Amnesia de identidad en el amor, cuando olvidas quién eres
Hay relaciones afectivas que eclipsan y ahogan a la vez. Nos arrastran a una forma de pasión obsesiva en la que uno olvida de dónde viene y a dónde va. Importa solo orbitar alrededor de esa persona, ese universo reducido entre dos, donde todo lo demás queda fuera. Este tipo de vínculos experimentan en buena parte de los casos lo que definimos como «amnesia de identidad».
No es que uno sufra una pérdida total o parcial de memoria. No estamos hablando tampoco de un fenómeno clínico que aparezca como tal en los manuales de diagnóstico. Sin embargo, esta vivencia se parece bastante a ese lavado de cerebro en el que aparece la confusión, la alteración del pensamiento y hasta de la voluntad.
Hay relaciones que nos hacen priorizar tanto al ser amado que uno puede perder la relación con su familia y sus amistades. Hay amores que son como agujeros negros, engullen cada fibra y cada partícula de nosotros, borrando nuestros valores, diluyendo hasta el carácter para quedar atrapados en el otro. Vivir en este estado de trance no trae buenas consecuencias…
Muchos pensamos que nunca perderemos nuestra dignidad por nadie y menos en el amor. Sin embargo, no importa nuestra experiencia o situación social, caer en un vínculo tóxico y dependiente es algo muy común.
Amnesia de identidad en el amor: qué es y por qué sucede
En el juego del amor abundan las víctimas y los victimarios. Es decir, hay personas que quedan supeditadas a las voluntades del ser amado, mientras otros son especialmente hábiles para dominar a los demás. Podríamos pensar que quienes derivan en relaciones dolorosas y dependientes son personalidades débiles y con escasa personalidad.
Sin embargo, la realidad es otra: todos somos susceptibles de caer en una relación basada en la dominación y la dependencia afectiva. No importa la edad o el rodaje de vida. Hay amores que nos ciegan y que, poco a poco, terminan desdibujando nuestras templanzas y fortalezas en favor de la otra persona. En esa circunstancia es muy fácil olvidar las propias prioridades y dignidades.
Entendemos la amnesia de identidad en el amor como un fenómeno en el que nuestro “yo” queda supeditado a una voluntad ajena. La pasión y la intensidad emocional es tan poderosa que únicamente importa el ser amado. Dimensiones como el trabajo, la familia o las amistades quedan en segundo lugar. Es más, se pueden dejar atrás en un momento dado si hay algún conflicto de intereses.
La pareja siempre será prioridad en cualquier momento y circunstancia. Es más, el ser amado se sitúa incluso por encima de uno mismo. Nada importa más que ese amor cegador que todo lo engulle.
A veces, podemos alejarnos tanto de nuestras esencias personales por amor, que dejamos de reconocernos a nosotros mismos.
Cuando nos convertimos en “nosotros” y el yo se pierde
Hay relaciones en las que el “nosotros” tiene mayor relevancia que el “yo”. Bien es cierto que ser pareja implica crear un espacio conjunto en el que estrechar lazos, llegar a acuerdos, compartir valores y metas. Sin embargo, en el momento en el que se diluyen las identidades y las necesidades individuales no importan, todo se va al traste.
Este fenómeno se explica por lo que se conoce como autoestima contingente. Una investigación de la Universidad de Houston, por ejemplo, dice algo interesante. En ocasiones, la autoestima de una persona depende, en exclusiva, de la propia relación afectiva. Uno tiene una visión positiva de sí mismo solo si el ser amado lo refuerza.
Depender de ese suministro externo nos supedita a un eterno sin vivir. Es estar pendiente de lo que el otro nos diga, lo que haga o deje de hacer. Cuando la autoestima no depende de nosotros, ni de la visión que tenemos de nuestra vida social o laboral, nuestro equilibrio psicológico se fragmenta. Es quedar cautivos de una persona que nos tiene en la palma de su mano.
Uno puede gozar de una buena autoestima hasta que se enamora de forma apasionada y obsesiva. En ese momento, la propia felicidad queda cautiva de la relación y ese vínculo se convierte en el epicentro absoluto de toda nuestra vida. Es entonces cuando nuestras fortalezas empiezan a quebrarse.
La amnesia de identidad y la falsa ilusión de felicidad
Un estudio de la Universidad del Suroeste de China nos recuerda esos procesos cerebrales que experimenta el cerebro durante el amor romántico. El enamoramiento intensifica esas regiones vinculadas a los sistemas de recompensa, se altera la regulación de las emociones y hay una mayor motivación centrada en exclusiva con el ser amado.
Todos esos mecanismos se parecen muchísimo a los que experimenta cualquier adicto. El cerebro solo piensa en estar cerca del otro, lo demás, en ciertos casos, pierde valor y prioridad. La amnesia de identidad es un proceso más de esa forma de adicción afectiva. Implica olvidar quien soy para “ser el otro”. Lo más peligroso es que asumimos que esta forma de vida nos ofrece una dicha absoluta.
Sin embargo, el amante ciego poco a poco termina dándose cuenta de que vivir en esa periferia (excluido de su propio ser, de los suyos y de sus valores y dignidades) lo llena de vacíos que no sacian el amor. Porque además de amantes, las personas somos amigos, familia, trabajadores, seres llenos de sueños y deseos individuales. Cuando nos faltan estas últimas dimensiones, cuesta hallar la felicidad real.
¿Qué podemos hacer para no diluirnos en el ser amado?
Es un hecho más que evidente. Nuestros cerebros están programados para enamorarnos, para sentir al máximo la euforia del romanticismo y la pasión. Somos personas que necesitamos crear vínculos entre nosotros para ser felices. Pero cuidado, esos vínculos no deben tener grilletes, sino alas para permitirnos crecer en toda dirección: la afectiva, la personal, la laboral, etc.
Por término medio, la amnesia de identidad en el amor suele tener su inicio en las primeras fases de una relación. Es ese momento en que mostramos un exceso por complacer al otro. Queremos gustar, queremos hacer feliz otro y esto nos lleva a perder la individualidad. Casi sin darnos cuenta, nos convertimos en una extensión de la pareja en ese intento nuestro por agradar.
Evitémoslo. Si deseamos evitar la codependencia y convertirnos en un mero llavero de la otra persona, dejemos claro quién somos y qué queremos ya en las primeras fases de la relación. Amar no es complacer todo el tiempo. El amor saludable es compartir, respetar identidades, alentar el crecimiento del otro. También es crear un “nosotros” formado por un “tú y un yo” que siguen siendo libres e independientes.
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