
En las relaciones de pareja, sus miembros no dejan de quererse de la noche a la mañana, sino que poco a poco van dejando de cuidarse y de cuidar el amor. Por la rutina, por las trampas de la vida,…
Es común que el maltrato como tal no sea evidente en las primeras fases de una relación. Por término medio, el maltratador suele ser al inicio atento y cautivador, pero poco a poco evidenciará ya sofisticadas técnicas de manipulación emocional.
El maltrato en la pareja puede tener muchas formas. Así, en gran parte de los casos, se alza con esas dinámicas dañinas que quedan a menudo escondidas en la intimidad de una casa, en la privacidad de dos personas que en apariencia, forman la pareja ideal. Sin embargo el desgaste es inmenso, el daño terrible y la indefensión creada en dichas experiencias suele dejar una marca casi indeleble.
La violencia en una relación puede manifestarse tanto física como emocionalmente. La sufren las mujeres y también los hombres, aunque tal y como nos revelan datos estadísticos como los realizados por Naciones Unidas, el maltrato físico y psicológico se ejerce en mayor grado en el género femenino, sin importar el estatus, la etnia o la edad. Es más, se estima que 1 de cada 3 mujeres ha experimentado algún tipo de violencia machista.
Por otro lado, hay una realidad innegable que debe invitarnos a la reflexión y que nos recuerdan desde diversas instituciones sobre violencia de género: el maltrato es cada vez más común entre nuestros adolescentes. A día de hoy tenemos ya niñas de 13 y 14 años sometidas a situaciones donde se vulnera su integridad y sus derechos por parte de sus parejas.
El maltrato como tal no suele aparecer hasta pasado un tiempo. Es común que al inicio de la relación, el maltratador se muestre atento, respetuoso, atento y cautivador.
Todos podemos ser objeto de maltrato: hombres, mujeres, niños, ancianos… Ahora bien, el que se da en una relación de pareja evidencia unas características propias que merecen y deben ser conocidas. Para empezar, no es común que el maltrato como tal, entendido como el abuso físico y/o psicológico, aparezca en las primeras fases de una relación.
El abuso emocional es la primera etapa del maltrato y a su vez, el que más cuesta en reconocerse. Es común que la víctima no lo vea como tal, porque el afecto suele diluir al principio la idea de que nuestra pareja está ejerciendo la manipulación emocional. Cuesta percibirlo y por encima de todo, cuesta asumirlo.
En cuanto al maltrato, se distinguen básicamente dos tipos. Son los siguientes:
¿Cómo podemos saber cuándo el otro está traspasando esa línea sutil de la que hablábamos antes que separa el romanticismo del maltrato? Aunque, por supuesto, no haya pautas generales porque cada relación se va forjando de manera diferente en función de los estilos de personalidad de sus miembros, se pueden ofrecer orientaciones que permiten detectar esas señales de alarma:
Hay un aspecto que debemos tener claro: el amor no se mide con el nivel de celos que sienta nuestra pareja. Los celos no son una muestra de amor, son en muchas ocasiones el detonador del maltrato.
Esta situación no se genera de golpe, sino que ocurre de manera progresiva. La persona que es maltratada va aislándose de su familia, de su familia, de todo lo que antes le era significativo. Y todo, casi sin darse cuenta en la mayoría de las ocasiones por estrategias utilizadas por el agresor.
Existe un tipo de maltrato que a todos nos puede sonar. Hablamos de la técnica luz de gas o gaslighting que es tan peligroso por su gran capacidad de pasar inadvertido.
Galán y Figueroa (2007), en una revisión de este concepto, también lo definen como una forma malintencionada de causar confusión en la pareja, culpándola, manipulándola y minimizar las vivencias para desestabilizarla y destruir su salud mental. Esto se realizar a través de una comunicación hostil, confusa, silencios, quejas, bromas de mal gusto, humillaciones, etc.
Ante estas situaciones no caben más opciones: hay que pedir ayuda. Cabe señalar además un hecho importante: la persona que es víctima del maltrato no siempre es capaz de reaccionar o solicitar apoyo, de ahí que si tenemos cerca a alguien que esté en esta situación, debemos actuar cuanto antes siendo su soporte, su mano amiga, su acompañante a la hora de contactar con profesionales especializados.
Lo importante es reaccionar lo antes posible. Estos lazos sumen a las víctimas en estados de elevado desgaste psicológico. Hay que tener claro que si en una relación experimentamos cualquier tipo de sufrimiento, miedo o ansiedad, ese vínculo no es saludable. Si nos hacen daño no es amor. Si sentimos miedo no es amor. Pongamos distancia y salvaguardemos nuestra integridad.