La voracidad amorosa, cuando asfixias de amor al otro

La voracidad amorosa es un estado que se padece y que se goza al mismo tiempo. Quien está invadido por esa pasión quiere sumergirse cada vez más en ella. Sin embargo, lo que hay detrás no es un gran amor, sino un gran problema.
La voracidad amorosa, cuando asfixias de amor al otro
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 18 septiembre, 2022

La voracidad amorosa es un estado de apasionamiento extremo por la pareja. Como el nombre lo sugiere, se trata de una suerte de apetito desmedido por el otro. Es como si se quisiera tomar todo de esa persona, lograr que deje de ser alguien ajeno e incorporarlo como parte de uno mismo.

Podría decirse que la voracidad amorosa es una forma de esclavitud afectiva , en la que existe un profundo deseo de esclavizar al otro también. Se vive como un estado en el que no hay control ni voluntad. El sentimiento lo invade todo y a quien lo padece (porque no se siente, sino que se padece) le resulta imposible reducir su intensidad.

En la voracidad amorosa hay sufrimiento  y deleite a la vez. Se goza la intensidad del sentimiento y la forma como se satisface, al menos de manera parcial. Se sufre porque ese deseo de fusión total y permanente está destinado a frustrarse. Es un estado tan invasivo que quien lo vive no llega a ser consciente de lo inadecuado de sus sentimientos.

Del mismo modo, tampoco es recomendable buscar obsesivamente la sabiduría, el amor, la santidad, la erudición y el arte. Una persona que realice su búsqueda sólo en este sentido, se desequilibra”.

-Lao Tsé-

Mujer besando a su pareja
Cuando hay voracidad amorosa también existe esclavitud afectiva.

La voracidad amorosa

El rasgo que define a la voracidad amorosa es la angustia con la que se vive. No se trata de un estado en el que haya verdadera satisfacción y mucho menos paz. Es posible que, en la medida en que se reciban respuestas de la pareja, se produzca cierto apaciguamiento. Sin embargo, lo que prima la mayor parte del tiempo es la ansiedad.

Se podría decir que esa voracidad es en sí misma una proyección  de la angustia individual sobre otro. La pareja se convierte en el foco central y en la prioridad absoluta. Se hace todo por esa persona y en función de ella. No hay sacrificio en el que no se esté dispuesto a incurrir, ni momento del día en que no haya disponibilidad.

El punto es que también se busca que el otro responda de la misma manera. De hecho, si ese otro se aparta del guion de la entrega absoluta y la disponibilidad total, la angustia, y con ello la voracidad amorosa, se incrementan. Hay un deseo profundo de fusión completa y por eso las señales de independencia  o reafirmación individual de la pareja se asumen como una amenaza.

El trasfondo: la dependencia

Lo que hay detrás de la voracidad amorosa es una renovación de ese deseo  íntimo de volverse a fusionar con otro ser humano, como cuando estábamos en el vientre materno. En algún punto, todas las personas debemos renunciar a ese paraíso perdido, pero no siempre se logra dar ese paso.

El deseo de fusión total sigue gravitando en el trasfondo de la vida y cuando se consolida una relación romántica puede saltar desde quién sabe dónde y apropiarse de todo. ¿Por qué ocurre esto? Algo ha fallado en el proceso de individuación. No se ha logrado completar ese proceso de convertirse en un adulto que se sostiene sobre sus propios pies y confía en que puede caminar por sí solo.

En esas condiciones, se pretende que la pareja se convierta en la parte que hace falta para cubrir las grietas. Es un pretexto fabuloso para no encarar la soledad. Mientras esa persona esté ahí, no hay interés en enfrentar la inseguridad que nos habita. Tampoco para asumir los desafíos de crecer.

Pareja agarrada
La voracidad amorosa tiene como consecuencia la dependencia emocional en la pareja.

Termina mal

No hay forma de que la voracidad amorosa termine bien, incluso cuando los dos miembros de la pareja se corresponden mutuamente. Ese deseo de apropiarse del otro hasta el punto de convertirlo en una parte de uno mismo es, en últimas, un deseo de eliminar a esa persona. Que deje de existir como individuo y se transforme en esa pieza que nos falta.

Quizás sería atrevido decir que eso no es amor, pero también lo sería decir que sí lo es. Lo que hay allí es una mezcla de sentimientos amorosos hacia el otro, junto con una deuda impagada con uno mismo. Por eso hay tanta angustia, aunque también esté presente una dosis de satisfacción y placer.

En este tipo de sentimientos y de relaciones hay un fuerte componente destructivo, que va creciendo con el tiempo. Por eso todo, tarde o temprano, termina mal. En algún punto se impondrá la sensación de asfixia para quien es amado de esa manera, e incluso para quien ama así. La única posible salida está en volver los ojos hacia esa resistencia a crecer.


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