El alimento del amor, el cuidado del cuerpo
La alimentación es un tema que ha preocupado a padres y madres desde siempre. Además, es una preocupación continua, dando igual la edad del retoño. Es como si esta preocupación fuera asociada a los carnets de padres para la eternidad, siendo una demostración de amor sin fecha de caducidad. La buena noticia, para aquellos que han independizado su dieta de tal influencia, es que no necesitamos aprendernos de memoria la pirámide alimenticia o volvernos expertos en nutrición para adquirir hábitos saludables.
La reflexión que os propongo en este articulo es que existen elementos que trascienden a los propios alimentos y que aprendiendo a identificarlos tendremos mayores posibilidades de generar una alimentación sana. Y así, trasmitírselo a nuestros hijos cuando los tengamos o hacerlo ahora en caso de tenerlos.
La comida alrededor de la mesa
Los seres humanos, a diferencia de los animales, no solo nos alimentamos por necesidad ni para reponer energía. Con el tiempo hemos convertido las comidas en eventos sociales y familiares, no comemos por comer ni comemos cualquier cosa. En este sentido encontramos grandes diferencias entre sociedades. Mientras en el norte de Europa la comida supone un breve paréntesis en la jornada, en los países del sur la comida es una costumbre que agradece su calma y su deleite.
Por otro lado, frente al mundo tecnológico, necesitamos más cenas en familia, con lugares establecidos en la mesa, lejos de tabletas y móviles y cerca de relatos (positivos) a cerca de nuestro día. Cerca de platos que nos gustan y que nos hemos tomado el tiempo de preparar, solos o con nuestros hijos.
Son las personas con las que compartimos la mesa las que en última instancia les dan sabor a un plato. Detrás de la comida, y una buena digestión, se puede encontrar una buena charla; detrás de la comida también podemos encontrar estrés y una buena indigestión.
“Quien come ya no está solo”
-Apollinaire-
La comida como forma de decir te quiero
Confundir la comida con el cariño, recompensar a nuestros hijos con comida puede hacer que reciban un mensaje confuso. No hace falta cocinarle a tus hijos lo que más les gusta para que sepan que les quieres. Abrázalos, juega con ellos, dales atención. Recordarán los platos que les preparemos, pero todavía más si los comemos con ellos. Valoraran más que cocinemos juntos que un plato sabroso, pero insulso de compañía y sustancia.
Como decíamos antes, la preocupación por la comida sigue siendo un vínculo de unión de los padres con los hijos cuando estos crecen. No es algo negativo en sí, sin embargo sí puede serlo cuando se transforma en una fijación. Cuando los padres siguen pensando que se cuida igual al un hijo de cinco años que a uno de quince, que los dos tienen las mismas necesidades.
Esta preocupación es una demostración de amor, sin duda. Pero también puede ser la mejor prueba de la falta de conciencia del crecimiento de los hijos. Personas que ya han aprendido a gestionar su dieta, igual que a abrigarse cuando tiene frío, y que necesitan otro tipo de ayuda, quizás más profunda y más compleja. Menos vital quizás, pero igual de agradecida.
Como madres, y padres, necesitamos establecer con nuestros hijos lo que se conoce como presencia-ausencia. Eso quiere decir no estar siempre presentes ni estar constantemente ausentes, ya que esto ayuda a formar la mente de nuestros hijos, a transformar la necesidad en demanda y la demanda en deseo.
Como hijos, no se puede desear nada si se lo tiene todo. Y ya que el deseo es el motor de la vida necesitamos partir de que algo nos falta para desearlo y luchar por conseguirlo. Si nuestros padres nos lo dan todo, incluida la comida, sin limite ni medida, para comprar nuestro amor y demostrarnos que nos quieren, no nos dejan alas para volar y crecer.
“La madre, aunque no sea consciente, está cumpliendo una función fundamental de introducir al niño en un mundo que tiene un cierto funcionamiento, donde las cosas deben ser de determinada manera, donde hay días y noches, horarios, momentos para el juego, para el sueño y para la comida”.
-Graciela Sobral-
La comida como forma de auto-amor
Las personas cuando sentimos ansiedad o vacío muchas veces lo llenamos con cosas exteriores como ropa, accesorios, gadgets y en muchas ocasiones comida. Todas esas cosas calman la ansiedad y llenan el vacío momentáneamente.
Cuando se trata de comida, para encontrar esa satisfacción momentánea buscamos alimentos que aumenten nuestros niveles de serotonina y/o alimentos ricos en azucares y grasas, como el chocolate o la bollería El problema es que su aporte nutricional es prácticamente nulo y que cuando el bienestar momentáneo se acaba, la ansiedad vuelve a subir y volvemos a la nevera.
La sociedad consumista nos envía un mensaje de satisfacción momentánea, de darnos un gusto de vez en cuando comiendo algo que nos guste, sobre todo si nos sentimos mal. Piensa que la ansiedad que acumulamos es mucha, y la tolerancia y las herramientas que tenemos para enfrentarnos a ella son pocas. Así buscamos soluciones rápidas, como la comida, cuyo consumo suele ser poco inteligente cuando la que dicta nuestro apetito es precisamente la ansiedad.
La comida como moneda de cambio
Usar postres como premio o verduras como castigo envía un mensaje distinto al que probablemente nos gustaría que recibieran. Si lo hacemos es probable que asocien la comida saludable a castigo y la comida poco saludable a premio o recompensa.
Así, es importante que los niños entiendan el mensaje de que seguir una dieta saludable los hará crecer más sanos y fuertes, evitando enfermedades. Crear hábitos alimenticios adecuados implica crear una relación directa con la comida y no utilizarla como un instrumento para moldear la conducta.
De tal palo… tal astilla
Lo habrás oído mil veces, pero es verdad. Si tus hijos aprecian que disfrutas con la comida saludable, ellos también se pondrán en disposición de hacerlo. También será más fácil transmitirles el mensaje de que cuidar la alimentación es una de las mejores formas de cuidar del cuerpo: esa carcasa en la que vamos a estar muchos años y sobre la que una acción ahora puede tener consecuencias a largo plazo.
En este sentido, es bueno conocer el rol que le ha tocado a cada cual en la educación de un niño. Si eres el padre o la madre, probablemente siempre seras el diablo con la comida frente a otros familiares, como los abuelos, que son más frágiles de voluntad ante los deseos de tus hijos. Si se pasan con esta forma de demostrar su amor, adviertes; pero si no, deja que creen esa complicidad en base a comidas puntuales.
Gestionar este tipo de roles y saber recoger y soltar lastre también forma parte de la inteligencia social y educativa. Identificar qué límites son líneas rojas y cuáles pueden ser flexibles para determinadas personas y en determinados momentos como padres no va a hacer mejores. Incluso va a mejorar la relación con nuestros hijos.
La comida, una demostración de amor hacia nuestro cuerpo
El cuerpo es nuestro templo, darle el alimento que necesita para funcionar es tratar a nuestro templo como se merece. Cuando estamos bien mentalmente es más fácil tratar bien a nuestro templo, si estamos regular es más fácil que caigamos en conductas que no hacen bien a nuestro templo, como drogas, calmantes y comida muy calórica y vacía de nutrientes.
Así, lo realmente importante es encontrar un equilibrio. No es malo darle algún capricho de vez en cuando a nuestro paladar, siempre y cuando la parte fuerte y constante de nuestra dieta sea pensada y estructurada para que contribuya a nuestra salud. Nuestro cuerpo nos lo agradecerá haciendo que tengamos mejores digestiones, que nos sintamos con más energía o que su deterioro con la edad sea mucho más lento.
“El amor es tan importante como la comida. Pero no alimenta”.
-Gabriel García Márquez-