza).
De nuestra lectura podemos imaginar un país repleto de enormes molinos, posadas para los viajantes y caminos repletos de ladrones. Si en algo destacarían los españoles, es en su capacidad para mentir y abusar de los más desvalidos, además de la cabezonería y el empeño puesto en causas perdidas o absurdas.
Esta visión simplista, basada en un libro que pretende reírse de la tradición caballeresca, no es un buen ejemplo para conocer España, ni mucho menos a los españoles y la heterogeneidad de pensamientos y formas de ser que podemos encontrar dentro de este grupo.
Del mismo modo, la literatura de otros países no tiene porque representar cómo son esos países y sus gentes. Estos estereotipos exóticos nos cargan de prejuicios, que a su vez van a determinar nuestras respuestas hacia las apersonas orientales. Si queremos conocer otros lugares y a otras personas con las que no tenemos la posibilidad de contactar qué mejor que empezar por leer sus obras y preguntarse cómo ellos piensan que son. ¿Acaso es mejor que alguien que no los conoce nos cuente cómo son?
*Las fotos son de cuadros realizados por César Estrany